La luz de la luna iluminaba el comedor de la casa de Avy y Marcus. La noche era cálida, con una brisa suave que se colaba por las ventanas abiertas, moviendo levemente las cortinas. La mesa estaba decorada con velas aromáticas y un mantel de encaje blanco. Avy, siempre meticulosa, había preparado cada detalle para recibir a sus amigos más cercanos: Eliezer y Kelly. Esa noche tenía algo especial en mente.Avy colocaba los últimos platos en la mesa mientras Marcus servía el vino. Kelly, sentada junto a Eliezer, acariciaba con delicadeza la mano de su esposo. Su mirada irradiaba calma, aunque había una chispa de curiosidad por el ambiente tan cuidado que Avy había creado.-Todo huele delicioso -dijo Kelly, sonriendo a Avy mientras Marcus colocaba un plato frente a ella.-Gracias, Kelly. Quería que esta noche fuera especial. Hay mucho de qué hablar, y pensé que una buena cena nos ayudaría a relajarnos -respondió Avy, sentándose en su lugar junto a Marcus.Eliezer observó a su esposa y lue
El sol comenzaba a ocultarse cuando Kelly llegó a su departamento. Había sido un vuelo largo, pero la alegría que la embargaba la hacía olvidar el cansancio. Su carrera como azafata le había permitido vivir experiencias increíbles, pero aquella tarde había algo diferente en su corazón. Una mezcla de emoción inexplicable y nerviosismo que no lograba comprender.Al abrir la puerta, el aroma a especias y hierbas inundó el espacio. Eliezer, como siempre, estaba en la cocina, concentrado en preparar la cena. Al escucharla entrar, volteó con una sonrisa.-Bienvenido a casa, amor. Justo a tiempo. Tu platillo favorito estará listo en unos minutos.Kelly dejó su maleta junto a la entrada y sonrió débilmente, aunque su cuerpo no respondía del todo bien. Una ola de náuseas la golpeó con fuerza. El olor, que normalmente habría sido un deleite, ahora se sentía abrumador.-Eliezer... -logró decir antes de llevarse una mano al estómago y correr al baño.Eliezer dejó lo que hacía y fue tras ella. La
Marcus estaba concentrado en la pantalla de su ordenador, revisando los últimos ajustes de un diseño tecnológico que podría revolucionar la industria. Las líneas de código parecían danzar frente a sus ojos cuando un leve golpe en la puerta lo sacó de su concentración.-Señor Marcus -dijo la voz cautelosa de su secretaria desde la entrada-. Tiene una visita.Marcus frunció el ceño. No estaba esperando a nadie, y las reuniones espontáneas solían ser malas noticias.-¿Quién es? -preguntó sin apartar la vista de la pantalla.-Dice llamarse Román Santana.El corazón de Marcus se detuvo por un instante. Ese nombre traía consigo recuerdos amargos, una sombra que había preferido mantener alejada. Se levantó lentamente, sintiendo una mezcla de incredulidad y desconfianza.-Déjalo pasar -dijo, con la mandíbula apretada.Cuando la puerta se abrió, el mundo de Marcus pareció detenerse. Allí estaba Román Santana, con su porte altivo y una mirada seria, como si el tiempo no hubiera hecho mella en é
Días después, el gran salón del juzgado estaba en completo silencio. Las paredes grises parecían amplificar cada respiración, cada murmullo de los presentes. Marcus estaba sentado junto a Avy y su equipo de abogados, sus manos apretadas sobre la mesa. En el otro lado, Román Santana mantenía una postura firme, aunque una leve tensión en su rostro traicionaba su aparente confianza.El juez, un hombre de mirada severa y voz imponente, rompió el silencio.-Iniciaremos con la presentación del caso. Señor Santana, tiene la palabra.El abogado de Román, un hombre de traje impecable, se puso de pie y comenzó a hablar con un tono calculado.-Su señoría, mi cliente, Román Santana, es el padre biológico de Max, un niño de seis años. Hoy estamos aquí porque mi cliente desea ejercer sus derechos como padre y formar parte activa de la vida de su hijo. Durante años ha sido apartado de su hijo injustamente, y ahora está aquí para rectificar ese error.Román se levantó con una expresión solemne, miran
Maxi despertó esa mañana con una emoción que le hacía vibrar el pecho. Sus ojos brillaban al recordar las palabras de sus padres la noche anterior: "Mañana será un día especial, Max". Saltó de la cama sin pensarlo, sintiendo que algo mágico lo esperaba.En la cocina, el aroma a chocolate y vainilla flotaba en el aire. Su mamá, Avy, estaba terminando de decorar un pastel enorme con forma de tren, mientras Marcus, su papá, inflaba globos con forma de animales.-¡Feliz cumpleaños, campeón! -dijo Marcus al verlo entrar.Maxi corrió a abrazarlo con fuerza, sintiendo el calor familiar de su papá.-Gracias, papá. ¡Hoy será el mejor día de mi vida!Avy se inclinó para abrazarlo también y acarició su cabello oscuro con ternura.-Te tenemos una sorpresa, Max. Algo que no olvidarás nunca.El niño abrió los ojos como platos.-¿Una sorpresa? ¿Qué es?-Lo sabrás pronto. Pero antes, tienes que desayunar y prepararte.Max obedeció sin protestar, aunque la curiosidad lo consumía. Se puso su camiseta f
El tiempo parecía avanzar a un ritmo distinto desde que Kelly y Eliezer recibieron la noticia del embarazo. Los días transcurrían entre consultas médicas, preparativos y momentos de ternura que llenaban la casa. Eliezer no podía evitar sentirse un hombre afortunado. Desde que supieron que sería un niño, ambos habían soñado despiertos con el pequeño Jairo, imaginando cómo sería su rostro, su sonrisa, sus primeros pasos.La casa que habían comprado poco después de casarse era todo lo que habían deseado: espaciosa, luminosa y con un jardín lo suficientemente grande como para que Jairo pudiera jugar libremente algún día. En las últimas semanas, el jardín había tomado un papel especial en sus vidas. Eliezer dedicaba las tardes a cuidar las plantas, soñando con enseñarle a su hijo los nombres de las flores y a construir castillos de arena en el pequeño espacio que había reservado para un arenero.Mientras tanto, Kelly había pausado su trabajo para enfocarse en el embarazo. Aunque al princip
Avy estaba sentada en su oficina, concentrada en el boceto de un anillo que combinaba la elegancia del oro blanco con la viveza de piedras preciosas en tonos pastel. La luz tenue del atardecer iluminaba la habitación, creando un ambiente tranquilo. Sobre la mesa había bocetos dispersos de collares, pendientes y pulseras. Cada pieza parecía hablar de una historia distinta, como si guardara un secreto único.Dan irrumpió en la habitación, como solía hacer, con una energía arrolladora que contrastaba con la calma de Avy. Llevaba una libreta en la mano y una sonrisa traviesa.-Avy, esto es increíble -dijo, dejando caer la libreta sobre el escritorio-. ¿Cómo haces para superar tus propios límites en cada diseño?Avy levantó la vista, sonriendo ante el entusiasmo de su amigo.-Tú tampoco te quedas atrás, Dan. Tus diseños de ropa son la definición de inclusividad y estilo. Estoy segura de que esta temporada será un éxito.Dan se dejó caer en una silla frente a ella y la miró con picardía.-H
El sol de la tarde entraba por las amplias ventanas de la sala, bañando todo con una cálida luz dorada que hacía resplandecer los muebles de madera clara y las paredes decoradas con fotografías familiares. Avy observaba a sus hijos con una sonrisa que no podía contener. Aquella hora de juegos había empezado como algo improvisado, pero pronto se convirtió en un momento que quedaría grabado en su memoria.Aline, con apenas dos y medio años, había encontrado un par de tacones en el armario de su mamá y, aunque le quedaban enormes, se esforzaba por caminar con elegancia, imitando a las modelos que había visto en el evento reciente. Aron, con una chispa traviesa en los ojos, se había apropiado de las gafas de su papá y caminaba de un lado a otro gesticulando como si estuviera en una importante reunión de negocios. Max, el mayor, siempre con un aire tranquilo y reflexivo, había decidido armar un conjunto que combinaba unos pantalones cortos y un suéter que llevaba sobre los hombros, imitand