Aunque estaban de vuelta en casa, el corazón de Lía aún danzaba en un vaivén de emociones. Se sintió desbordada, incapaz de ordenar sus pensamientos. Pese a la alegría evidente de Evan, ella no podía evitar cuestionarse cómo había sucedido. No había olvidado tomar ningún anticonceptivo; su rigurosa rutina lo impedía. Finalmente, se rindió ante la idea de que, a veces, estas cosas simplemente fallan.Evan, ajeno a la tormenta interna de Lía, se había quedado fuera con Ian, disfrutando del aire fresco del jardín. En el interior, Claire, la anfitriona de la casa en la que se estaban quedando, percibió la turbación en el rostro de Lía y se aproximó con delicadeza.–¿Todo está bien, Lía? –preguntó Claire con una voz suave y preocupada.Lía suspiró, dejando caer las barreras que contenían sus palabras. –Estoy embarazada, Claire –murmuró.La respuesta de Claire fue un abrazo caluroso, un gesto de afecto que trajo lágrimas a los ojos de Lía. –¡Oh, Lía! No estés triste. Un hijo es siempre un
Las palabras de Evan cayeron sobre Ian como un balde de agua fría, y en ese momento, el joven comprendió el motivo detrás del comportamiento de su madre. Imaginó el dolor que debía de sentir al haber perdido a su primer hijo, y esa tristeza comenzó a reflejarse en él también, al darse cuenta de que había tenido un hermano del que recién se estaba enterando.La ira volvió a apoderarse de Ian, pero esta vez estaba acompañada de indignación.—¿Por qué me lo dicen hasta ahora? ¿Por qué permitieron que insistiera tanto en el tema? —su voz estaba llena de dolor e indignación, especialmente hacia su padre—. Dime, padre, ¿por qué me dejaste ser tan cruel con mamá?Las palabras de Ian dejaron a Evan en shock. La crudeza con la que su hijo las pronunciaba lo llenó de vergüenza, ya que conocía la razón detrás de su propio actuar retorcido y egoísta. Evan deseaba que Lia intentara nuevamente tener un hijo, deseaba egoístamente que su esposa pasara por esa tortura una vez más, porque, a pesar de q
Bajo la penumbra de la noche, Ian no podía dejar de sentirse mal por lo ocurrido con la esposa de su padre a la que consideraba también como su madre.Deambuló por el lujoso jardín de la mansión Mars hasta llegar a la piscina. Sus pies descalzos rozaron suavemente el agua mientras sus ojos se perdían en el cielo estrellado y en la luna que le proporcionaba una débil iluminación. No pudo evitar que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas mientras reflexionaba sobre las consecuencias de sus acciones, pensando en el dolor que había causado a Lía, su madre, y cómo su bienintencionado acto había revivido dolorosos recuerdos en ella.Aunque había actuado con la esperanza de traer felicidad a su familia, ahora se encontraba ahogado en la tristeza, prometiéndose a sí mismo encontrar una manera de disculparse con Lia Podía escuchar el sonido de unos pasos amortiguados sobre la hierba que le sacaron de sus pensamientos. Ian giró la cabeza y, aunque el jardín estaba escasamente iluminado,
Lía ingresó a la cocina, su estómago atado en nudos por la tensión de lo que podría decirle a su hijo, Ian, tras el conflicto del día anterior. Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron, Ian sonrió y la saludó amablemente.—Buenos días, mamá. —dijo él con suavidad—, deberías comer algo nutritivo, es importante para ti y para el bebé.Algo en su sonrisa calmó a Lía, permitiéndole bajar las defensas y sentarse frente a él. Su mirada recorrió brevemente su rostro antes de responder.—Buenos días, Ian. —respondió ella, su voz suave y apaciguadora, aunque los vestigios de su ansiedad todavía eran palpables—, creo que tienes razón. Es importante cuidarnos a ambos.Aunque ambos se sentían confundidos, lograron mantener la charla tranquila y amistosa. Eso les ayudó a que, después, pudieran pedirse perdón y hablar de lo que sentían con más facilidad.—Ian, yo... —empezó a hablar Lía—, lamento cómo actué ayer. Fui dura y te grité. No fue justo para ti, y me siento terrible como madre al haber
La luz del sol besaba delicadamente las orillas de la isla, y la brisa marina susurraba promesas de aventura mientras Ian y Alessandra, se unieron al animado grupo de jóvenes exploradores en el punto de encuentro de la excursión. La isla de Santorini, con sus casas blancas y tejados azules, creaba un telón de fondo tan pintoresco que parecía extraído de una postal.Los líderes de la excursión, una pareja apasionada por la historia y la cultura de la isla, comenzaron compartiendo anécdotas fascinantes sobre el lugar, encendiendo aún más la chispa de interés en los ojos de los jóvenes. A medida que el grupo comenzó a moverse, cada individuo armado con cámaras y mapas, los chismes amigables y las introducciones ligeras se mezclaban con el sonido de los pasos en las adoquinadas calles.Ian y Alessandra, paseaban por las estrechas calles, deteniéndose ocasionalmente para capturar momentos con sus cámaras o simplemente para admirar la serenidad que el paisaje ofrecía. Sin embargo, era impos
Por supuesto que a Alessandra no le gustaba el chico que se había acercado a ella. Lo que realmente había disfrutado era la evidente reacción celosa de Ian.Sin embargo, los celos habían venido acompañados de una insinuación que le molestó profundamente, especialmente por la forma en que Ian se había alejado de su lado.Por su parte, Ian se encontraba extremadamente furioso, no con Alessandra, sino consigo mismo, por no tener el coraje de decirle que no sonriera a otros como lo hacía con él y, sobre todo, por no tener el valor para pedirle que fuera su novia."¡Tonto, tonto! ¡Eso es lo que eres, Ian!" se recriminaba mientras subía al lujoso yate donde supuestamente pasarían el resto de la tarde con el grupo.En algún momento, Ian había perdido de vista a Alessandra. La sola idea de que pudiera estar todavía en el puerto con ese tal Nicolás lo llenó de ansiedad, impulsándolo a bajar rápidamente en busca de ella. Alessandra, por su parte, había seguido a Ian al yate. Sin embargo, se hab
El pánico se había apoderado de Ian, pero sabía que su prioridad era mantener a Alessandra y a él mismo con vida. Nadó lejos del yate para evitar que los arrastrara hacia abajo mientras se hundía.Por más absurdo que pareciera su pensamiento, no pudo evitar reír poco después cuando la tormenta se disipó, revelando un cielo estrellado. Ian flotaba en una tabla, mientras Alessandra se encontraba sobre una puerta del yate que habían encontrado a pocos metros de ellos después del naufragio.—Dime, Alessandra, ¿me veo tan bien como DiCaprio en el Titanic? —bromeó Ian con los brazos apoyados en la tabla mientras observaba a la joven.La temperatura del agua del mar era relativamente cálida y agradable. A pesar de las circunstancias, Ian no podía evitar sentirse feliz de estar allí con ella, recreando una de las escenas icónicas de la pantalla grande que sabía que le encantaba.—Sabes, no estoy seguro si este es el momento adecuado, y sinceramente, no me importa, pero siempre he querido deci
Las aguas tumultuosas de Santorini se habían calmado tras la tormenta, dejando a Ian y Alessandra a la deriva en un mar sereno pero implacable. Agotados, sostenían un trozo de madera del naufragado yate, salvavidas en medio del inmenso mar Egeo.—Alessandra, ¿estás bien? —preguntó Ian, con voz ronca por la sal y el esfuerzo.—Sí, pero estoy cansada, Ian —respondió ella, tratando de mantenerse despierta y alerta.De repente, en la distancia, se oyó el sonido de un motor. Los ojos de Ian se iluminaron con un atisbo de esperanza. —¡Allí! ¡Es un barco! —gritó, agitando sus brazos con todas sus fuerzas.A medida que el sonido del motor se acercaba, pudieron distinguir la distintiva figura de un barco de guardacostas. La embarcación, pintada de un blanco brillante con franjas azules y rojas, se acercaba rápidamente a ellos.—¡Aquí! ¡Estamos aquí! —gritaba Alessandra, su voz llevando un tono de urgencia y alivio.El barco de guardacostas disminuyó la velocidad al acercarse, y un guardacostas