La mirada de Elena pasó de la estupefacción al terror en fracción de segundos. Había sentido miedo muchas veces en su vida pero jamás ese pánico que hacía que te quedarás estática. Alexis no podía estar en el palacio. Ese era el acuerdo al que habían llegado. Una mirada a su lado fue lo que hizo que se moviera. La vena que recorría un lado de la cara de Felipe sobresalía al punto de explotar. Su corazón latía a toda velocidad sin embargo sus movimientos parecían a cámara lenta. Cuando Felipe dio el primer paso Elena lo interceptó. Una sola palabra salió de sus labios,—No.—Te dije lo que ocurriría si volvía a verte hablar con ese tipo. Y ahora resulta que es lo suficiente valiente como para presentarse en "mi casa" para hacer sabrá Dios qué. Tú a mí no me humillas más. Mi paciencia tiene un límite y puedo asegurarte que tus acciones de los últimos días han llenado el cupo. Elena sabía a lo que se refería. Pero lo menos que se imaginaba era que Felipe iba a entrar en la zona de masa
—No tenía ocho años cuando mi madre salió embarazada. —No recuerdo verla en ese estado. —Tuvo un embarazo delicado. El medico no agrego nada de emociones fuertes. Nada de sustos. Pocas personas lo supieron. Y no porque fuera un tema prohibido, todo lo contrario. Mamá siempre estaba cansada y le costaba estabilizarse con los ojos abiertos después de comer. Nadie imaginó que el feto sobreviviría al primer mes. Pero lo hizo. Quizás sus ganas de vivir siendo aún tan pequeños fueron necesarios para sacarlo adelante. Todo iba bien. No habia de que preocupara. Todo el mundo estaba feliz. Mi padre aún más.> <
Felipe veía como su hermana se divertía. No era una fiesta de miles de personas, más bien para los conocidos. Pero él no podía poner una sonrisa de satisfacción en su rostro. William le había contado que estaba con Anabella. Que llevaba años enamorado de ella. Lo había entendido hasta la parte que le había dicho que le había quitado la virginidad. El puñetazo había sido seguro. Y como no quería que los demás se preguntaran por el morado en la cara de su amigo, se lo había dado en el estómago. Había sentido como el aire se había escapado de sus pulmones y vio como se doblaba por la mitad. Pero la paliza se había quedado para después. Tantos años visitando su casa, durmiendo en la habitación de invitados y seguro que a media noche se colaba en la de Bella y él, en la inopia. Quizás todo hubiera sido diferente si le hubiera contado antes. Quizás él hubiera tenido la misma reacción. No lo sabía. Estaba seguro que su mejor amigo era un hombre sin igual pero, su hermana era demasiado buena
Los rayos del sol despertaron a Elena del sueño en que estaba. Abrió sus ojos desorientada pues la luz a través de la ventana estaba en el lado contrario de la habitación. ¡Dónde rayos estaba! fueron sus pensamientos ante que una mano le aprisionara la cintura y la pegara a un cuerpo musculoso. Sabía quien estaba acostada a su lado. Lo que no recordaba era estar desnuda. Sin embargo esa mano que estaba debajo de sus senos tocaba solo piel y nada más. Breves pedazos de la noche anterior pasaron por su mente. No tenían conexión alguna pero, la hicieron sonrojar. Recuerdos de unas manos, una corbata y de lo atrevida que había sido hicieron que se levantara de golpe. Cuando le quitó la sábana a Felipe para tapar su desnudez y marcharse a su habitación con algo de dignidad, se quedó estática. Su marido también estaba como Dios lo había traído al mundo. Y medio empalmado también. “Es que eso hasta cuando el cuerpo estaba en semejante estado de inconsciencia estaba listo para la batall
Elena se pasó la tarde en la biblioteca revisando unas cuentas. Felipe no se lo había pedido pero, Greg sí. Y además del inmenso cariño que le tenía al anciano adoraba los números. Eran una extensión más de ella. Se perdía por horas y horas. Había participado en muchos concursos de matemática desde que tenía diez años. Pero todos habían sido de forma virtual. En una de las habitaciones que nunca se usaban había un estante con todas sus medallas. Estaba sola con los libros hasta que sintió el chirriar de la puerta. Desde su posición podía ver el arco de la entrada pero, no podían verla a ella. Vio una sombra ajena a todas las personas que conocía y por primera vez en su vida, se escondió. Le gustaba enfrentar los problemas pero había cierta tensión en el aire que la traía en un estado constante de nervios. Sin embargo actuó con precaución y cogió la pequeña navaja que siempre llevaba en la pantorrilla. Andar con vestidos hacía que nadie se preguntara por su origen. A base de prueba y
Elena había decidido dar una vuelta por el pueblo. No comunicó nada pues no se alejaría mucho. Y aunque su rostro fuera conocido pretendía coger por lugares que no tuvieran personas. Se conocía la isla como la palma de su mano. Donde hacían los mejores dulces y todos los puestos donde vendían flores. Donde se reunían los artistas y donde se podía ver el atardecer más bello. Y por esa simple razón sabía como esquivar las multitudes. Como hacer que su presencia pasara desapercibida. Como hacerse una ciudadana común y corriente. Se puso unas botas estilo militar y unos pantalones ajustados. Se subió su largo cabello en un moño y quitó todo maquillaje de su rostro. Un sombrero de ala ancha completaba el conjunto. Salió por la puerta de la cocina sin que nadie la notara. Por primera vez en muchos días se sintió verdaderamente libre. Una persona más y no una reina. No sabía que había extrañado tanto esa cotidianeidad hasta que se mezcló con un grupo de turistas. Volvió a recorrer los cam
Los calabozos reales habían cambiado mucho con el decursar de los años. Eran más para entretenimiento turístico que para otra cosa. Se había conectado el fluido eléctrico al resto del castillo y se habían quitado la función que cumplían las antorchas. Solo se habían dejado como decoración y para demostrar como era la vida en los siglos pasados. Aún así Elena tuvo un temblor imperceptible cuando consiguió bajar la escalera de caracol hasta los niveles más profundos. Y si no fuera por toda la luz que se filtraba del lugar resultaría espeluznante. Empujó los recuerdos al fondo de su mente e intentó desconectar haciendo una broma,— ¿Ahora te va el BDSM, Felipe? ¿No conocía esa faceta? ¿Piensas encadenarme? —Felipe no habló, siguió caminando. Y Elena habría asegurado que no la había escuchado si no fuera por la rigidez con la que estaba apretando su mandíbula. Tanta fuerza contenida que podia escuchar el rechinar de sus dientes. —Me estás llenando el cupo, Elena. Deberías considerar per
—Elena. Vamos, princesa, abre esos preciosos ojos. —Felipe llamó a su esposa mientras tocaba delicadamente su mejilla. Estaba muy fría. Sin embargo el aire regresó a sus pulmones cuando vio que sus pestañas aleteaban y su mujer lo miraba. Había encendido las luces y pudo comprobar el mismo instante que esa mirada gris pasó de incertidumbre a pánico. Elena se encogió sobre sí misma y se pegó más a la celda.—No me toques. No me toques. Aléjate de mí. —Y fue ese terror que expresaba la voz de su mujer lo que hizo que Felipe se sintiera como el canalla más grande de la historia. —Necesito acercarme para liberar tus manos. Prometo que después no me acercaré de nuevo. Por favor. Pero Elena no entendía, estaba como ida. Lo único que decía era que no la tocara mientras su cabeza se movía de un lado a otro frenéticamente. Y pensar que había hecho que volviera a sentir sus miedos más profundos estaba acabando con su alma. Había muchas cosas respecto a la reina de Talovara que a Felipe le se