Sonreí observando detenidamente el cuerpo del hombre acostado a mi lado con sus ojos cerrados. Su pecho subía y bajaba en una respiración lenta y calmada demostrado lo cómodo que se encontraba en esa posición. Mordí mi labios recordando lo que ese pelinegro me había hecho otras horas y en la forma tan salvaje pero excitante en la que me había tomado. Admire su dorso desnudo, iba a grabar en mi memoria ese momento pues me sentía irreal a pesar que podía sentir su calor junto al mío. Sus pestañas largas y negras era la envidia de toda mujer — me incluyo — su cabello azabache se encontraba desordenado pero le quedaba ridículamente perfecto.

Ethan era mi idiota demonio con ojos color tormenta.

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Me levanté de la cama con cuidado de no despertarlo, me puse su saco sobre mis hombros y corrí la puerta de cristal saliendo al pequeño balcón. La noche estaba de maravilla, mis vellos se erizaron junto a mis pezones ante la brisa fría que me abrazo. Apoyé mis codos sobre la barandilla admira