Capítulo 90
—No puedo creer que Rosario sea la mujer del Sr. Cobras, no es de extrañar que nadie se atreva a armar un escándalo aquí.

—No es que nadie se atreva, es que los que lo han intentado ya están muertos. Hace un tiempo, un multimillonario intentó coquetear con Rosario aquí y el Sr. Cobras le cortó las manos y los pies en el acto. Después de eso, el hombre no se atrevió a decir una palabra y hasta fue personalmente a pedir disculpas.

—¡Joder! ¿Tan despiadado?

—Claro, el Sr. Cobras es el cacique del sur de la ciudad, ¿quién se atrevería a desafiarlo?

Al enterarse de la identidad de Rosario, todo el bar se convulsionó.

Algunos estaban sorprendidos, otros temerosos, y algunos incluso disfrutaban del caos.

—Ahora estamos en problemas.

Andrés tragó saliva y comenzó a sudar frío.

Si hubiera sabido que este lugar estaba bajo la protección del Sr. Cobras, ni con cien vidas se atrevería a faltar al respeto.

—¿Cómo terminamos metidos con este demonio?

Yolanda se encogió, su cara llenada de temor, ya
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