Lizbeth y Estrella, junto con otros, se encontraban tanto sorprendidos como furiosos. Era evidente que los bandidos acababan de actuar con la intención de matar. Incluso un guerrero con gran habilidad habría muerto en el acto, ¿qué se podía esperar entonces de Teodoro, un hombre común?

—Este viejo... Arruinó mi ropa —dijo uno de los bandidos, quitándose la sangre de su pantalón con una expresión de disgusto.

—¡Voy a luchar contigo! —Lizbeth, con los ojos llenos de furia, recogió un cuchillo corto y se lanzó hacia el bandido.

El bandido soltó una risa burlona, agarró la muñeca de Lizbeth y la tiró al suelo.

—Pequeña belleza, ahora nadie nos interrumpirá, vamos directo al grano —dijo el bandido con una sonrisa malvada, extendiendo su mano para rasgar el abrigo de Lizbeth, exponiendo su piel suave y su figura atractiva.

—¡Fuera de aquí! —Lizbeth, con los ojos rojos de ira, reunió toda su energía interna y golpeó al bandido en sus partes íntimas con su rodilla.

—¡Ah! —el bandido gritó de d