—Por favor, síganme, señores —dijo el mayordomo inclinándose y haciendo un gesto de invitación.

—Muchacho, tuviste suerte esta vez, pero la próxima, no serás tan afortunado.

Tras lanzar una mirada fría a Pedro, Alfonso y sus acompañantes se marcharon rápidamente.

—Papá, ¿por qué siento que acabas de hacerte un enemigo? —comentó Estrella con intención.

—En tiempos extraordinarios, debemos priorizar el bien común. Necesitamos la fuerza de Puerta del Ártico ahora, mejor no romper lazos completamente —advirtió Valentín.

—Mientras él no me provoque, no habrá problemas —dijo Estrella, ligeramente arqueando una ceja.

—Esta niña... —Valentín sacudió la cabeza con resignación—. Bueno, ustedes dos también pueden irse, tengo asuntos que atender.

Ambos asintieron sin decir mucho y se despidieron rápidamente.

Al salir del estudio, Estrella arregló una lujosa habitación para Pedro, incluso con una fuente termal.

Lo llamó un tratamiento especial para su guardaespaldas personal.

Pedro intentó rechazar