—Pedro, se necesita tener autoconocimiento en la vida, no creas que por haber conocido a unos cuantos personajes importantes ya eres uno de ellos. Gente como tú, igual que esos vendedores de autos de lujo, pretenciosos y con aires de grandeza —Renata lo miraba con desprecio.

Siempre hay personas que, a pesar de depender de otros, se creen muy capaces.

—¿Qué demonios están diciendo? —Pedro aún no había reaccionado, pero Josué ya no podía contenerse.

Insultar al líder de su grupo, eso sería impensable en el territorio de La Banda del Dragón Rojo. ¡Les cortarían la cabeza!

—¿Y traes a algunos guardaespaldas? ¿Qué, te haces pasar por un gran empresario? —Cristóbal no mostraba miedo.

Quien se mezcla con ese tipo de basura no puede ser gran cosa.

—Pedro, controla a tus perros, no ladren aquí, la familia Trejo no es lugar para que hagan alardes —Isidoro sonrió con desdén.

—Tú...

—Está bien, está bien, todos calmen un poco —Itzel, viendo que la situación se tensaba, intentó cambiar de tema—. H