Capítulo 50
—¿Quién eres en realidad? —exclamó.

Carlos se levantó, temblando.

Su rostro ya no mostraba despreocupación, sino que estaba lleno de sorpresa y temor.

Jamás se hubiera imaginado que, tras un puñetazo con todas sus fuerzas, no solo no habría herido a su oponente ni un poco, sino que él mismo habría resultado gravemente herido.

—¿Es esto aún humano? —gritó.

Su maestro les había dicho que su oponente era solamente un experto común.

—¿Por qué? ¿Por qué es tan fuerte? —exclamó.

—¡Hermano! ¡Corre, corre ahora! —Miguel, quien estaba presionado contra la pared, gritó desesperadamente.

Desde el momento en que se enfrentó a Pedro, entendió que la habilidad del otro era mucho más fuerte de lo que habían imaginado.

Solo una jugada había hecho que todos sus meridianos se rompieran, quedando inútil como un hombre roto.

—¡Ah! —Carlos rugió de frustración.

Luego abandonó a su hermano y corrió.

Sabía que no podía salvarlo, y ni siquiera tenía derecho a luchar hasta el final.

Si Pedro era una montaña,

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