Capítulo 343
Al ver al hombre de mediana edad encorvado y cojo, carente de toda dignidad, Egidio y su compañero se quedaron horrorizados, como grillos en invierno. El hombre frente a ellos era una eminencia en el País L, un ser ante el cual incluso los hijos de los emperadores debían inclinarse con gran reverencia. No era exagerado decir que si él quisiera, podría matarlos a todos sin más.

Cuando Pedro lo vio, su rostro se ensombreció involuntariamente. Un fuego ardiente brillaba en sus ojos.

—Va a haber un buen espectáculo —Héctor esbozó una sonrisa irónica y se retiró al costado, con aire de regodeo.

Bajo la mirada de todos, el hombre encorvado entró renqueando por la puerta. No mostraba la más mínima dignidad o presencia; simplemente parecía una persona común y corriente. Sin embargo, la gente se apartaba automáticamente a su paso. Finalmente, se detuvo frente a Pedro.

—Hace muchos años que no te veía. No pensé que crecerías tanto —Onofre observó a Pedro, quien era media cabeza más alto que él,
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