Capítulo 307
—Deja, deja, ya que acabáis de hacerme un favor, os doy esta oportunidad. Si la valoráis, pues allá vosotros.

Paco movió la cabeza con un aire de pretendida sabiduría, como si supiera que se arrepentirían más tarde.

Pedro y Adolfo se miraron y sonrieron, sin decir palabra.

—Vámonos, si nos hemos encontrado es por algo. Hoy os acompañaré a la montaña para evitar cualquier peligro.

Dicho esto, Paco se puso las manos detrás de la espalda y avanzó.

—¡Qué afortunados sois de poder caminar junto a mi abuelo!

Delfina lanzó una mirada despreciativa y rápidamente siguió a Paco.

Pedro sonrió y, resignado, los siguió.

Al fin y al cabo, solo había un camino hacia la montaña.

En poco tiempo, todos llegaron a la cima de Montañas Rocosas, donde había una gran plataforma al aire libre.

Ese era el lugar donde Pedro y Dámaso habían acordado su duelo.

En ese momento, ya había reunido una buena cantidad de gente en el borde de la plataforma.

Eran en su mayoría personas de la sociedad que habían venido at
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