Capítulo 1137
Los demás invitados también quedaron patas arriba, algunos gravemente heridos, otros muertos en el acto.

Bajo la terrorífica onda expansiva de la explosión, toda la sala del banquete fue nivelada en un instante.

Pronto, los lamentos se extendieron por doquier, y la carne y la sangre volaron por los aires.

Tomás, con el cabello despeinado y sin preocuparse por sus propias heridas, se apresuró hacia el centro de la explosión.

En medio de los escombros, comenzó a buscar frenéticamente.

Después de mucho buscar, todo lo que encontró fueron los restos despedazados de Peter.

La explosión había desmembrado a Peter, dejándolo irreconocible.

Lo más intacto que quedaba era media cabeza, borrosa y ensangrentada.

—¡Hijo mío, mi hijo! —Tomás, abrazando el cuerpo mutilado, lloró desconsoladamente, su emoción colapsada—. ¿Por qué? ¿Por qué tuviste que hacer esto? ¿Por qué fuiste tan tonto? ¡¿Por qué?!

No podía creerlo, ni aceptar que Peter hubiera recurrido a medidas tan extremas.

Para vengarse
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