Una fría frase dejó las sonrisas de Hilario y Héctor instantáneamente congeladas.

En sus ojos, Peter era el más favorecido y el más valorado en la familia.

Ahora, tras un largo reencuentro, ¿no debería su padre estar feliz?

¿Por qué mantenía una expresión tan seria?

Han pasado cinco años, ¿acaso entre padre e hijo hay algún malentendido que no se pueda resolver?

—Papá, antes era yo el que no entendía, yo era el confundido, y aquí te pido disculpas —dijo Peter, haciendo una profunda reverencia—. He pensado mucho estos años y realmente fue mi error, espero que puedas ser magnánimo y perdonarme esta vez.

—¿Qué?

Tomás arqueó una ceja, visiblemente sorprendido.

Su hijo menor siempre había sido terco, generalmente era del tipo que no se detenía hasta chocar contra la pared.

No esperaba que, después de unos años, también supiera disculparse.

Parecía que había madurado bastante.

—Papá, lo que pasó, pasó. Peter ya reconoce su error, deberías perdonarlo —Hilario comenzó a hablar bien por él.

—Sí