Capítulo 273
Al final, era él quien no podía dejarlo ir.

Si en este momento hubiera accedido a enviar a Yolanda fuera de la Ciudad de México, eso habría sido una buena respuesta.

Pero no lo hizo.

—Ella está ciega ahora. Si la envías fuera de la Ciudad de México, ¿dónde podría ir? ¿Quién cuidaría de ella? —Alvaro miró a Delicia.

Esas palabras sonaban casi como un interrogatorio.

También era una manera indirecta de decir que ella era cruel.

Delicia lo miró.

Solo lo observaba en silencio, la risa en sus ojos era tan evidente, tan extraña, tan ridícula.

—Delicia...

Al verla reír de esa manera, Alvaro se sintió inquieto.

Estaba a punto de tomar su mano.

Sin embargo, Delicia lo apartó de un empujón.

Cerró los ojos y dijo:

—Ella es mi hermana, ¿verdad? Si yo no me preocupo de que no tenga a nadie que la cuide, ¿por qué te preocupas tú, siendo su cuñado?

¡Qué ironía!

Este tipo de preocupación y complicación se volvía más ridículo, más desagradable.

La expresión de Alvaro cambió.

Nunca había sentido que es
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