Delicia entró en la casa para encontrarse con el personal ocupado y nervioso. Al parecer, la llegada de Néstor había agitado el ambiente usualmente tranquilo de la casa.Néstor, sentado en el sofá y disfrutando de su café, estaba dando instrucciones: —Cambia todas las cortinas mañana, y los adornos de la fachada exterior también. Contacta a un pintor muralista, y eso otro...—¡Néstor!La voz de Delicia interrumpió la serie de órdenes.Al oírla, los empleados parecieron aliviados. Delicia era conocida por ser fácil de complacer, y su presencia siempre calmaba los ánimos. Desde su llegada a la casa, nunca había habido una situación tan tensa como la actual.Néstor se giró hacia ella, sonriendo con los ojos. Aunque estaba en la cúspide de la mediana edad, su porte de caballero y elegancia eran inconfundibles. Se podía vislumbrar la gallardía de su juventud en su semblante.Delicia, con su encanto natural, se acercó a Néstor. —¿Qué está haciendo? Nada más llegar y ya ha puesto todo patas
—Delicia, no deberías preocuparte más por lo de Alvaro. Si un hombre realmente te ama, confiará en ti ciegamente, sin importar lo que ocurra.No importa qué pase, él siempre confiará en ti.Delicia sintió un nudo en la garganta.—Ya no lo tengo en cuenta. —dijo con una calma que nunca antes había tenido en su voz.Néstor la miró, pensativo, y luego dijo: —Hay noticias sobre el asunto de Yolanda Vicario.—¿Noticias? —preguntó ella.—Pero tengo que decirte que no son buenas noticias. Originalmente, Néstor no tenía intención de contarle a Delicia sobre esto.Pero antes de venir hoy, Alejandro le había dicho que Delicia estaba buscando un detective privado para investigar.Esto mostraba cuán desesperada estaba ella por saber.Incluso si él no le decía, al final ella misma lo descubriría.Delicia tragó saliva: —¿Qué quieres decir?Néstor se sentó, tomó un sorbo de agua y dijo: —Hablando del asunto de Yolanda, en realidad, la persona a la que ella odia debería ser tu madre, Ana García.D
—Basta, ¡no sigas hablando! —Alvaro gritó enfadado.Antonia se quedó helada, incrédula ante el cambio de actitud de Alvaro. —¿Alvaro, tú...?¿Le estaba gritando?Nunca antes había alzado la voz contra ella. A lo largo de los años, siempre había estado de su lado en cualquier conflicto con Delicia.Pero ahora, ¿estaba gritándole?—Vuelve a casa. —dijo Alvaro con una mirada que denotaba impaciencia. Su paciencia con Antonia se había agotado.Antes, muchas cosas le eran desconocidas. Ahora que sabía, su amor inocente por Antonia se había desvanecido. Influenciado por Isabel, siempre había cuidado a su hermana con cariño, sin darse cuenta que Antonia, con quien había crecido, no era tan amable con su esposa en privado.Antonia, notando la impaciencia en los ojos de Alvaro, se sintió nerviosa pero intentó mantener una fachada de inocencia y agravio.—Quiero quedarme con mamá.Habló con voz suave, como un gatito, buscando compasión.Pero esta vez Alvaro no se ablandó. Antonia luchaba por con
—¿Qué quieres decir con que la herida no parece reciente? —preguntó Alvaro, su tono era frío y autoritario. No le gustaban las respuestas ambiguas, especialmente con su experiencia en el mundo de los negocios donde siempre buscaba certezas.Diego respondió: —Estoy respetando tus deseos. Si quieres, puedo realizar una evaluación más precisa para confirmar.—Así que, ¿no estás seguro? —insistió Alvaro.—¡Exacto!—¡Qué pérdida de tiempo! —exclamó Alvaro, colgando el teléfono con frustración. No tenía interés en especulaciones o incertidumbres.No quería pensar en cómo Yolanda había resultado herida... Cada vez que lo hacía, su corazón se apretaba. Imaginar el desespero de Yolanda en ese momento solo intensificaba su resentimiento hacia Delicia.Al volver a la habitación, vio que Yolanda ya estaba sentada en la cama, el vendaje cubriendo sus heridas, devolviéndole su habitual apariencia serena y vulnerable.—¿Por qué te has levantado? —preguntó Alvaro con el ceño fruncido al entrar en la
Alvaro miró a Yolanda y dijo con un tono suave: —Pronto, ¿verdad?¡Pronto! Pero, ¿qué tan pronto puede ser? Yolanda tragó saliva y comenzó a decir: —En realidad, vivir en la oscuridad no es tan difícil como pensaba, yo creo que...—¡Yolanda! —Alvaro la interrumpió antes de que pudiera terminar. La irritación del hombre era evidente y no podía ocultarla. Se levantó de golpe y, dejando atrás una frase: "Descansa bien", salió de la habitación. Sin embargo, justo cuando estaba cruzando la puerta, escuchó a Yolanda preguntar desde atrás: —¿Es de día o de noche ahora?Alvaro vaciló. Siempre fue una persona distante, pero en ese momento, su corazón endurecido no pudo evitar conmoverse. ¿Qué significaría esta oscuridad interminable para una persona? No se trata de acostumbrarse o no. Sino de la desesperación de no poder distinguir entre la noche y el día. —Yolandita, pronto recuperarás la vista, ¿de acuerdo? —dijo él, su voz se suavizó, casi como si estuviera consolando. La irrit
La situación con Yolanda se estaba tornando más complicada, y la ansiedad en su corazón crecía cada vez más. Por otro lado, en Bahía de las Palmeras, Delicia escuchaba atentamente las conclusiones de la investigación de Néstor. Su rostro reflejaba una mezcla de emociones indescifrables.Después de un largo rato, incapaz de calmar sus emociones, Delicia miró a Néstor, apenas audible, preguntó con voz sofocada: —¿La hija de mi padre?—Sí. —confirmó Néstor. —¿Una amante?—Sí.Delicia quedó sin palabras.—Entonces, entonces... ¿mi madre murió a causa de ellas?—Sí. —volvió a confirmar Néstor.Delicia cayó en un silencio profundo, sintiendo como si el mundo entero estuviera inundado por aguas heladas. Siempre había sabido la trágica historia de sus padres: su padre, Ángel López, había fallecido en un accidente, y su madre, Ana García, murió de tristeza. Su abuela, Beatriz Navarro, no soportó la pérdida de su hija y falleció poco después de Ana. Desde entonces, Delicia había estado sola en
Delicia entrecerró sus hermosos ojos. Al abrirlos de nuevo, un destello de determinación cruzó su mirada.—Delicita—¡Sí!—Creo que deberías dejar este asunto, yo puedo ayudarte...—¡No hace falta! —Delicia respondió sin siquiera pensar.Lo que le había contado Néstor esa noche la había dejado en shock. Necesitaba tiempo para digerir esa avalancha de información inesperada y luego planificar su próximo movimiento.Había pensado que el resentimiento de Yolanda hacia ella era por Alvaro, pero nunca imaginó que se debiera a un incidente tan lejano en el tiempo. Y lo más impactante era que Yolanda... ¡era su propia hermanastra! Claro, ella jamás aceptaría esa relación, incluso le repugnaba compartir la misma sangre con Yolanda.En ese instante de cerrar los ojos, lo que ocultaba era una furia descontrolada.—Delicia. —llamó Néstor, percibiendo la tensión en ella y con un tono de preocupación.Delicia abrió los ojos, recuperando su calma: —Estoy bien, Néstor.Decía estar bien, pero solo aq
Al día siguiente, Delicia se levantó temprano y bajó las escaleras. Néstor ya estaba en la mesa del comedor. Al ver su semblante preocupado, frunció el ceño y preguntó: —¿No dormiste bien?—Uh-huh. —respondió él. Claro, con tanto en la mente, ¿cómo podría ella dormir tranquila? Aprender algo tan impactante de repente requería tiempo para procesar.Néstor colocó un vaso de leche frente a ella y comentó: —Eso es exactamente lo que preocupa a Patricia.Al escuchar el nombre de Patricia, Delicia sintió un torrente de gratitud. Afortunadamente, tenía a Patricia, a Néstor, a su prima Flavia... Gracias a ellos, no tendría que enfrentar el mismo destino trágico de su vida anterior.Tomando un sorbo de la leche, preguntó a Néstor: —¿Cómo vas a ir después?Néstor echó un vistazo al reloj y dijo: —En un rato llegará mi gente. ¡Te llevaré contigo!—¿Yo? —Delicia se sorprendió.—Sí. —asintió Néstor.Delicia apretó los palillos con fuerza. La Ciudad de México no era tan grande, y Néstor no pasar