Capítulo 123
En medio del creciente tumulto y la agitación, Isabel estaba cada vez más enfadada.

—Mándala a casa ahora mismo. —exigió, incapaz de soportar la situación ni un minuto más. Nadie podía imaginar cuánto estaba conteniendo su ira. Probablemente, una vez concluyera la fiesta, estallaría en cólera.

Por otro lado, Yolanda se sentaba tranquilamente en su silla de ruedas, con los ojos vendados, proyectando una imagen de inocencia y vulnerabilidad. Su largo cabello y su aire de pureza la hacían parecer aún más lastimosa. No era de extrañar que, cuando se filtraron fotos de ella en esta condición, la ira pública se dirigiera hacia Delicia. La percepción de la gente a menudo sigue la belleza exterior.

Con una sonrisa en los labios y una voz suave y tierna, Yolanda llamó a Miguel.

—Sí, señorita Yolanda. —respondió él, claramente abrumado por la presión de su tarea. Su posición era precaria, atrapado entre Isabel Silva, la matriarca Carmen Jimenez y la señora Jimenez. Se preguntaba qué estaba pen
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