“No soy ejemplo para nada ni para nadie. Tengo miserias como cualquiera de ustedes. Catorce marcas que me duelen en el alma. Y cien defectos que me siguen y no aprenden…” Manuel Carrasco.
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New- York- Usa.
Algunas semanas habían pasado después de aquel encuentro, tanto Joaquín como María Paz se veían muy poco, y sus encuentros ocasionales se daban cuando el joven colombiano iba a realizar las tareas con su amigo Santiago, las veces que coincidían no tenían mucho tiempo de charlar.
Una tarde en la cual los rayos del sol resplandecían en la casa de la familia Vidal mientras Santiago y Joaquín realizaban un proyecto de Contabilidad, María Paz no se percató de la presencia del joven colombiano y entró de la piscina por la puerta del jardín.
“…Vale la pena pelear por nuestros sueños. Vale la pena equivocarse y levantarse. Vale la pena liberarse y ser el dueño de la verdad siendo uno mismo en cualquier parte…” Manuel Carrasco. ****Minutos después.María Paz se hallaba acostada en su cama, boca abajo chateando con su mejor amigo, ya no se oía música, ni las voces de los compañeros de Santiago, notó como los motores de los vehículos se iban encendiendo, entonces escuchó tres golpes secos en la madera de la puerta de su habitación.—Adelante —contestó, y bajó la tapa de su laptop, entonces giró su rostro y se encontró con la mirada de su hermano.—Nena, voy a salir —coment&oacut
Al día siguiente.Joaquín caminaba de un lado a otro por los pasillos del edificio de la universidad. Miraba impaciente su Rolex, esperando ver aparecer a su amigo Santiago. Varias chicas lo saludaban y coqueteaban con él, el joven ni corto ni perezoso correspondía de la misma forma.Faltaba un minuto para ingresar al salón cuando Santy llegó corriendo agitado.—Parcero, pensé que no vendrías —recriminó a su amigo.Santiago tomó una gran bocanada de aire.—Mi hermana amaneció enferma. —Miró a Joaquín elevando una ceja.—Ella es más necia que una cabra —comentó—, yo se lo advertí, pero no me hizo caso. ¡Qué vaina! —Negó con su cabeza preo
“… Voy a ser el que siempre te amarre el zapato. El que cuide de ti cada paso. El que ponga sabor a tus labios…” Enmanuel. **** East Hampton- Nyc, Usa. Al medio día María Paz finalizó de conversar con sus padres por videollamada, y se recostó en su cama, su verdosa mirada se llenó de nostalgia al recordar lo ocurrido con Joaquín, entonces encendió su laptop, y lo buscó en redes sociales. —No tienes un perfil privado. —Bufó. Enseguida se puso a observar las fotografías de las fiestas a las que asistía, y como en varias imágenes salía abrazado con algunas mujeres. —Descarado —expresó frunciendo los labios. Notó también que no poseía fotos familiares, ni con
"… Ya ves, mi edad es tan difícil de llevar. Mezcla de pasión e ingenuidad, difícil controlar"... Alejandro Sanz. **** María Paz presionó sus labios, enrojeció al notar la mirada inquisidora de Joaquín sobre ellos, entonces apenas Matt se alejó ella volvió hacía el joven Duque. —¿Puedo pasar? —averiguó María Paz. Un ataque de tos le sobrevino al él, entonces ella aprovechó para ingresar al apartamento. La jovencita contempló Manhattan desde los amplios ventanales de aquel lujoso lugar, y enseguida colocó las bolsas que traía sobre el desayunador de la isla de la cocina que tenía una preciosa vista a una terraza. —¿Cómo te sientes? —averiguó ella mirándolo a los ojos. —Como todo el que tiene gripe —respondió cerrando la puerta del apartamento, enseguida volvió al sillón y se cubrió con la manta. María Paz se acercó a él, y tocó su
“He tratado de no pensar en ti. Como si nunca hubieras pasado por mi vida. Siguiendo los consejos de mis amigos. Mujeres, tragos y otras cosas más…” Guillermo Dávila. **** «Sing me to sleep by Alan Walker» sonaba en las bocinas de aquel lugar. El olor a cigarrillo se inundó en las fosas nasales de Joaquín, el joven caminó sonriente hasta encontrarse con sus amigos en aquel bar. Enseguida una hermosa chica de cabello negro se acercó a él. —Pensé que no vendrías —susurró al oído del joven. Él sonrió y barrió con la mirada a la muchacha. —Nunca falto a una reunión —contestó ladeando una sonrisa. —¿Bailamos? La chica aceptó y de inmediato se encaminaron a la pista. Aquella mujer se contoneaba con sensualidad provocando al joven, entonces en un par de
“…Un beso. La culpa fue del primer beso…” Dyango. *** María Paz hizo lo mismo con un caballero, mientras le sonreía y cruzaba miradas con su Duque, luego que la pieza terminó, ella se acercó a él. —Necesito que me ayudes a animar a estas personas, yo los visito todos los domingos, algunos son olvidados de su familia, les traigo alegría. Joaquín la observó con admiración. A lo largo de su vida había conocido a muchas mujeres, y cuando tuvo la edad de María Paz varias de sus amigas ya andaban en discotecas, bares, salían con chicos, pero la jovencita Vidal era distinta, prefería pasar con un grupo de ancianos que, con gente de su edad, y lo hacía por llevar alegría a esas almas olvidadas de sus familiares. —Pero esto está muy aburrido —comentó él—, voy a cambiar de música. ¿No hay licor? <
“... No sabía que con su partida. Se iba a ir detrás toda mi vida…” Cristian Castro. **** Diana y Rodrigo miraban la televisión en la sala de descanso de su mansión, su hijo Santiago se hallaba en su alcoba, cuando los sollozos de María Paz alertaron al joven, él enseguida ingresó a la habitación de su hermana, y la miró en el piso, con las manos en el rostro llorando sin parar. —Paz, ¿qué sucede? ¿Qué tienes? —cuestionó el joven inclinándose ante ella. Los padres de ambos chicos al escucharlos enseguida se dirigieron a la habitación de María Paz. Rodrigo se acercó de inmediato a abrazar a su hija. Diana arrugó el ceño sin saber qué le pasaba. —Cariño ¿por qué lloras? —investigó su mamá acercándose para tomar la mano de la jovencita. —Agatha...—Gimoteó—... falleció —comentó ahogada en llanto. La señora Vidal presionó sus labios,
“Lo siento si alguna vez te he herido. Y no supe darme cuenta a tiempo…” Franco de Vita. **** Al día siguiente: María Paz junto a su familia escuchaban con tristeza el sermón que el sacerdote disertaba en la ceremonia de despedida de Agatha, después de finalizar la misa llevaron las cenizas de la dama a la sepultura. La jovencita sollozaba abrazada a su madre, observando como colocaban en la urna el cofre con los restos de su amiga. —Buenos días —escuchó en ese particular acento, entonces su corazón vibró y giró para mirarlo con los ojos humedecidos. —Hola, Joaquín —habló Santiago, y se acercó a su amigo. —Los acompaño en su dolor —expresó intentando sobrellevar todo aquello que a él lo atormentaba. —Gracias por venir. —No tienes nada de