Capítulo cinco

–¡De nuevo!–.

Un gruñido sale de lo más profundo de mí ser al escuchar al Alpha de Silver Moon gritar.

¡Llevamos tres malditas horas en este ejercicio!

Quise gritarle, pero me contuve, ya había visto lo que pasaba cuando alguien se quejaba. Los pobres imbéciles que creyeron que era buena idea pedirle a la mujer de pelo negro que disminuyera el ritmo terminaron haciendo el doble de ejercicios de calentamiento.

Lo que tenían bien merecido en mi opinión.

¡Se supone que eran los guerreros de la manada!, los responsables de cuidarla, pelear y protegerla. Yo mismo hubiera triplicado los ejercicios de haber podido, o los hubiera mandado a hacer el doble de guardias como castigo.

Me centré de nuevo en la tarea que tenía entre las manos sin querer ser el siguiente objetivo de la atención de la Alpha, tranquilice mi respiración y cerr&ea

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