AMELIE. La puerta se abre, y una madre, con fingida preocupación, se adentra en el lugar. La observo seriamente, mientras ella toma mi mano, e intenta acariciar mi mejilla. Toma asiento en el sillón al lado de mi cama, y deja un beso en mi mano, mientras lo acaricia, y hace presión. Veo como sus ojos sueltan lágrimas, que antes, creería que eran sinceras. —El beso de Judas —mascullo, mientras aparto mi mano de su calor. —¿Qué? —inquiere confundida. —No debes actuar en frente de mí, madre. Ya sé toda la verdad —Mi madre, se aparta de mí, afloja todo el cuerpo, y se cruza de piernas. —No podía cerrar la boca. Sabía que Ismael no era idiota —refuta y yo sonrío. —Tu error es cometer justamente eso. Error tras error. Confiarte —Vuelvo a sonreír, mientras mis ojos se cristalizan—. Sé que mataste a mi padre. Todo su cuerpo se tensa, sus ojos se abren, y deja de mostrarse relajada, enderezándose en su lugar. —¿Cómo lo supiste? —bufo, y niego. —¿Sabías que él estaba enterado de que ib
Cuando Dante se marchó de la mansión, decidí ayudar a mi esposo con algunas cosas de su empresa. Del mismo modo, también trataba de reposar lo suficiente para recuperarme más rápido. De eso pasaron una semana, y ahora me encontraba totalmente recuperada. La casa del campo, ya estaba casi terminada, y mi esposo, tenía un evento importante de su empresa. Era el aniversario de su empresa, y, por ende, debíamos asistir todos. Mi esposo se encontraba, colocándose el traje, mientras yo me prendía los tacones en el tobillo. Literalmente, me sentía hermosa, una diosa, como nunca antes. Mi esposo se acerca, y me ayuda con ellos, para después, ponerse de pie, y extender su mano para mí. Tomo con suma suavidad, y una corriente nos envuelve, y con su sonrisa particular, me indica que también lo ha sentido. Me acerco al espejo, con él a mi lado, y nos veo, a través de él, tan elegantes, tan guapos, tan finos. Yo tan pequeña y él tan feroz. Baja su cabeza hasta mi hombro, y relaja su mentón sob
Por la mañana, Ismael ya se encontraba listo para ir a la empresa. Es como si olvidara que es sábado, y que la oficina hoy no abre; pero dado el caso, que es el jefe, imagino, que él si va a trabajar. —Casi me olvido —inicia su conversación sin darme los buenos días—. David Pondb suele encontrarse con tu madre. Ten cuidado. —Buenos días para ti también —refuto, y él, sonríe. —Lo siento. Quería advertirte, antes de olvidarme —responde, acercándose a mí y dejando un beso sonoro en mi frente—. Imagino que tú irás a la hacienda. —¿Crees que mi madre se confabuló con él, o viceversa? —Ignorando su comentario. Sé que no quiere que vaya aún, pero debo hacerlo, para ver los avances de la construcción. —Más bien, creo que lo quería utilizar —responde—. No lo sé con certeza, pero lo averiguaremos. —También debo visitar al abuelo —Él asiente y suelta un suspiro—. ¿Qué sucede? —Estoy preocupado. Toda esta situación no me deja concentrarme en nada. Quiero entender exactamente porque te odia
ISMAEL. Abarcábamos todo como lo habíamos planteado. Mi prioridad era encerrar a la madre de mi esposa, pero mi distracción eran dos personas que salieron de prisión. Mi hermana y el ex. No sé cómo esa mujer logró hacerlo, pero está claro que tiene poder para hacerlo. Dinero más que nada. Ahora, debemos investigar de donde proviene su dinero. La puerta de mi oficina se abre. Escucho unos pasos acercándose. —Dije que no estoy disponible para nadie —refuto a mi asistente, sin embargo, no hay una respuesta de regreso, lo que me hace levantar la cabeza, llevándome la sorpresa de que es mi querida suegra—. ¡Oh, eres tú! Ya te habías tardado. Recuesto mi espalda en el sillón, en modo de mostrarme relajado, uno mis manos entre sí, mientras acomodo mis codos en los reposabrazos. —¿Me esperabas? Eso definitivamente es noticia —comenta, recorriendo la estancia—. Esto es muy…, extravagante. —Me conoces. Soy rico —Me observa y le guiño un ojo—. ¿A qué has venido? ¿A matarme, amenazarme? —V
El amanecer filtraba por la mañana. Ambos nos encontramos desnudos en la cama, cubiertos por una fina sábana de seda. Aún no le he consultado nada sobre su conversación con el abuelo, o tal vez solo quería asegurarse de que estuviera bien.Gira sobre el cómodo colchón, para quedar sobre mi pecho.—¿Ya estás despierto? —inquiere, estirando su cuerpo, para luego, sujetarse de sus brazos, sosteniendo su peso con n ellos, solo la parte superior de su cuerpo y así, observarme—. ¿No te parece muy temprano?—Lo es —respondo con una sonrisa—. No me has hablado de tu encuentro con el abuelo. ¿Qué tal fue?Se desploma en la cama, voltea sobre ella, quedando boca arriba, con sus pechos desnudos mirando al techo. Mi masculinidad se tensa ante tan asombrosa belleza, lo que me hace tragar en seco.—Raro. O sea, dijo que no debíamos preocuparnos por las pruebas. Que, en estos tiempos, las mentiras no duran lo suficiente, y los muertos, no se mantienen muertos.—Quizás lo dijo por él. No olvides que
AMELIE. Todo lo que mis ojos veían, era asombrosamente, asombroso. Era algo único. La hacienda ahora tiene no solo una imagen campestre, sino también, un toque elegante, sofisticado y serio. Y lo mejor, es que me gusta mucho. La felicidad no cabía en mí pecho. Comencé a caminar por el lugar, admirando cada de detalle que los trabajadores iban haciendo. Había partes que aún no se ha terminado, pero en su mayoría, estaba hecho. Ingreso a las caballerizas, y me acerco al oscuro caballo que mi padre me había regalado. Le di un toque suave en la cabeza, y sonreí. —¿Quién diría que conseguiría tanta felicidad luego de un matrimonio fallido? —musito la pregunta al animal. Estoy completamente segura que me entiende, pues mueve la cabeza a un lado—. ¿Qué mi hija lo adoraría hasta el punto de llamarlo papá? Es raro de ver, pero pasó. Suelto un suspiro y vuelvo caminar hacia la salida, y dirigirme a donde se encuentran ellos. Ismael, está hablando con uno de los ingenieros, quizás, dando
Un cumpleaños feliz, una noche apasionada. ¿Qué más puedo pedir?Quizás, que mi madre siente cabeza, calme su odio, y vuelva a quererme como lo hizo antes, si es que, en verdad, lo hizo alguna vez. La cuestión es que, necesito que esta guerra, por intereses acabe de una maldita vez.Necesito dormir tranquila en las noches, sin pensar que alguno de mis personas favoritas, sean lastimados por culpa de la ambición de otros.Estoy conduciendo rumbo a la hacienda, como siempre, con varios hombres siguiéndome. Cuidándome la espalda. Cuando llegué, el capataz que recibió la bala por mí, aquel día en que me secuestraron; se encontraba en frente con varios de los trabajadores.No solo eso, sino que también, la entrada estaba decorada con globos, y un cartel que día con letras grandes “FELIZ CUMPLEAÑOS, PATRONITA.”Su esposa tenía un pastel en sus manos, y todos tenían una sonrisa enorme en el rostro.Cuando baje del auto, sus canticos comenzaron, y me sentía una niña pequeña, recordando las ve
ISMAEL.Sabía que la noticia le caería mal, pero jamás imaginé que hasta al punto de desmayarse. Realmente, esto no es algo que me lo esperaba. Me encuentro completamente asustado, conduciendo sin importarme cometer alguna infracción, por la alta velocidad.Una hora lleva salir de aquí, y unos treinta minutos, llegar al puesto de salud más cercano.—Más rápido, Roberts. Ella no despierta.En ese preciso momento, la camioneta se estacionaba frente al hospital. Sin tardarme unos segundos más, saqué a mi esposa en brazos, mientras los doctores y enfermeras se apresuraban en atendernos, bajo el aviso de mi escolta.No quería soltarla ni un solo instante, pero no me permitían avanzar a la zona restringida.—Ella estará bien, señor. La jefa es fuerte —susurra mi escolta. No hace mucho la estábamos sacando de un puto hospital, y ya nuevamente estaba ingresando en uno.—¿Crees que fue mala idea, contarle la verdad? —Él niega.—Creo que se ha desmayado por otra cosa —contesta, con un poco de v