CONMOCIÓN

Darío despertó de mañana, observó a su esposa de pie frente a la ventana, mirando a la nada, últimamente estaba muy preocupada.

Se levantó de la cama, se acercó y abrazó a la mujer por la cintura y aspiró el delicioso aroma de su cabello.

—Puedo notar que últimamente estás preocupada, mi amor, puedo saber que ronda tus pensamientos.

Sofía soltó un suspiro pesado. El día se acercaba y temía por su seguridad y la de su familia. Un perro herido podía ser muy peligroso.

—Temo por nuestra seguridad, es todo, sé que no debería, pero resulta inevitable.

Darío le dio un beso en la mejilla y trató de calmarla.

—No tienes que preocuparte, yo me haré cargo de todo, amor, tú quédate tranquila.

Sofía observó a su esposo ingresar a la ducha. El día anterior había salido por la noche y había regresado de madrugada, decidió no preguntar el motivo.

Era consciente de que no tenía una amante, las cartas con amenazas habían dejado de llegar.

Al menos era algo bueno, estaba cansada de vivir con la preocup
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