¡TIENES QUE AYUDARME!

Patricia estaba algo preocupada, habían sepultado a su suegro.

Pero nadie de la familia Allen se había hecho presente para darle el último adiós al hombre, ni siquiera el anciano se había preocupado por asistir.

Esas personas eran realmente horribles, no tenían corazón.

Su esposo bebía prácticamente todos los días, la empresa se estaba cayendo a pedazos y ella no podía hacer nada para ayudarle.

La noche anterior, Pablo había pasado fuera de la mansión, y su suegra vivía encerrada en su habitación, no quería ver a nadie.

La casa parecía estar abandonada, sus padres eran los únicos que la apoyaban en esa situación tan complicada que atravesaban.

Su coche se detuvo a las afueras del edificio de Darío.

Necesitaba hablar con Sofía, quería que retirara la demanda y así evitarse más problemas. Su marido tenía suficiente dinero, con eso ella podía vivir de por vida.

Ingresó al ascensor y marcó el piso indicado. Después de unos minutos, las puertas fueron abiertas de par en par.
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