--- Sin darse cuenta de los pensamientos de Hada, Edwin sacó el anillo de la caja y dijo con seriedad: —Hada, me gustas mucho, mucho. Cada vez que estoy contigo, solo puedo pensar en querer pasar el resto de mi vida contigo. Aun así, no me gusta mucho la idea del matrimonio. Si no te importa, comprometámonos primero y esperemos hasta que... —¡Qué tontería! —Vincent golpeó la mesa con la palma de la mano, interrumpiendo la propuesta de Edwin—. ¡Edwin, deberías centrarte en tu carrera y ocuparte del negocio familiar! —Comprometerme no afectará mi carrera —argumentó Edwin. —¡No! ¡Eres demasiado juguetón con las mujeres! ¡Comprometerse podría darle falsas esperanzas y herir sus sentimientos! —¿De verdad soy tan horrible, papá? —preguntó Edwin, disgustado—. Soy un hombre de palabra. Seré bueno con Hada, ¿o acaso no te agrada? —Así es. No me agrada. ¡Ustedes dos vienen de orígenes completamente diferentes! —exclamó Vincent—. ¿Cómo pueden beneficiarte si su familia no tiene un
--- Mientras iban en el taxi, **Camila y Hada** conversaban. —¿Qué sentido tiene todo esto? Además, ni siquiera me enviaron una invitación —dijo Camila exasperada. —Vamos. No hay ninguna razón para que nos niegue la entrada. Ellos anunciaron que la boda era pública, y si no, Edwin tendrá una manera de dejarnos entrar. Probablemente ya esté allí. Camila frunció los labios. —¿Estás molesta, Nana? —Hada se acercó a Camila y la tomó del brazo—. ¿Aún tienes sentimientos por el señor Langley? —De ninguna manera —respondió Camila. —Tu expresión me dice lo contrario. Sin embargo, el señor Langley te ha mentido una y otra vez. Yo no lo habría perdonado si estuviera en tu lugar. Camila se rió. —Si es así, ¿por qué insistes en que asista a su boda? —Ese es otro tema —dijo Hada—. Me preocupa que los periodistas inventen historias sobre que te sientes inferior a Verónica si no estás presente. —Qué tonterías —murmuró Camila. Con entusiasmo, Hada le mostró la pantalla de su t
Verónica asintió en respuesta. “Me aseguraré de recordar sus palabras, señora Díaz”. —Soy tu mamá —dijo Pilar, ya que no pudo soportarlo más, y se quejó—. No importa si sueles hacer esto en casa, pero ¿cómo te atreves a faltarme el respeto en un día como este? —Tengo una mamá —respondió Verónica frunciendo los labios—. Estoy segura de que no te gustará que te llame madrastra, ¿verdad? —¡Verónica! —Gorge perdió la paciencia—. No olvides qué día es hoy. —¿Cómo podría? Hoy es mi boda —respondió Verónica. Agarró con fuerza la mano de Gorge y le dijo con sinceridad—: Papá, espero que tengas una vida larga y saludable. Gorge miró la dulce sonrisa de su hija y sintió un escalofrío recorrer su espalda. Era como si un lobo que había mantenido en cautiverio finalmente hubiera salido de la jaula y quisiera devorarlo. Mientras tanto, Camila se encontró atada a una cama de hospital cuando recuperó la conciencia. La sala era enorme y había muchos instrumentos médicos. Además, había dos
—Señorita Camila, es usted quien necesita mi ayuda. ¿Por qué actúa tan arrogante como si fuera la jefa? Camila forzó una sonrisa traviesa e insistió: —Señor Langley, me gustaría solicitar la ayuda temporal de algunos de sus empleados. Permítame compensarlo por su tiempo y esfuerzo. —Podemos hablar después de cenar —dijo Jeremy. —Está bien, hagámoslo. Mientras estaban en el supermercado, Camila recibió una llamada de Noé, quien le preguntó dónde estaba. Al enterarse de que él y Lena aún no habían cenado, Camila los invitó para que cenaran todos juntos en casa de Jeremy. Jeremy frunció el ceño, triste y molesto, pues esperaba compartir más tiempo a solas con Camila. —¿Mi casa es un refugio para cualquiera? —preguntó. —No se permite la entrada a cualquiera —respondió Camila con impaciencia—. Pero mi hermano va a ser tu futuro cuñado, ¿por qué te molesta que cene en tu casa? No parecías tan molesto cuando vino Verónica el otro día. ¡Incluso la llevaste arriba para hablar
---—Es muy amable de su parte, señor Montez. —Camila le sonrió con gentileza antes de responder—. Para conseguir la licitación hoy, hemos trabajado muy duro. Ganarla será un testimonio de nuestras habilidades como empresa.—Eres inteligente y hermosa, señorita Reynad. Cualquier hombre se enamoraría fácilmente de ti.—Está exagerando, señor Montez. No soy tan capaz como para eso —respondió Camila, ya muy incómoda y sin intención de prolongar más la conversación. Se disculpó para marcharse. Sin embargo, Arthur dio dos pasos hacia adelante, impidiéndole el paso.Con una sonrisa halagadora y extraña, Arthur hizo una reverencia y murmuró con voz profunda:—Señorita Reynad, le daré un regalo. Espero que sea de su agrado.Camila sintió un escalofrío recorrer su espalda. Cuando recuperó el sentido, el hombre ya había desaparecido, dejándola con el ceño muy fruncido y una sensación de incomodidad que no podía ignorar.A las diez en punto, comenzó la subasta.En el salón, también había otras m
---—Ya no me sirve de nada —respondió Jeremy con una sonrisa suave pero amarga—. Aprecio que te hayas tomado la molestia.Edwin suspiró. —Lo siento, he trabajado mucho para investigar esto, pero esto es todo lo que he podido encontrar.Después de que Edwin se fue, Jeremy se quedó solo en la enorme oficina. Agachó la cabeza y pensó en algo con mucha atención. Después de un rato, abrió el cajón y sacó las fotografías del interior del libro.En el pasado, a veces quería desesperadamente conocer a sus padres biológicos, especialmente debido a su laguna mental. No recuerda nada de su infancia ni de sus padres. A veces imaginaba el momento en que se reuniría con la mujer que lo trajo al mundo y preguntarle por qué lo abandonó. Había estado pensando en cómo sería si se conocieran. Después de investigar mucho sobre su pasado, poco a poco se fue desanimando más hasta que finalmente se dio por vencido.Esta gente ya se había ido hacía tiempo de este mundo.Jeremy contempló la fotografía por
---Mientras jadeaba, Jeremy vio la pequeña luz roja de una cámara en miniatura escondida en la lámpara de la pared. Su mirada se oscureciópero no tenía fuerzas para moverse.A Jessica le sangraba la cabeza. Estaba aterrorizada y quería huir de la habitación. Sin embargo, al recordar el odio y las ganas de venganza, que ardian en su pecho en contra Camila y de Jeremy decidió quedarse.Jessica se arrastró hasta los pies de Jeremy y se abrazó a él, tocándole la pierna seductoramente sin parar. —Señor Langley… —susurró.Al mismo tiempo, se bajó la falda para revelar la piel lechosa que había debajo de ella.—¿Estás intentando que te maten? —gruñó Jeremy. Una gota de sudor le resbaló desde la frente hasta su mejilla. Su voz era gélida, y su mirada sombría pero no podía apartar la mano de Jessica porque su cuerpo no le respondía.Jessica se levantó y se subió nuevamente sobre él. Mientras se hundía en los brazos de Jeremy, extendió la mano hacia su bolsillo. Una vez que sacó su teléfono
--- Mientras aún estaba aturdido, la mujer que estaba recostada sobre él se despertó. Lo miró agotada y soñolienta y le preguntó: —¿Qué pasa? ¿Ya te sientes mejor? Jeremy dejó escapar un suspiro de alivio al mirar su rostro conosido. —Gracias a Dios que eres tú —dijo en su corazón. —Estoy tan cansada —murmuró Camila, el cansancio era audible en su voz. Ella bajó la cabeza para darle un beso en el pecho. Pensando que la droga aún no había desaparecido de su organismo, murmuró: —Déjame dormir un poco más, ¿vale? Me duele mucho la cintura… El lugar que ella besó se calentó y ese calor se abrió paso hasta el corazón de Jeremy. No pudo evitar abrazarla y besarle el cabello. —¿Por qué se te acelera más el corazón? —preguntó Camila, sobria de su preocupación—. ¿Todavía te sientes mal? En ese momento, Camila sintió la necesidad de despellejar viva a Jessica. Después de frotar su mejilla contra el pecho de su hombre, suspiró y dijo: —Está bien. Te ayudaré, pero no pu