CAPITULO 226

Verónica asintió en respuesta. “Me aseguraré de recordar sus palabras, señora Díaz”.

—Soy tu mamá —dijo Pilar, ya que no pudo soportarlo más, y se quejó—. No importa si sueles hacer esto en casa, pero ¿cómo te atreves a faltarme el respeto en un día como este?

—Tengo una mamá —respondió Verónica frunciendo los labios—. Estoy segura de que no te gustará que te llame madrastra, ¿verdad?

—¡Verónica! —Gorge perdió la paciencia—. No olvides qué día es hoy.

—¿Cómo podría? Hoy es mi boda —respondió Verónica. Agarró con fuerza la mano de Gorge y le dijo con sinceridad—: Papá, espero que tengas una vida larga y saludable.

Gorge miró la dulce sonrisa de su hija y sintió un escalofrío recorrer su espalda. Era como si un lobo que había mantenido en cautiverio finalmente hubiera salido de la jaula y quisiera devorarlo.

Mientras tanto, Camila se encontró atada a una cama de hospital cuando recuperó la conciencia. La sala era enorme y había muchos instrumentos médicos. Además, había dos
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