Mis preciosas, regálenme sus valiosos comentarios. No sean malitas y escriban sus opiniones, me gusta leerlas. ¡Un besote!
CAPÍTULO 82: PERDERLO TODO.El juez golpeó su mazo, llamando al orden en la sala, que se había sumido en un caos de murmullos y exclamaciones sorprendidas.—¡Orden en la sala! —demandó, su voz resonando con autoridad.Sebastián, aún aturdido por la revelación, sintió cómo la fuerza de sus emociones lo dejaba sin aliento. Inesa, a su lado, lo miraba con preocupación, consciente del impacto que esta verdad estaba teniendo en él.El abogado de Isabella no perdió tiempo y se dirigió nuevamente a Roberto.—Señor Márquez, ¿puede detallar qué tipo de trato hizo el señor Becker con Sebastián Ashford?Roberto asintió, lentamente, su nerviosismo palpable.—El señor Becker… me pagó para que le dijera a Sebastián Ashford que una mujer con la que había pasado la noche estaba dispuesta a venderle al niño. Me aseguró que era por el bien del niño y que la madre no deseaba involucrarse.El abogado de Isabella se volvió hacia el juez.—Su señoría, queda claro que mi cliente, la señora Isabella Collins,
CAPÍTULO 83: NO HAY NADA ENTRE NOSOTROS.Coraline se apresuró a abrazar a su hijo, desde que se había convertido en adulto jamás lo había visto tan derrotado.—Encontraremos la manera, tú eres… —Coraline comenzó a decir, pero fue interrumpida por la aparición de Isabella.Aunque su hijo y hasta ella misma en algún momento la habían juzgado mal, pedirle al juez que no dejara ver a los niños a su hijo era demasiado. Estaba a punto de decir algo cuando Roger tomó su mano e hizo un movimiento negativo con la cabeza.Isabella se mojó los labios y se dio valor para hablar.—Yo… hablaré con el juez. Creo que hubo una equivocación, quizás el abogado entendió mal, nunca… —sus ojos trataron de no mirar a Sebastián, pero él tenía los ojos fijos en ella, sintiendo cómo un vacío se apoderaba de su interior—. Nunca le pedí que alejara a los niños de Sebastián —terminó diciendo—. Hablaré con el juez y le haré saber de mi decisión. Lo único que quería era que…Hizo una pausa para controlar su corazón
CAPÍTULO 84: PAGAR POR TUS ACCIONES.Mansión BeckerAmanda terminaba de darle de comer a su hijo cuando llamaron a la puerta. El timbre sonaba incesante.—¡Voy! ¡Ya voy! —dijo, mientras se dirigía a la entrada.Cuando abrió la puerta, varios agentes de la policía entraron rápidamente.—¿Ustedes… qué hacen aquí? ¿Por qué…?—¿Quién es? —Marcus terminaba de abrocharse los puños de la camisa y bajaba las escaleras. Sus cejas se fruncieron al ver a los oficiales—. ¿Qué hacen en mi casa?—Señor Becker, queda usted detenido por los cargos de robo y tráfico de menores —dijo uno de los agentes con seriedad.—¡¿Qué?! Tiene que haber una equivocación, ¡yo no soy culpable de nada! —exclamó Marcus, su voz llena de incredulidad y desesperación.Amanda abrió los ojos como platos y se apresuró a intervenir.—¿Quién acusa a mi marido? ¡Él no ha hecho nada! ¿Quién…?—Las pruebas fueron presentadas en el juicio —respondió el oficial con firmeza—. Usted robó y vendió al hijo de su ex esposa, Isabella Col
CAPÍTULO 85: ¿DE QUÉ SIRVE AUTODESTRUIRSE?―¿Dónde está? ―Mateo le preguntó a una Coraline preocupada.―Está arriba, hace dos semanas que no sale de su habitación. Hemos tratado de hablar con él, pero… ―ella se tapó la boca ahogando un sollozo, ―… se niega a escuchar. Incluso no ha visto a los niños desde que Isabella los trajo.Mateo suspiro y asintió para dirigirse a las escaleras.―Hablaré con él, no puede seguir así.―Por favor, Mateo, tú eres su mejor amigo, yo… no soporto ver a mi hijo en ese estado, él… no es mi Sebastián.―No te preocupes Coraline, hoy mismo saldrá de ese estado.Mateo le dio una pequeña sonrisa y fue con su amigo. Subió las escaleras con determinación. Al llegar a la puerta de la habitación de Sebastián, respiró hondo y la abrió lentamente.El olor a alcohol lo golpeó de inmediato, haciéndolo arrugar la nariz.—Joder, ¿desde cuándo estás bebiendo? —dijo Mateo, pasando entre las botellas y acercándose a su amigo.Sebastián estaba medio acostado en la cama, con
CAPITULO 86: ¿AUN LO AMAS?Cuando el abogado se fue, Elijah caminó de un lado a otro como un toro furioso.—La verdad no te entiendo —dijo con un deje de burla—. Acabo de ofrecerme a pagar ese dinero y ¿te niegas? ¿Qué sucede contigo, Isabella?Ella se giró, apretando las manos, tratando de contener su enojo. Desde el juicio, Elijah venía tomando decisiones en su vida sin consultarle y ya no estaba dispuesta a tolerarlo. Después de respirar hondo, se volvió hacia él y dijo con calma:—No quiero que asumas esa deuda porque ya has hecho suficiente, ¿entiendes? Yo… encontraré la manera de solucionarlo, no tienes que…De repente, la risa divertida de Elijah la hizo callarse.—¿Solucionar? ¿Cómo? ¿Tienes los cinco millones? No, ¿verdad? Entonces, ¿cómo vas a hacerlo? ¿Eh, cómo?Ella frunció las cejas, no gustándole la actitud de Elijah.—¿Sabes qué? Es mejor que te vayas, estás muy enojado y…—¡Sí, sí estoy enojado! ¡Estoy furioso! ¿Y sabes por qué? Porque intento por todos los medios que
CAPÍTULO 87: FRÍA INDIFERENCIA. Después de que la reunión terminara, los padres se dispersaron en pequeños grupos para charlar. Sebastián, aislado al otro extremo del jardín escolar, no había dejado de observar a Isabella ni un instante, estaba atento a cada gesto de ella, preguntándose cómo había podido ser tan idiota. Recordó los días felices junto a ella, y cada recuerdo era un puñal en su corazón. «Voy a lograr que me perdones mi amor. Voy a hacerte entender que fui un idiota, pero que no lo volveré a hacer» pensó. Notó la ausencia de Elijah a su lado, lo que aumentó la chispa de esperanza en su pecho. Las palabras de Mateo resonaron en su mente mientras se armaba de valor para acercarse a ella. —Isabella —la llamó con una voz baja, pero firme—, ¿podemos hablar un momento? Isabella giró lentamente, su rostro una máscara de indiferencia. Una madre cercana murmuró una disculpa antes de alejarse, dejándolos solos. —Ahora no es buen momento, Sebastián —respondió ella con frialdad
CAPÍTULO 88: ¿REGALO PARA QUIEN?Lucy terminaba de inflar el último globo mientras Isabela agarraba otro. Estaban en la sala decorada con colores vivos y globos por todas partes. Nicholas, el pequeño, estaba en otra habitación, emocionado por la fiesta.—Así que vas a hablar con él —dijo, tratando de sonar casual.Isabella suspiró profundamente, sintiendo un nudo en el estómago. La presión en su pecho aumentaba cada vez que pensaba en enfrentar a Sebastián. Sus pensamientos eran un torbellino de emociones contradictorias: amor, dolor, y una pizca de esperanza.—No tengo otra opción —respondió—. Nuestras empresas están ligadas, y si es un poco inteligente, aceptará rescindir y separarlas.Lucy observó a su amiga con preocupación. Conocía a Isabela lo suficiente para saber que toda esta situación la afectaba más de lo que dejaba ver. Se acercó y la tomó de los hombros.—Isabella… ¿Por qué no intentas darle una oportunidad? —sugirió.Isabella la miró atónita y le tocó la frente.—¿Estás
CAPÍTULO 89: UN DESEO.Sebastián se tensó ligeramente, pero mantuvo la calma.—Para Nicholas —respondió con firmeza—. Hoy es su cumpleaños y voy a su fiesta.Inesa arqueó una ceja, claramente sorprendida. Había algo más en su mirada, una chispa de celos y resentimiento que trató de ocultar.«Así que esa maldita lo invito, ¿eh? Bueno, parece que tendré que adelantar mis planes» pensó con maldad.—¿De verdad? —preguntó, tratando de ocultar su incomodidad—. No sabía que estabas invitado.—Bueno, ahora lo estoy —respondió Sebastián, sin apartar la mirada de ella—. Y no pienso perderme su cumpleaños.Mateo, notando la tensión, decidió intervenir.—Sebastián, deberíamos irnos ya. La tienda de juguetes cierra pronto y todavía necesitamos encontrar el regalo perfecto para Nicholas —sugirió Mateo, intentando aliviar la tensión.—Sí, vamos —respondió Sebastián, agradecido por la distracción.Inesa los miró a ambos, sintiendo una mezcla de celos y frustración.—Bueno, espero que encuentres algo