La copa de vino tintinea suavemente contra el cristal de la mesa cuando Camille la deja caer allí, un poco más brusca de lo necesario.Camille siempre disfrutó de una buena copa de vino, pero, últimamente, está bebiendo mucho más de lo que acostumbra. El estrés y la preocupación constantes están jugando en su contra y ella ni siquiera se ha dado cuenta La habitación está en penumbras. Solo la luz del atardecer, filtrándose entre las pesadas cortinas, pinta la estancia de tonos anaranjados y rojos. Ella se pasea de un lado a otro, descalza, con el vestido de seda rozándole las piernas como una caricia molesta.Su mente hierve.Alexander no contesta sus llamadas. No responde sus mensajes. Y aunque ha intentado convencerse de que solo está ocupado, una parte más oscura y venenosa dentro de ella sabe la verdad.Él se está alejando.Y no hacia cualquier lugar. No.Se está alejando hacia Isabella.—Maldita zorra —escupe en voz baja, arrojando la copa vacía a la chimenea. El cristal estalla
Camille camina de un lado a otro frente a la enorme chimenea, las fotografías extendidas sobre la cama detrás de ella, como si cada imagen fuera un clavo ardiendo en su espalda. Su mente trabaja a toda velocidad, hilando posibilidades, riesgos, oportunidades. No basta con separarlos. No basta con hacerla sufrir. Tiene que destruirla. Destruir la imagen que Alexander tiene de Isabella. Destruir la idea de una familia perfecta. Destruir la confianza. Con movimientos precisos, toma su teléfono y marca otro número. Esta vez no son sus contactos legales. No son sus aliados de siempre. Esta vez recurre a alguien de su pasado. Alguien que sabe cómo ensuciarse las manos… sin dejar rastro. Alguien quien ella sabe que no le fallará como todos los demás, porque esa persona busca tanta venganza como ella. La voz que responde al otro lado suena fría, áspera. —Necesito que encuentres todo lo que puedas sobre una mujer —dice Camille sin preámbulos—. Isabella Reyes. Un susurro, una afir
Después de una semana intensa y repleta de amor para Alexander e Isabella, la burbuja explota.Es viernes en la noche. Ha llegado el momento más esperado de la temporada para la empresa Blackwood, la gala benéfica para apoyar a los niños de casas de acogidas.La gala está en pleno auge. La luz dorada de los candelabros tiembla en las copas de cristal, mientras los murmullos y risas de los invitados se mezclan con una suave melodía de cuerdas. Las figuras de Alexander, Camille, Isabella y Henry se entrelazan entre los asistentes, pero sus mundos parecen estar en órbitas separadas, sin que ninguno se atreva a cruzar la línea de lo que realmente está ocurriendo.Isabella se encuentra en una esquina, observando la escena con el estómago revuelto. Sus manos están tensas, y sus ojos siguen los movimientos de Alexander y Camille. ¿Por qué me sorprende tanto verlos juntos? piensa. A pesar de todo lo que ha pasado, a pesar de las promesas, la cercanía entre ellos sigue pinchándole el alma.
Los días posteriores a la gala transcurren como una niebla espesa alrededor de Isabella. A pesar de la rutina que se esfuerza por mantener, algo ha cambiado. Lo siente en el ambiente, en la forma en que ciertas miradas se clavan en su espalda, en los susurros que se apagan cuando pasa.Pero sobre todo, lo siente en Camille.Cada vez que sus caminos se cruzan en Blackwood, Camille parece llevar puesta una máscara de cortesía, tan impecable como su maquillaje. Sin embargo, debajo de su sonrisa pulida hay algo más: un filo, una sombra de veneno cuidadosamente disfrazada.Hoy no es la excepción.Isabella camina por uno de los pasillos principales, un montón de carpetas en brazos, cuando la figura estilizada de Camille aparece a la vuelta de la esquina.—¡Isabella! —exclama ella, su voz como una campana dulce, pero con un eco que no encaja del todo—. ¡Qué eficiente te ves! Siempre tan ocupada.La frase, en apariencia inofensiva, resuena en Isabella como un zumbido molesto.—Gracias —respon
La ciudad parpadea a través de los ventanales, ajena al peso que Alexander lleva en el pecho. Se sienta en el borde de su cama, la chaqueta del traje aún puesta, la corbata floja, los ojos perdidos en la oscuridad del dormitorio. El eco de la gala todavía retumba en su mente: las risas falsas, las sonrisas forzadas, la presencia insoportable de Camille a su lado... y, sobre todo, la mirada herida de Isabella, que apenas pudo sostenerse antes de apartarse de él.Ella piensa que lo ha elegido a propósito. Que prefiere las apariencias, el compromiso frío que lo ata a Camille. Pero nada podría estar más lejos de la verdad.Alexander se siente vacío. No hay triunfo en su vida sin Isabella ni sus hijos. No hay sentido en los contratos, en los millones, en los eventos sociales. Todo su mundo, todo lo que realmente importa, está a pocos metros de él en este mismo edificio, pero se siente más lejos que nunca.Se pasa una mano por el rostro, frustrado. No puede seguir así. No puede permitir
POV DE ALEXANDER Me besó. Ella acaba de besarme, ella. Me separo un poco para fijarme en su expresión y me doy cuenta. Quiero esto, nos quiere a nosotros y yo no soy quien para impedirlo. Estoy aquí para cumplir sus deseos.Quería ser delicado al principio, intercambiar más besos suaves y profundos, de esos que nos dejaban confundidos y alborotados, pero tenerla ahí frente a mí tan dispuesta, no me lo permitió…A la mierda con la delicadeza.La cogí de la muñeca, la conduje hasta su habitación y tiré hacia dentro, llegando apenas a trabar la puerta antes de empujarla y estampar mi boca en la suya. Deslicé la mano debajo de su culo y la alcé para que quedara atrapada entre la madera y mi pelvis, que mecí contra ella mientras la besaba.La alejé de la pared, pero seguí sosteniéndola y la llevé hacia la cama. Envolvió las piernas en mi cintura y, fue tan natural tenerla en mis brazos, que no quería soltarla nunca más.— Solo para que quede claro, estamos haciendo esto porque yo quiero
La oí ahogarse cuando llegué al fondo de su garganta, pero solo le di un minuto antes de empujar una y otra vez. Sabía que la tenía más larga y ancha que la mayoría de los hombres, pero no iba a darle ventaja a menos que me la pidiera. Logró asentir, sus ojos húmedos pestañeaban de esa forma sincera y acusatoria y supe que estaba bien.—Me vas a volver loco.Sonrió en mi polla y joder, todo en mí palpitó. Me moví en su boca varias veces más hasta sentir esa presión en mi estómago y luego la saqué, con la respiración agitada por el esfuerzo que tuve que hacer para no correrme en ese precioso rostro.En cambio, usé el pulgar para limpiar los ojos de ella, que ahora estaban sucios de lágrimas.Tenía los labios hinchados y, sin embargo, eran receptivos a mi beso, tan deliciosamente suaves. Gemí en su boca mientras lamía mis dientes y saboreaba mi lengua, moví la boca con más fuerza contra la suya. Apenas podía respirar por besar a esta mujer.Era casi imposible parar, pero estaba lleg
La mañana irrumpe como una bofetada para Camille Leclerc.La luz que se filtra por las cortinas de su dormitorio parece más cruel que de costumbre, como si el universo supiera lo que está a punto de enfrentar.Un sonido insistente la despierta: su móvil vibra sobre la mesita de noche, parpadeando incesantemente.Mensajes. Llamadas perdidas. Notificaciones.Demasiadas.Frunce el ceño, irritada, mientras estira la mano para tomarlo.Cuando abre la primera alerta, su corazón se detiene.Fotos.Fotos de ella.Camille pestañea, incapaz de procesarlo de inmediato.Las imágenes son explícitas. Comprometedoras. Escandalosas.Ella, en situaciones privadas con hombres que no son Alexander Blackwood.Fechas, lugares, todo perfectamente documentado.Un montaje imposible de negar.—¡No! —exclama, sentándose de golpe en la cama, su voz rasgada por el pánico.El móvil resbala de sus manos y cae al suelo, pero el daño ya está hecho.La sangre le retumba en los oídos mientras intenta entender quién pu