Noviembre 2010
Todo comenzó cuando meses atrás Danko Dumont excluyó a la familia Baeva del consejo. Era un hombre poderoso pero antes que todo caprichoso; solo porque Sergey Baeva había cometido un mínimo error fue un motivo más que suficiente para excluirlo pues el no aceptaba los errores y, al tener al consejo comiendo de su mano, por supuesto que ellos aceptaron esa decisiónEl clan Baeva se retiró con su frente en alto, no le dieron el gusto de verlos suplicando otra oportunidad y se mudaron hasta el sur del continente. No volvieron a saber de ellos hasta tiempo después, cuando comenzaron los ataques.Al principio eran solo pequeños saqueos a sus bodegas, de inmediato Lianna y Danko sospecharon que era alguien de adentro pues conocía muy bien donde atacar; luego llegó el primer atentado, en el que alcanzaron a asesinar cuatro personas y herir a dos más. Eso los puso en alerta a la expectación de su próximo movimiento, que no se hizo esperar.PTorrente, una de las tantas propiedades de Lianna y, su mayor orgullo; era un club nocturno al que no sólo acudían sus habitantes sino todo aquel turista o visitante de otra ciudad que quisiera un poco de diversión por las noches. Pese a eso era un club bastante exclusivo, debía ser miembro, invitado o pagar una cantidad escandalosa de dinero si quería disfrutar una noche inolvidable. Y esa noche estaban a reventar, la pista estaba tan abarrotada que ya no se distinguía quién bailaba con quién. Tal y como a ella le gustaba.Claro que debajo de este club, la diversión se acababa y comenzaba el trabajo. No solo era una pequeña productora, sino que también era una de sus cajas fuertes. No había mejor lugar para esconder su dinero que en los lugares más obvios, pues nadie se esperaría que ella escondiera algo valioso en un lugar céntrico tan concurrido.Estaba en una de las máquinas contando dinero cuando uno de los empleados se le acercó.— ¿Qué qui
El golpe del agua fría directa a su cara hizo despertar de golpe al hombre atado en la silla. El pánico lo llenó apenas abrió los ojos, no necesitó mucho tiempo para entender en dónde estaba; lo único que necesitaba saber era quién lo había delatado.— Veo que ya estás despierto, Bohdan.— Habló Lianna desde el final de la sala.— Lianna, creo que estás confundida— trató de soltar las amarras que lo retenían — Liberame para que podamos aclarar esta situación.— ¿Y qué, según tu, hay que aclarar?— No sé lo que te habrán dicho — intentó explicarse — pero puedo explicarme.La única respuesta que recibió fue la risa de todos los presentes en la sala; su nerviosismo fue creciendo al darse cuenta de que era muy probable que no saldría de allí con vida.— ¿Hace cuánto que te aliaste con los del sur, Bohdan?— ¿Qué?— trató de parecer confundido.— Tendré que ponerte al día, parece.Le hizo una seña a uno de sus
— Vamos, Jasper — le dijo el viejo.— ¿En serio pensaste que no me daría cuenta?— No sé de lo que estás hablando, Carson.— Una risilla tensa escapó de él.— ¿Así será entonces?— el hombre hizo una seña para que le llevaran la cuenta.— Yo de ti pondría en alerta al informante.— Le dijo con burla. — Te estaré vigilando, Jasper. Tenlo presente.Y se levantó, dejándolo solo. Hecho una furia.Esperó a que pasara un tiempo antes de abandonar el restaurante. Subió al auto que ya estaba esperándolo. — Al aeropuerto.— ordenó al chófer.Le dejó un mensaje clave a Nathan explicando la situación. Ya luego se encargaría de esto. Antes debía volar a Tokio; sus negocios estaban creciendo bastante bien en esos lados del mundo y no podía descuidarlos.***Como ya era costumbre, cada vez que terminaban, ella se ponía su ropa y salía de su habitación. En total silencio, aunque seguramente ya los empleados estaban sospechando. Poc
No pertenecía a ninguna de las filas; era más bien el perrito faldero de Lianna, siempre que aparecía se pegaba a ella como un chicle, un chicle dispuesto a estrangular a cualquiera que se atreviera a mirar mal a su dueña.— Toc toc.Lianna lo miró un momento desde su escritorio y luego volvió a sus negocios.— Tanto tiempo, Chad.— Saludó sin apartar la vista del ordenador.— Tan hospitalaria como siempre, jefecita.— Sabía cuanto le disgustaba que la llamara así, pero le divertía. — ¿A qué se deben sus nuevos juguetes?— ¿Te refieres a las cámaras?.— Se quitó los anteojos y se recostó en su silla.— Hemos tenido unos cuantos inconvenientes, me pareció buena idea hacer un perímetro en toda la casa.— ¿Se refiere a infiltrados? — Sip.— Respondió sin darle mucha importancia.— Bien...¿Algún trabajo para mí?Y Lianna procedió a darle los detalles; solo él podría hacer un trabajo como este sin dejar rastro a
14 de diciembre 2000La pequeña niña de cabellos oscuros no comprendía porqué sus padres la llevaban a través de esos pasillos con paredes blancas, inmaculadas. El hombre de bata blanca frente a ellos caminaba sin parar de parlotear cosas que ella no lograba comprender.Su madre apretaba su mano con fuerza y la miraba con algo parecido a la tristeza pero, sabía que no era eso, mamá no la quería. Su padre la miraba cada tanto de reojo, con algo de entusiasmo, eso la extrañó un poco; si estaba allí era porque había hecho algo malo, aún no entendía qué era pero le habían hecho saber incontables veces que había actuado de manera incorrecta.— Señor Dumont, no puedo darle un tiempo exacto — explicó el doctor en cuanto estuvieron solo los adultos en el consultorio.— Estos tratamientos suelen ser muy impredecibles y, en una niña como Lianna lo son aún más.— ¿A qué se refiere con "una niña como Lianna"? — cuestionó la madre indignada.— Este trastorno es muy extraño y difícil de tratar; Lian
Cuando se enteró del escándalo sintió algo de pánico. Era como si los problemas y enfrentamientos lo persiguieran a donde fuera.Estaba frustrado porque, aunque trató de unirse a quienes iban a ayudar al pueblo, no lo dejaron alegando que podría herirse de nuevo la pierna y entonces si no saldría victorioso.— ¿Dónde tiene la cabeza, joven?—una señora de edad pero bien conservada se acercó a él con las manos tras su espalda.— Perdón... Estaba pensando en la situación actual.— Si... Realmente son personas desafortunadas- dijo pensativa — Estar en el momento y lugar equivocado para tener un final tan trágico.— ¿Nos hemos visto en algún lado?— preguntó Sara luego de un rato en silencio.— No lo creo, la recordaría.— respondió Eidhan. Sara asintió.— ¿Usted es familiar de Lianna?— preguntó curioso.— ¿Lianna?— Sara alzó una ceja.— Disculpe... La jefa.— Soy algo así como su nana.No pudo evitar reír.— ¿Qué le causa gracia?— Es que no tiene aires de Nana. —confesó Eidhan.— ¿Y cómo de
— Te esperaba en mayo, Paul.— Habló Lianna con los brazos cruzados.— Pero ya estamos en junio. ¿Hubo algún percance en el viaje?— Lo importante es que ya estoy aquí.— Refutó con una sonrisa.— Como siempre, para limpiar tu desastre.— ¿Exactamente, cuáles desastres has tenido que limpiar?— En serio, no soportaba a ese hombre.— Si mal no recuerdo eres tú quien siempre está causando algún problema.Aunque ya había sido advertida de que le daría una visita, ni así había logrado prepararse mentalmente pero para aguantarlo; el tipo siempre había querido tener la atención de Danko pero, siendo él un hombre tan frío, no soportaba a los necesitados de atención.— La cosa es...— como siempre un drástico cambio de tema.— Que me han enviado para ayudarte con la situación de rebeldes que tienes ahora.Eso encendió las luces para Lianna.— ¿Cómo es que el consejo está entrando de una situación aislada?— Bueno, no es como que los ata
Recorrió la ruta de desinfección pacientemente, no podía correr ningún riego de exponerla a los gérmenes o a alguna bacteria. Caminó por los estériles pasillos cubiertos de material aislante, para evitar el exceso de calor Lidya había instalado aires acondicionados por toda la casa por lo que el frío era un poco más intenso de lo que debería.— ¿Dónde está mi ahijada favorita?— Preguntó, una vez terminó la desinfección, a la joven que se encontraba leyendo tranquilamente con los tobillos cruzadas sobre el sofá.La joven levantó la cabeza emocionada, sus ojos brillando en lágrimas.— ¡Hada Madrina! — Saltó a abrazarla con mucha fuerza.— La eché tanto de menos...— le dijo llorando.— Yo sé, mi pequeña.— Acarició su cabello, cada vez más largo y ella odiaba cortarlo.— Perdón por tardar tanto en venir.— No importa, sé que estuviste algo ocupada.— Tiró de sus manos y la sentó en el sofá.— Mejor cuéntame...¿Has visto a mo hermana?Sara no supo