Justo cuando David estaba a punto de decir algo, Luna entró, furiosa. —Esmeralda, ¿cómo puedes ser tan desalmada? David resultó gravemente herido por salvarte, ¡y tú ni siquiera fuiste a verlo ni una sola vez! ¡Y ahora lo tratas así! Luego, tomó a David del brazo y le dijo con voz entre cortada: —David, ¡no le ruegues más! Si ella quiere divorciarse, ¡pues divórciate y ya está! ¡Una bruja como ella no tiene amor en su corazón! —Si de verdad te amara, ¡jamás te trataría así! No se podía negar… Luna sí que conocía bien a David. Habían crecido juntos, después de todo. Tanto en su juventud como en su versión adulta, ella siempre supo qué decir para lastimarlo. Siempre encontraba la manera de hacer que David dudara de mí. Que se preguntara si yo en verdad lo amaba. Si de verdad lo quería, ¿cómo podía ser tan cruel con él? Cuando vi que David me miraba con esos ojos llenos de inseguridad, preguntándose si realmente lo amé alguna vez… No pude evitar reír. Si alguien dijera que
Se había arrepentido. Me había rogado, desesperado. Pero, la verdad era obvia. Con o sin malentendidos, cuando Luna lo necesitaba, él no dudaba en dejarme atrás por ella. Por la noche, cuando David confirmó que Luna estaba fuera de peligro, volvió a buscarme. Mis guardaespaldas no lo dejaron subir, así que se quedó parado bajo la ventana de mi casa. El invierno era terrible, y esa noche, el viento helado era aún más despiadado que de costumbre porque había una tormenta de nieve. El frío de a de veras penetraba hasta el tuétano. Aun así, David se quedó allí, bajo la ventisca, con su ropa delgada, sin moverse ni un centímetro. Al poco tiempo, parecía una estatua de nieve viviente. Pero, no se marchó. David veía la luz de mi habitación encendida. Sabía que yo podía verlo. Sabía que lo estaba mirando. Y tenía razón. Yo lo observaba. Acurrucada en mi sillón junto a la ventana, con un tazón de caldo caliente en las manos, disfrutando del calor y la comodidad, miraba cómo él se congel
Mientras mi abogado pedía el divorcio, alegando que nuestro matrimonio estaba completamente muerto, David se opuso con todas sus fuerzas. —¡No es cierto! —insistió con desesperación. —¡Lo nuestro no ha muerto! ¡Todo ha sido un malentendido! Con los ojos llenos de lágrimas, me miró fijamente. —En este mundo ya no tengo a nadie más. ¡Solo te tengo a ti! —¡Solo te amo a ti y a nadie más en el mundo! —¡No puedo vivir sin ti! ¡Prefiero morir antes que perderte! No pude evitar reírme con una mueca torcida. ¿De verdad tenía el descaro de decir eso en frente de tanta gente? Un hombre que, apenas unos días atrás, me había regañado y luego llevó a Luna en brazos al hospital… Ahora, con una cara que se le caía a pedazos, decía que solo me tenía a mí y que solo me amaba a mí. ¿Y eso de que no tenía familia? ¿No se la pasaba diciendo que Luna era su hermana? ¿Y su madrastra? ¿Acaso no era también familia? David me miró fijamente, con los ojos rojos, y me suplicó con voz tembloro
—Él quería sacarme del hospital, estando yo aun gravemente herida y sin poder dejar la cama, solo para que le pidiera disculpas a su tal hermanita Luna, porque, según él, la hice enfermar.—Aunque llamé a la policía, aunque mis heridas y mi historial médico estaban ahí, a plena vista, él no me creyó. Pensó que estaba fingiendo y hasta amenazó al hospital que con tanto esfuerzo me habían salvado la vida, exigiendo que asumieran la culpa por falsificar mi historial. Cuando salí del hospital, con el cuerpo lleno de heridas, con placas y clavos de acero, tan débil que caminar unos pasos me dejaba sin aliento, aun así, insistió en llevarme a donar sangre para Luna. —Hace unos días, su hermana Luna fue secuestrada. Los secuestradores le exigieron que me entregara a cambio de ella, y sin dudarlo, me usó como si fuera una moneda de cambio. Y me dejó al borde de la muerte en esas montañas. —Quisiera preguntarle al juez y a los miembros del jurado, ¿acaso eso es amor? Y aunque lo fuera, ¿po
David, a sus 26 años, era aún un inmaduro que no sabía cómo soportar las consecuencias de sus actos. No podía creer que me había hecho sufrir tanto sin siquiera él haberse dado cuenta. Heridas tan graves que ni siquiera él mismo podía perdonarse por haber hecho algo así. Además, yo estaba tan malherida que pasé más de dos meses en el hospital antes de poder mover un dedo. ¡Dos meses enteros antes de poder moverme! Si realmente amas a alguien jamás podrías abandonarlo hasta este punto. Su comportamiento no solo me hizo imposible creer en su supuesto amor, sino que dejó al juez aún menos convencido de esa mentira de que me amaba. Ni siquiera él mismo podía creer que lo que sentía por mí era amor. Si me amara, ¿cómo podría haberme tratado así de ese modo tan deplorable? Tirado en el suelo, David me miraba con absoluta desesperación. Sabía… sabía que, sin importar lo que hiciera, ya no servía de nada. Sabía que había perdido todo derecho a hacer algo. No entendía cómo, a sus 26 año
Solo escuché: —Lo lamento… lo lamento mucho… Había llegado demasiado tarde. La había dejado sufrir tanto… Desde que ella se casó, no fue capaz de enviarle más mensajes. Después, al escuchar que era feliz, ni siquiera quiso averiguar más sobre ella. Si no fuera porque, hace un tiempo, todo el escándalo con David estalló en internet, nunca habría sabido que, en realidad, nunca fue feliz en realidad. Aunque la disculpa de Gabriel fue repentina y sin contexto, yo entendí a la perfección qué era lo que lamentaba. Seguramente, después de ver en el tribunal las fotos de mis heridas, sintió una profunda culpa por no haber estado junto a mí cuando más lo necesitaba. Sonreí con cariño y le di una palmadita en la espalda. —Ya pasó. Todo eso quedó en el pasado. Gabriel no dijo nada, pero sus ojos se aguaron a punto de llorar. No podía imaginar cómo mi frágil cuerpo había soportado todo eso. Él recordaba perfectamente lo delicada que yo era, lo mucho que le tenía miedo al dolor. Y, adem
A los 26 años, David había sufrido todo el daño que me causó. El dolor en su corazón era aún más profundo. No sabía cómo verme a la cara. Pero, al final, tenía que hacerlo. No podía seguir huyendo después de haberme hecho tanto daño. Como David quería hablar conmigo a solas, Miguel me avisó que él estaba en la habitación de al lado y que solo tenía que llamarlo si lo necesitaba, antes de salir. Esa frase de Miguel hizo que David no pudiera evitar sonreír con amargura. —Esmeralda, ¿ya no confías en mí ni un poquito? Me di cuenta de que David pensaba que estar a solas con él me haría más daño. Yo no dije nada, mi silencio hablaba fuerte y claro. —Yo no quiero que me pongan a dormir, me secuestren ni que me quiten la vida. Los ojos de David se enrojecieron al instante. —Esmeralda, En verdad lo siento… lo siento… lo siento mucho… Lo interrumpí. —Deja de decir lo siento. Tus disculpas no valen ni un ápice de escoria. —Y si de verdad te sientes tan culpable, ¡pues divorciém
—¿Todavía tienes el suficiente descaro de venir a pedirme perdón? La cara de David, que ya estaba pálida, se volvió blanca, al punto que era difícil mirarlo. Quiso decir algo, pero su boca temblaba tanto que no pudo hablar. Sí, él nunca pensó en hacerme daño, pero en varias ocasiones casi muero por su culpa. Se rio con amargura. Su risa hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Nunca antes, en toda su vida, se sintió tan culpable. No importaba cuántas razones tuviera, nunca debió haberme puesto en una situación tan peligrosa. ¡Todo esto se lo merecía, no había duda alguna! El dolor y la culpa lo hacían verse completamente destrozado. Si yo fuera la misma de antes, al verlo así, probablemente me habría dolido el corazón y no habría podido evitar perdonarlo. Pero, ahora, al verlo de esta manera, solo quería reírme en su cara. Solo puedes llorar después de que casi matas a alguien, eso no es amor, ¡es un maldito descaro! No quería seguir hablando con alguien como él. —Si solo