38. Ruego/ Duro de aceptar.

Thomas se encontraba en su habitación, rodeado por la penumbra que se había instalado rápidamente tras la caída de la noche. El caos del día aún resonaba en su cabeza, los ecos de las discusiones con su abuela, el forcejeo, las miradas desafiantes. Pero ahora, en la soledad de su cuarto, esos ruidos se desvanecían, dejando solo un silencio inquietante que hacía más fuerte la voz de sus pensamientos.

Se dejó caer en la silla junto al escritorio, las sombras de la habitación bailando a la luz tenue que entraba por la ventana. Cerró los ojos y apoyó la cabeza entre las manos, intentando ahogar el torbellino en su mente. Pero era imposible. Cada vez que intentaba empujarla fuera, ella volvía, más fuerte, más vívida: Nina. Sus ojos azules, tan hipnotizantes y desarmantes, y su piel morena que parecía arder en su memoria.

—Dios, ayúdame a dejar de pensar en ella —murmuró, su voz quebrada por la frustración. Sus dedos se cerraron alrededor de la medalla de la Virgen María que colgaba de su c
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