«Cuando los fantasmas de tus pecados te atormentan el mundo comienza a desvanecerse».
Ethan despierta sudado y agitado; mira por inercia a su lado y ve a Elena de espaldas, dormida, el ritmo de su respiración le indica que está en un sueño profundo. La envidia. La pesadilla que tuvo lo ha dejado inquieto.
Se vio caminar por un largo pasillo con alfombrado rojo, que le hizo recordar a una iglesia. Cuando abrió el par de puertas al final, continuó su recorrido, había butacas vacías adornadas con flores blancas. Siguió el camino y cuando llegó al final, contempló a una mujer muy delgada vestida de negro dándole la espalda, cuando se acercó notó el velo que cubría su rostro. Entonces, se dio cuenta de que él vestía un traje oscuro y que llevaba una rosa roja en su mano. Frente a la
«Los gritos de agonía son mi infierno personal».Los gritos incesantes de Ethan pueden escucharse a través de las paredes de vidrio que era su oficina. Caroline lo observa mientras mordisquea la punta de la pluma. Siente una inquietud extraña en su pecho. Ethan estaba con ella físicamente, pero, su mente, siempre en otra parte. No era un hombre cariñoso, aun así, es más distante, lejano, como si eso que los conectaba se hubiera perdido. Caroline ve a Jonathan salir de su oficina con el rostro lleno de enojo. Él la mira por un momento y luego de forma desdeñosa le sonríe, fue una sonrisa malévola. Sabe, que no le simpatiza, nunca lo había mostrado tan abiertamente. Ella lo ignora mirando su computador. Cuando ya no hay nadie con Ethan, se apresura a buscarlo. Ethan está hojeando un archivo, murmurando nombres y maldicione
«Y mi amante es mi pecado».Elena se viste deprisa y en silencio. Su plan es huir antes de que Ethan despierte. No tiene intención de jugar a la esposa abnegada, ni de darle los buenos días con su sonrisa más dulce y amable, ya que, seguramente, lo siente como una carga y porque lo ama, le duele ver cuánto esfuerzo pone para corresponder esa sonrisa con otra que no pasa de una mala imitación de la suya. No se siente de ánimos para lidiar con la situación por lo que antes de marcharse, le escribe una nota y la deja a su lado, pero tras mirarle un momento dormir, se arrepiente. Él no desea de ella nada, mucho menos un mensaje de amor. Tampoco tiene en este momento la paciencia para buscar las palabras adecuadas y escribir una simple nota cuando lo único que grita su corazón en su mente es: «Te amo, por favor, no me dejes. Seré una buena ch
El sol se está poniendo cuando llega a casa. El sonido del televisor en la sala le da aviso de su presencia. Su estómago esta revuelto, constantemente las náuseas y la debilidad la han hecho detenerse de tanto en tanto en cualquier lugar. Guarda silencio en la estancia y mira un momento más en la dirección al televisor. No sabe qué va a encontrarse allí. Por lo que mejor camina directo al cuarto de baño para vomitar de nuevo.—Elena, ¿te encuentras bien? —Ethan pregunta mientras entra a la recámara.—Sí, en un momento salgo. ¡Por favor, cierra la puerta! —le ordena Elena mientras intenta controlar el impulso de continuar vomitando.Minutos después, se mira de nuevo al espejo, sus ojos muestran derrames por el continúo esfuerzo que ejerce al vomitar. Cuando está segura de que no tendrá otro episodio sale de la habitación en
Cena solo y no sabe si sentirse aliviado o desplazado, porque ella lo ha dejado deliberadamente sin responder a su petición. La comprende, pero ¿acaso no era un pretexto? Caroline le envía un mensaje diciéndole que lo ama y espera con ansias el día que podrán estar juntos sin tener que esconderse. Obviamente no desea gritar a los cuatro vientos su relación con una de las mejores amigas de su esposa o ex, para ese entonces. Se promete hablar con Caroline y explicarle que debían guardar un tiempo. No le responde el mensaje.La comida no le sabe a nada, y entre más le da vueltas al asunto, la molestia comienza a arraigarse en su estómago.Había estado todo el día recordando a Elena entrando a ese hotel. ¿Cómo la vio? Tenía una cita con un cliente muy importante y de camino al encuentro, estaba en esa puta avenida en medio del tráfico a vuelta de rueda, entonces,
—Ethan despierta, es tarde ya —él se remueve, pero no abre los ojos. —Ethan, ¿no iras a la oficina?—¿Por qué? ¿Tienes que ir a ver a tu amante? —le responde sin siquiera abrir los ojos.—No tengo ningún amante. No quería volver a casa. En ocasiones, este lugar me asfixia, ¿sabes? —Ethan abre los ojos y mira el rostro hinchado de su esposa—. Ahora te daré el divorcio, lo haré más que nunca. —Él se sienta en la cama, su cabello desordenado lo hace ver más joven, ella le sonríe de lado—. ¿De verdad crees que yo te sería infiel alguna vez? Te amo más que a nada en este mundo. Lo daría todo por ti. Voy a darte el divorcio. Porque me lo has pedido. No por voluntad propia. Lo hago para verte feliz.Ethan la mira a los ojos y ella puede ver que sus palabras le han llegado al coraz&oacut
«Camino por el pasillo alfombrado de color rojo, la gente vestida de negro, sentada en las butacas, llora y susurra…—Es él.—¿Por qué no la miró?—Culpable. —Él no la amaba.Cuando llego al final del camino, donde se encuentra la mujer de velo y vestido negro, la observo, a mi esposa dentro del féretro. Deposito la rosa roja en el pecho de Elena. La mujer de negro toma mi hombro y la miro, sin embargo, en esta ocasión, ella retira el velo que esconde su rostro. Era ella, mi Elena, pero la del pasado, con la que me había casado y no la mala copia que se encuentra dentro de esa caja y sin vida. No puedo hablar, solo puedo mirarla.—Mírame, Ethan —me ordena—. ¿Por qué no lo haces? No comprendo a que se refiere; al fin puedo hablar y respon
—Esa canción fue la primera que bailamos cuando nos conocimos —menciona Ethan, como si nada. Algo que sorprende a Elena, ya que, nunca pensó que recordaría una canción de la que nunca hablaron después de conocerse; en todo caso, esperaría un reclamo como mínimo por su indiscreción—. Recuerdo que Oliver me convenció de ir a la fiesta en donde te conocí. Te vi llegar —agrega, pero él ya no la mira a ella, en cambio, mantiene los ojos puestos en la vista fuera de la ventana del comedor. Recordando, seguramente. Por un instante ella siente que él la sigue amando. Pero ignora ese pensamiento, tan rápido como puede. Tal vez, es solo la nostalgia del adiós. Tras un parpadeo lleva de regreso la mirada a ella—. ¿Eso es todo lo que vas a desayunar?—Sí. No tengo apetito —Elena toma el vaso frente a ella y bebe el contenido de una sola
«Su cuerpo siempre fue mi templo, en nuestra noche de bodas la amé y adoré, como si el mañana para nosotros no existiera.—¿Me amas? —ella me preguntó mientras me miraba con sus preciosos ojos verdes, tan llenos de amor.—Sí —respondí sin dudas, sin miedo, ni remordimientos, una respuesta fácil y honesta. Porque no había culpa, ni traición.—¿Cuánto? —Ella me mordió el hombro tras preguntarme y lo único que quería decir era: «Más allá de la muerte». Sin embargo, no era lo que Elena quería escuchar. —Tanto qué si me lo pidieras te entregaría mi corazón en las manos. Si con ello puedo hacerte feliz. —Tomé su rostro con ambas manos y la besé».<