—Habla —dije sirviéndome una copa de vino mientras observaba el retrato de clara Hackett—La ficha ya está en movimiento, señor.—No lo arruines, Palt, es nuestra pieza más preciada. Su odio y rabia es nuestra mejor arma. —Tome los papeles del escritorio de Clara Hackett, con unos guantes y empecé a lanzarlos en la chimenea.—Vigila a la alcaldesa hasta que la hora llegue ¿Entendiste? Necesito saber qué paso darán a partir de ahora.—Su odio no se comparan al mío, yo soy su mejor arma… parece que algo paso con la alcaldesa. No podrá salir de la manada por unas semanas, por lo que oí, el alfa la ha marcado —refunfuñé con desagrado.—Si su madre supiera en lo que se ha convertido esa niñata, revolcándose con esas bestias… perdiendo tanto potencial en esa raza con tonterías banales. Espero que tengas buenas noticias de la fórmula… no me decepciones, ya me han avisado que todos los conejillos de indias que atrapaste murieron.—No… aún queda vivo uno, y creo que me llevara al último paso d
—Solo será un segundo, no haré nada que no quieras, lo prometo… —temerosa, me echo hacia atrás provocando que cayéramos en la cama, al verlo tan cerca de mí, aleje mi rostro evitando que de nuevo me besara, poso su mano sobre mis ojos y dijo.—¡Si me besas, no te lo perdonaré nunca! —increpe, tensa, esperando a lo que haría, pero era innegable el deseo que había de por medio entre los dos, como un magnetismo que odiaba y a la vez me atraía de nuevo a él.—La próxima vez que te bese será porque tú me lo pediste. —Susurro.—Tienes mucha confianza si crees que dejare a Paul por ti. —Increpe molesta, pero solo veía oscuridad. Después de un largo rato en el que pensé que me estaba tomando del pelo, sentí el aliento cálido de su boca sobre mi cuello, y un escalofrío intenso erizo todo mi cuerpo, provocando que me aferrara a la sabana. Asustada de lo que me provocaba, me removí y le oí susurra sobre mi piel.—Tu olor… Extrañaba tanto esta fragancia.—Matt…—Solo un segundo más… déjame sentir
Salí de la carpa con la respiración hecha un caos, pensé que con estar tan solo a su lado, sentirla, olerla, tener la certeza de que cuando me despertara la podría ver todos los días, o simplemente desayunar a su lado, pero solo fue una gota para calmar la sed. La sangre de alfa poco a poco me exigía más, calentando mi cabeza, poniendo en mi mente pensamientos intrusivos que eran incontrolables, casi como si se estuviera convirtiendo en mi obsesión preferida. Poseerla hasta escuchar sus ruegos, clavar mis dientes y ver mi marca en su cuerpo toda la vida. Pose mi mano en mi rostro sudoroso, intentando calmarme cuando escuche. —Matt, tenemos que hablar —respire hondo caminando un poco para que me diera el aire en la cara. —¿Qué pasa? —Quiero que se vaya esa mujer de la manada. —¿qué? ¿Te refieres a Ángela…? —Sabes que sí. —Y tú sabes lo que me está pasando, le necesito… necesito que se quede a mi lado. —Entonces díselo, claro, ¿o solo jugaréis a la casita? La gente no la soporta,
¿Dónde? ¿Dónde estaba mi hija? ¿Sabía de mí? ¿Qué era lo que hacía, y porque le dejo vivir para quedársela? Miles de preguntas se aglomeraban en mi mente, pero tenía que calmarme, seque mis lágrimas como pude y me dirigí a la habitación de Gaspar, tal vez si tenía suerte podría investigar algo en sus aposentos, era innegable que él sabía dónde estaba mi hija fue la mano derecha de la alcaldesa por mucho tiempo, no podía seguir fingiendo inocencia. Entre en la habitación de Gaspar, desesperado por obtener alguna prueba, algo que me llevara a mi hija, o un indicio de que él era cómplice de aquella secta. Rebusqué en sus cajones, y en cada rincón de su habitación, pero no había nada… con la respiración acelerada y la visión de un cuarto hecho un desastre me detuve a pensar. —Donde… ¿Dónde lo escondes? —entonces una idea me vino a la mente. Respire aliviado al ver que nos alejábamos de esa carpa, si no hubiera sido por Galaxy no habría salido de ese lugar, me recriminé a mí misma por l
Vi como Matt caminaba de un lado a otro, sumergido en sus elucubraciones, cavilando cuál era la mejor opción para actuar. Por un momento me sentí identificada, cargar con el peso de tantas vidas, de tantas decisiones vitales era desolador, como si tuvieras un mando en tus manos que decidiera el futuro, apechugando las consecuencias malas y buenas. No era el alcalde de un pueblo, pero si era el líder de estas personas, esperaban su frialdad, su seguridad y su calma a la hora de tomar cualquier decisión, tantas miradas… entonces por primera vez desde que nos rencontramos, lo entendí, empaticé y comprendí su afán de que lo vieran como su apoyo, no podía verse débil. —Matt… —murmure por fin llamándolo, él alzó su mirada hacia mí y dijo. —Discúlpame, Ángela… viniste a componerme y no te he puesto atención, debes estar destrozada… pero te prometo que encontraré a tu hermana y sobrino —Tome su mano llenándolo de sorpresa. —Matt yo no soy tu manada a la que tienes que calmar y mantenerte i
El grupo que iría a la expendición, estaba conformado por Makena, Sven dos de sus mejores pupilos a los que él había entrenado junto a Galaxy y por último, Ángela y yo. No estaba completamente seguro de esta decisión, pero Ángela no cambiaría de parecer, aunque le insistiera, ella nos seguiría. Solté un suspiro esbozando una leve sonrisa, no podía evitar sentir la dicha que explotaba dentro de mí, de poder pasar tiempo a su lado, aunque fuera en las peores situaciones, solo sentía impaciencias de estar cerca de ella, Detuve lo que estaba a punto de decir, respire hondo intentando tranquilizarme para no dejarme llevar por mis instintos que cada vez eran más incontrolables, cuanto tiempo me quedaba hasta que ya no fuera yo mismo. Alcé mis ojos y la vi desde la lejanía, siendo abrumada por las chicas jóvenes de la manada que intentaban darle cosas para el viaje, hasta la habían vestido con ropajes hechos por ellas mismas.—Gracias, por toda la ayuda con la ropa, chicas, pero no necesito
Me agazapé en el suelo fingiendo borrar algunas huellas, y cuando nadie me vio hice una marca en tronco de un árbol con mi navaja, de repente oí los pasos de Pami acercarse, se agazapó hasta mí y al alzar mi mirada me sonrió. —¿Estás borrando bien nuestras huellas? —inquirió con esa animosidad, realmente te erizaba la piel. —Hago lo que puedo, somos cuatro personas a las que borrar nuestros olores y pasos, la pregunta es ¿sabes lo que hace? ¿Sabes dónde vamos? —estiro sus manos hasta mis cabellos y lo acaricio entre sus dedos. —Lo sé… pero incluso sé que hasta para ti es una tarea demasiado fácil, sé quién eres… por eso te escogió mi padre. Así que dime, ¿estás dispuesta a todo para cumplir tu venganza? —Tú responde primero, ¿sabes lo que haces? —sonrió de medio lado. —Desde que era una bebé sé muy bien para qué fui entrenada, eso significa que no dejaré que nadie, ni siquiera tú, dude por un momento y arruine años de planificación. —¿Quién eres? —¿Lo has entendido? —se levantó
—Sé que me dijiste que no querías hablar de esto —bajé mi mirada de los árboles y de la luz que intentaba atravesarlos y fruncí levemente el ceño escuchándole. —Pero… necesito quitarme este nudo de la garganta, no sé cuánto tiempo te tendré cerca, o si será el último día que podamos hablar… y me gustaría decirlo antes de que de nuevo me arrepienta de no decirte todo lo que pienso —me quede sin aliento deseando que no hablará, pero quería escucharlo. —Matt… —¡Ángela! El día que Sky murió… yo me derrumbe, no solo había perdido a mi protegida, sino que también había matado a mi padre, mi peor y más temido miedo, siempre repudie sus métodos y lo que representaba ser el Alfa. Al final yo también había terminado igual que él, me odié a mí mismo… tanto que no quise que me vieras transfórmame en el monstruo que sería partir de ese día. —me quede sin aliento inmerso en sus palabras de dolor que me llegaron erizando a Sefire. —Por eso aquel día te di la espalda, hui de ti como un cobarde po