Capítulo 4

Desconocido.

—Patrón Dylan, lo llamó para informarle de que Rafael sigue clavado con su esposa y creo que tiene planeado raptarla.

—Miserable de Rafael, juro que será hombre muerto si se atreve a tocar lo que es mío, sigue normal de encubierto y me informas cada cosa que haga Rafael.

—Correcto jefe, estoy a sus órdenes y otra cosa, Rafael tiene una mujer aquí y se la dieron en forma de pago.

—Investiga quien es la mujer o como se llama, tengo que saber por qué la tiene con él y porque la salvó.

—Investigaré todo patrón.

—Estamos en contacto y no te sorprenda cuando me veas, porque tengo pensado darle una visita a Rafael.

Fabián.

Desde el momento que vi al jefe de la mafia en la boda me imaginé que llegaría el momento, no voy a negar que soy una persona adicta y no mido mis adicciones, cuando conocí a Samantha me enamoré de ella porque es una chica linda y sencilla, es una mujer completa, ya que yo fui su primer hombre.

Después mi ansiedad por la droga iba creciendo y cada día quería consumir más, más y más, yo sabía que me estaba condenando en meterme con gente poderosa, pero siempre tenía un haz bajo la manga y es que estafaba a mis clientes, y después tenía la opción de vender a Samantha, sé que ella es mi novia, pero primero están mis deseos a la droga, por eso le propuse matrimonio para cuando llegara el momento de venderla yo pagaría todo lo que debo en la organización y después seguir consumiendo.

Solo de sentir la adrenalina que corre por mi cuerpo y que cada vez que la consumó siento que vuelo y me siento poderoso, pero después que pasa el efecto mi cuerpo se enfría y es ahí cuando me comienza a dar un ataque de ansiedad y es cuando tengo que volver a consumir, no me importa que es lo que deba hacer para obtener lo que yo quiero y lo siento por Samantha, pero primero está mi droga y después ella. Sé que soy un maldito en vender un ángel como ella, pero quién la manda a ella que confíe en mí.

Pasaron ocho años en convencer a esa dulzura que cayera en mis garras, sé que ella es capaz de dar su vida por su familia y si supiera la pobre que mientras estaba con ella me acostaba con su hermanita la inocente, la pobre Samantha es tan ingenua que todo le cree a su hermana, mientras su hermana dice que está en el colegio, pero la realidad es que estaba en mi departamento haciendo miles de posiciones, porque esa chiquilla salió mejor que Samantha, la chiquilla me hace unos movimientos que hasta me desvanezco para terminar, la propia hermana me decía que dejará a Samantha, pero como yo sabía que Samantha es solo una mercancía entonces jamás le hice caso.

En este momento estoy llevando a los hombres del jefe de la mafia a mi departamento que tengo lejos de mi casa para entregarles el dinero, y cuando se los dé me iré bien lejos con la hermana de Samantha y ella será otro negocio jugoso, tengo que irme del país lo más pronto posible porque sé que me estarán buscando los otros proveedores de drogas.

—Ya llegamos —todos nos bajamos del auto y les hago seña que me sigan, me siento nervioso porque sé que todo se puede esperar de estos tipos.

—Mueve ese culo y apresúrate con el dinero.

***

—Pueden entrar y esperar cómodamente en el sofá —no me responden, pero los ignoro, voy a la habitación a sacar el dinero que tengo en la caja fuerte, antes de sacar el dinero cierro la puerta y es cuando me dirijo a la caja fuerte, estoy poniendo la clave y la caja fuerte se abre.

—Con que aquí tienes el dinero del jefe —me volteó y veo que los hombres me están apuntando con las armas.

—Tranquilos, no es necesario que me intimiden por qué con mi propia voluntad les entregaré el dinero —estos malditos ahora no me dejarán en paz.

—Ya lo oíste pelón, nosotros lo estamos intimidando, no me hagas reír abogaducho de cuarta, quiero que te arrodilles maldito adicto y quiero que supliques por tu vida —malditos y tengo que hacerles caso porque son capaces de matarme si me pongo al brinco.

—Haré todo lo que ustedes me digan, no es necesario que se alteren —me arrodilló y uno de ellos puso música en el departamento.

—Claro que harás todo lo que nosotros te ordenemos —ríen en unísono—, eres un hombre muerto maldito drogadicto.

—No, no, no es cierto porque yo estoy haciendo lo que le prometí a su jefe —tengo miedo, mi cuerpo tiembla, ¡no quiero morir!

—No me grites maldito adicto —me suelta un puñetazo en la nariz y otro en el estómago.

—Por favor ya no me golpees, por favor piedad —intento recuperar el aliento, me van a matar.

—Escuchaste bien pelón, el adicto está pidiendo piedad, ja, ja, ja, y tú crees que por pedir una simple piedad yo corriendo te haré caso, no sabes lo que te espera, haber pelón es tu turno de jugar con el muñequito.

¡Este es mi fin!

—Así que tú eres el miserable que se dedica a vender mujeres para pagar su adicción, hoy te enseñaré que las mujeres valen más que tu vida, sabes que hoy me agarraste de buena y te daré una muerte feliz.

—No me maten, llamen  al jefe y él les dirá que mi deuda está saldada —después de que él me suelta, alzó la mirada, intenté que mi voz se mantenga firme, pero siempre con las súplicas.

Viste pelón, este muñequito es un malagradecido y te rechazó tu regalo celestial.

—Qué pasó muñequito y yo que pensaba llevarte al cielo, pero solo por eso te bajaré una dosis de la que te iba a regalar.

¿Dosis?

—Vamos pelón, hay que amarrarlo y que el muñequito comience a volar.

Estos malditos me van a matar, yo no quiero morir, no sé qué es lo que está pasando, no me pueden hacer esto porque mi deuda está saldada, suficiente con Samantha y con todo el dinero que tengo en la caja fuerte. ¿Qué es lo que quieres de mí?

—No… Suéltenme..., ayuda por favor, que alguien me ayude —grito lo más que puedo para que alguien del edificio escuche—, ¡suéltenme!, ya les dije que la deuda está saldada, no tienen por qué matarme—no puedo gritar más ellos me pusieron un trapo en la boca y me amarraron en la silla.

—Qué pasó muñequito, no conocíamos esa parte de maricón con cola.

—Haber muñequito, te pondremos está maravilla y tú muy bien la conoces y es la cocaína buena,y  te inyectaremos para que des un viaje hacia las alturas —. No quiero, ustedes me van a matar con eso, ellos me toman el brazo y me comienzan a introducir el líquido de la cocaína, siento un ardor leve que me recorre por las venas de mis brazos, luego asciende hasta sentir que me queman, siento que mi corazón se está acelerando, mi cuerpo está temblando, ¡no sé que es lo que me pasa!

—Pelón llama al jefe e informa que el trabajo está hecho y que el adicto ya está muerto.

—Ya se fue al cielo el muñequito, al parecer le gustó el regalo que le obsequiamos. 

Samantha.

 Me estoy quitando el vestido y  mis lágrimas no dejan de cesar, porque mi vida se convirtió en un infierno, porque la persona con quien pensé pasar el resto de mis días me vendió, tengo mucho dolor en mi corazón.

Quiero a mi papá, quiero a mi papito. ¡Por favor papito rescatarme de toda esta pesadilla!, caigo al piso y lo único que quiero es tener a mi padre en brazos y decirle unas palabras; papá el hombre que me juro amor eterno me vendió, el hombre que prometió amarme hasta que la muerte nos separe me vendió, el hombre el cual prometió protegerme me vendió, el maldito de Fabián me vendió y no se tocó el corazón en tener un poco de piedad.

En estos momentos solo tengo ganas de morirme, ya no quiero vivir más, ya no quiero seguir sufriendo, no quiero seguir atormentándome y pensando que un poco hombre me vendió para pagar su deuda de drogas, como fui tan ilusa de creer en sus palabras, cómo puede haber en el mundo personas miserables y pocos hombres, quiero que todo sea un sueño y que el maldito de Fabián jamás lo haya conocido 

***

—Jovencita despierta, despierta —escucho una voz por lo lejos, pero no quiero abrir mis ojos por miedo a la verdad.

— Mmm, déjame mamá solo quiero dormir un poquito más —me quejo.

—No soy tu mamá y si el jefe te ve que estás así me regañara —abro mis ojos como plato y veo una señora, me levanto de golpe y veo que no tengo ropa puesta y todo me regresa de puro golpe, recuerdo que me quite el vestido y luego me quedé llorando.

—Perdón, señora, es que me quedé dormida y se me olvido cambiarme —me sonrojo, pero la tristeza me abraza. Comienzo a ponerme la ropa que me dejó el hombre que se llama Juan.

—Me imagino porque tienes esos ojitos inflamados.

—Ya estoy lista y gracias por despertarme, ya deseaba yo que todo esto fuera una pesadilla, pero la realidad es otra —en par de segundos me pongo la polera y el pantalón, tenía prisa porque no quería que la señora me viera en paños menores.

—Lo siento mucho, pero no te pongas triste, verás que tus problemas tendrán solución —dice con un poco de nostalgia.

—Solo regresar el tiempo o volver a nacer —suelto lo que pienso y la señora se suelta a reír.

—No digas ocurrencia jovencita, vine aquí para decirte que el señor te quiere ver en su despacho —¿en serio?, ojalá que se le ablande el corazón y me deje ir.

—Entonces no hagamos esperar al señor y me puedes decir Samanta —tomó una gran bocanada de aire.

—Vamos Samantha que el deber nos llama —la señora me señala la salida, después de ver que ella avanza yo la sigo.

 Ah, me lleva dónde se encuentra el gran poderoso hombre tatuador, esta cabaña sí que está rodeada de puros hombres armados, lo veo de reojo porque no tengo el valor de verlos a la cara, me dan mucho miedo, Samantha respira profundo, inhala… Exhala… Inhala… Exhala.

—¿Entraré yo sola señora? —abro mis ojos al ver que ella se detiene—, usted no me acompañará. 

—Sí, Samantha, tú entrarás sola y no te preocupes porque las personas que están en el despacho no te comerán, eso te lo puedo jurar —pobre señora, sí que necesita unos lentes porque al parecer no sabe dónde está metida.

—Adelante —decidida doy dos toques a la puerta y el señor todopoderoso me da el permiso que pase.

—La señora me dijo que quería hablar conmigo —musito, cada vez que veo a este hombre me tiembla todo mi cuerpecito, todos los hombres que están aquí salen y me dejan sola con el señor tatuador.

—Siéntate Samantha que tenemos mucho de qué hablar —¿qué? Él dijo mi nombre, pensé que no se lo sabía, y yo como toda una jovencita obediente hago caso.

—Dígame señor —cada paso que doy es una tortura para mí.

—Arregle todo lo que tiene que ver con tu familia —¿mi familia?—, los mandé a vivir a otro país y a cambio de ese favor quiero que me pagues con trabajo— dice tras sentarse sobre el sillón.

¿Qué? Mi familia está en otro país, lo importante de todo es que estarán a salvo y ya decía yo que no todo en la vida es gratis.

—Pero se encuentran bien y estarán fuera de peligro —pregunto.

—Si te digo que arregle todo es porque eso también está incluido —gruñe.

—Perdón —bajo la mirada, el hombre es bipolar porque tiene muchos cambios de humor—, y de qué le puedo ayudar si yo no sé nada de este negocio —y se suelta a reír.

—No Samantha, yo no quiero que tú trabajes para mis negocios, yo quiero que trabajes para mí, es algo personal y eso quiere decir que yo te diré qué es lo que tú harás y cómo lo harás.

Espero que no sea casorio de mentiras, ese tipo de casamiento que se ve en las telenovelas.

—Y por cuánto tiempo será la plaza del trabajo, para pagarle lo que está haciendo por mi familia y por darme mi libertad.

—El tiempo que necesite la misión, no te preocupes, espero que no se lleve mucho tiempo —oigo respirar profundo.

Rafael.

—Entonces hagamos la misión y es mejor comenzar lo más pronto posible —sí, Samantha así se habla entre más rápido haces el trabajo más rápido te vas.

—A su tiempo Samantha, yo te avisaré cuando, el momento y la hora.

Antes de comenzar tengo que poner las cartas en su lugar, y la principal es mi Liz.

—¿Y mientras que voy a hacer?

—Bueno punto, puedes ayudar a la señora Fátima en las cosas de la cabaña —no la necesito como empleada, pero en algo la debo tener, dado que debe estar en shock por lo sucedido con la rata.

—Entonces me retiro, pero antes quiero hacerle una pregunta —pongo mis ojos en blanco—, sus hombres no me harán nada. 

—Tranquila Samantha, aquí nadie te hará nada malo, en estos momentos te necesito viva para que me pagues el favor que me debes.

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