CAPÍTULO 47

—Tengo que mirar —susurró para ella misma Livana sintiendo que estaba a punto de llorar.

Tomó temblorosa la prueba y la acercó a su rostro.

—Ay no, él va a matarme —susurré horrorizada.

La primera vez él no había sabido que Livana estaba embarazada.

Ni siquiera su madre lo hizo.

Los embarazos de las lobas, a pesar de que ella no pudiera convertirse en una, duraban solo 4 meses.

Ese fue el tiempo que Livana usó solo vestidos grandes en presencia de sus padres y casi no salía de su habitación.

Afortunadamente ellos no le prestaban demasiada atención.

Y así pudo ocultar su embarazo hasta el día que fue a dar a luz, sin embargo, Aria la había visto.

Había sido ella quien le dijo a su madre.

Para cuando Livana dio a luz y cayó desmayada, ellas le dijeron que su cachorra había muerto y la enterraron.

Livana las odió por no dejarla ver a su cachorro aunque fuera una sola vez, ya que la habían enterrado enseguida para que su padre no se enterara.

Como si su cachorrita fuera un sucio secreto.
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