Capitulo 4

Una semana más tarde...

Una voz resonó en su oído— Te deseo otra vez. Ahora Ann se despertó de su agotado sueño mientras la gruesa verga de Nik  la empujaba desde atrás

—  Lo hicimos cuatro veces anoche. Estoy cansada  —protestó, aun 

cuando al mismo tiempo su cuerpo despertaba a la pasión que el apetito de 

él provocaba dentro de ella.

Los dientes de él mordieron tiernamente la blanda carne entre su cuello y 

el hombro. Parecía disfrutar mordiéndola, y a ella ciertamente le gustaba 

también. Ella se humedeció aún más, y luego terminó por mojarse, mientras 

él le levantaba una pierna y la ponía por sobre sus caderas. Esto la abrió 

completamente para él, y la cabeza de su verga resbaló en ella.

—  Puedes descansar más tarde. Te necesito  ahora, no  puedo controlar lo que estoy sintiendo. Lucho constantemente con la necesidad... —Sus palabras fueron  rudas como si luchase por controlarse. Sabía que ella probablemente estaba  demasiado delicada luego de  haber hecho tantas veces el amor la noche  anterior, pero su control se le iba escapando cada vez más, y no podría  contenerse a sí mismo por más tiempo.

La semana anterior habían pasado los días y noches el uno en los brazos del otro, explorandose y conociendose intimamente, contandose hasta el secreto mas pequeño. Ann le conto la razon por la que se encontraba en el bosque y Nikolas le prometio llevarla al lugar mas hermoso para dejar que su abuelo descansara. 

Annett nunca espero encontra a un hombre como  Nikolas con la misma pasion y amor por la naturaleza. Cuando le conto a lo que se dedicaba vio como sus ojos brillaron de interes, le hizo preguntas de todo permitiendo que ella compartiera parte de su escencia. Y cuando el deseo los abrumaba se entregaban alimentadose el uno al otro como dos glotones. En cualquier momento  en que ella se le acercaba, su verga se ponía dura como el mármol y su  corazón corría a mil por hora. Él sabía que era lo mismo para ella, que  estaba tan hambrienta y dispuesta a entregarse a él. Sus oscuros ojos llameaban y se calentaban  en cualquier momento en que estaba junto a ella.

Cuando no hacían el amor pasaban su tiempo hablando y aprendiendo el  uno acerca del otro. Mientras más aprendía Nikolas acerca de Annett, más  crecía su amor por ella. Amor, era una descripción demasiado pálida para la  emoción que sentía por ella. Ella se preocupaba por las mismas cosas que él,  le gustaba la misma música y compartían muchas de las mismas aficiones. 

Era inteligente, amable,  y apasionada. Era su compañera, la mujer de sus  sueños. Su pareja en todos los aspectos. Algunas veces encontraba difícil compartir con ella todos los secretos que  había guardado durante toda su vida. Pero lentamente se los había ido  revelando, preparándola para el conocimiento de lo que sabía que debía  conocer (más que conocer, debía aceptar) para que pudieran estar realmente  emparejados. 

No quedaba mucho más tiempo para introducirla en el  conocimiento o en la aceptación, pero iba tanteándola con cada nueva  revelación compartida entre ellos. El no era como otros hombres era un cambiante y esperaba que ella lo pudiese aceptar, y  pudiese ser capaz de amarle por ello y no a pesar de ello.

Al sentir su húmedo calor rodeando la cabeza de su verga, empujó en ella,  deteniéndose en la  entrada de su vagina. Trató de calmar su respiración,  para enfriar su ardor, pero fue inútil. Ella era una tentación demasiado  grande, y él pronto se encontró empujando dentro y fuera de ella, con firmes 

embistes.

—  ¿Te estoy lastimando, pequeña?  —Le preguntó con su áspero acento 

ruso. Él dio un suspiro de alivio cuando ella le aseguró que no lo hacía. 

Gimió bajo él, y él no pudo detener un gruñido de satisfacción. Ivan se 

chupó el pulgar y el dedo índice, usando la humedad en su pezón, que se 

puso tan duro como un diamante bajo su atención.

Empujó en su interior, sintiendo como su humedad los empapaba a 

ambos. Sabiendo que estaba próximo a su orgasmo, su mano se movió 

contra el pezón de ella y continuo descendiendo su mano más abajo, y encontró su  empapado clítoris, y comenzó a masajearlo de la forma en que sabía que a  ella más le gustaba. 

Sintió los pequeños y débiles temblores del clímax de  ella y permitió que su control de hierro se hiciera trizas.

Ann sentía su cuerpo inflamado de pasión y necesidad. No importaba 

cuán a menudo o cuán a fondo se amaran, todo se sentía totalmente 

novedoso y excitante cada vez. Gimió mientras su mano deambulaba sobre 

ella con un toque genial. La tocaba como si ella fuese un instrumento, 

sabiendo exactamente cuando presionar y cuando retirarse para hacer que 

sus nervios cantasen de placer.

Su verga la llenó y la hizo estirarse. En los últimos días, se había sentido 

vacía y privada si él no estaba en su interior. Su cuerpo se sentía separado, 

como funcionando con piloto automático, únicamente feliz cuando estaban 

el uno en los brazos del otro. Ella no le podría haber negado ninguna cosa. 

Era tan atemorizante como mágico.

Mientras sus dedos apretaban y masajeaban su clítoris, se corrió, 

apretando como con abrazaderas su verga mientras él bombeaba su semilla 

en su interior. Nikolas gritó, un sonido roto, desigual, que la conmocionó aun 

mientras ella gritaba al unísono.

Después de algunos momentos sus respiraciones se habían calmado. 

 — Duérmete, mi pequeña. Haré algo para que desayunemos  —dijo dándole  un beso en  la oreja. Ella lo sintió levantarse de la cama y una idea la golpeó.

—  ¿No será otra vez carne de venado, verdad? No creo que mi estómago 

pueda soportar más carne de venado, no importa cómo la prepares  —dijo 

con una sonrisa, recordando todos los  platos diferentes que él había 

preparado con carne de venado como el ingrediente principal.

Él le sonrió. — ¿Qué me dices acerca de liebre salvaje, entonces?

—  ¿Por qué todo debe ser carne? ¿Por qué no huevos o cereal? Demonios, 

comería harina de avena y yo detesto la harina de avena —se rió.

—  Los huevos no nos mantendrán por mucho tiempo, y no puedo tener 

pollos en la casa. Hay lobos, en caso de que no te hayas dado cuenta.  —  Su  amplia sonrisa fue positivamente fiera.  —  Además, éste es el mejor tiempo  del mes para cazar, justo antes de la luna llena. 

—  Uh. Supongo que te has dado cuenta de que hablas como una mujer 

con Síndrome Premenstrual, te he oido mencionando las fases de la luna y tonterías a  cada rato —se rió, pero él permaneció extrañamente quieto y silencioso. Ella  lo ignoró, no gustándole la desagradable sospecha de que si intentaba  explorar la cuestión con mayor profundidad sería como abrir la mítica caja  de Pandora.  —  ¿Por qué no me das una sorpresa, entonces?  —le preguntó  con una gran sonrisa.

—  Creo que  puedo ingeniármelas con eso  —le dijo con una sonrisa tan 

amplia como la de ella, y se vistió con una bata gruesa que él dejaba para la 

cocina. Con una risa y un chillido propio de una chiquilla ella se escondió 

bajo los cobertores.

—  Otra vez, ella esta cambiando su ciclo se esta completando  —murmuró él. Si ella no hubiese estado  arrebujada en el nido formado por los brazos de él, junto a la ventana,  entonces no lo habría oído.

—  Sabes, pareces un  astrónomo  —  bromeó ella. —  Me haces recordar a mi abuela ella tambien decia cosas parecidas...

Él simplemente gruñó, su  pecho vibrando bajo la oreja de ella, y Annett

se acurrucó más apretada en su abrazo. Había recuperado la carne que 

había perdido, sus músculos firmes y abultados bajo ella, haciéndola 

sentirse segura y amada.

—  Es tan brillante, siempre nos llama es algo natural que nopodemos detener... —dijo él con voz monótona. La abrazaba fuertemente y 

ella casi podía sentir la energía contenida emanando de él en ondas.

— Será luna llena en un par de días —ella estuvo de acuerdo, preocupada 

por razones que no quería sondear.

—  Una luna llena  —Él se demoró sobre la segunda palabra de modo que 

al fin sonó como " luuuuna"

Un solitario aullido rompió la quietud de la noche. Ella se estremeció.

La mano de Nikolas le hizo levantar la barbilla, dejándola con el rostro vuelto 

hacia la luz de luna. Él se había quedado tan quieto, de esa extraña forma 

suya, ojos  fundiéndose con los de ella. Podía ver sus pupilas 

ampliándose y cerrándose una y otra vez, repetidas veces, como una lente de  telescopio. Sus ojos estaban encendidos con un extraño fuego interior.

Él respiró profundamente, como si estuviese impregnando sus pulmones 

profundamente con el perfume de la esencia de ella. Las ventanas de su 

nariz aleteando, sus ojos destellando, parecía más animal que hombre. 

Aquello la enervó, pero pese a ello su corazón comenzó a agitarse con energía  debido a la excitación. Nik era el hombre más peligroso y atractivo que  alguna vez había conocido, y ella lo amaba. Él la conmocionaba, la hacía  sentir cosas maravillosas. No podía imaginar cómo había podido vivir alguna  vez sin él en su vida.

Lo deseaba. Repetidamente, desesperadamente, tenía que tenerlo.

Recostándose contra él, Annette presionó sus labios contra los suyos, y lo 

oyó emitir un sonido que mas pareció un quejido antes de apretarla contra 

él. Se volvió salvaje, desgarrando sus ropas y  gruñendo con la misma 

hambre desesperada que ella sentía. Con asombrosa fuerza los levantó a 

ambos de la silla en la cual habían estado abrazados para ponerla junto a la 

ventana. 

La hizo girar de espaldas a él, poniéndose detrás de ella y quitando 

rápidamente el resto de su ropa. Ella se quedó de pie allí, bajo la luz de la 

luna, sintiendo una lujuria bestial que la envolvía. Nik mordió su cuello, tentandola cada vez mas con cada uno de sus mordiscos, haciendo que los gemidos fueran cada vez mayor a medida que el profundisaba de apoco en la fuerza que ejercia en cada uno de ellos. Con manos ásperas la jaló hacia atrás, contra él, y ella sintió su  carne desnuda presionando apretadamente contra ella.

La piel de Nikolas se calentó, ardiendo detrás de ella como un fuego rugiente.  La inclinó hacia delante y empujó completamente dentro de ella, sus pelotas  chocando contra ella mientras se deslizaba en su interior.

— Se suave — le urgió mientras se sentía a sí misma totalmente henchida 

con la longitud de él. Él estaba tan grande aquella noche, más grande de lo 

que nunca antes le había visto.

—  No puedo  —dijo él ásperamente. Su voz era gutural y ruda.  —  No 

ahora. Dime si te estoy lastimando...  —Gimiendo, se empujó aún más 

fuerte contra ella.

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