Escuché las palabras de la chica, aunque su pronunciación fue entrecortada habló claramente mientras me observaba con esos hermosos ojos ámbares y aunque trataba de ser firme, podía percibir su cuerpo temblando, allí me di cuenta de que la estaba intimidando y eso era algo nuevo en mi vida, porque las mujeres me saltaban encima y buscaban persuadirme utilizando sus atributos, pero ella no, a pesar de tener miedo se enfrentaba, y eso hizo revelar en mi interior un instinto protector, me provocó tranquilizarla, decirle que todo estaba bien y que no le haría daño. Me impresionó mi reacción y ese instinto de justificarme ante ella que surgió en mí. Moví mi cabeza negativamente como si con eso conseguiría sacudir esas ideas que no eran del todo de mi agrado y cuando me percaté estaba pidiéndole disculpa.
—Lo siento Sophía, mi intención no fue ser grosero. Empecemos de nuevo ¿Te parece? —Extendí mi mano en señal de pacto y tomé la de ella, me impresioné de las pequeñas chispas que emanaron nuevamente de nuestras manos al rozarnos, esta vez fui yo quien la aparté enseguida y simulé diciendo—Pediré mi cena para acompañarte—pero ella no me respondió, solo movió imperceptiblemente su cabeza y sus manos que estaban sobre la mesa comenzaron a temblar.
Eso no me gustó, la quería temblando de deseo, no de miedo. Había sido muy brusco, tenía que tratar de remediar la situación si la quería tener hoy mismo en mi cama.
—Sophía ya te pedí disculpas, no me hagas caso—pronuncié atrapando su mano nuevamente, pues ella intentó apartarla de mí—solo ladro, pero no muerdo—, nuestros ojos se encontraron y ella intentó apartarlos, pero fui más rápido, la tomé por el mentón con la otra mano y la retuve por unos segundos obligándola a observarme—No me tengas miedo por favor—pronuncié con voz ronca y ella abrió los ojos de par en par como sorprendida.
—Lo s-siento, pero ya no q-quiero que esté en mi m-mesa—pronunció nerviosa mientras su rostro se teñía de carmesí.
—Veo que eres una chica rencorosa, no quieres perdonarme mi error de hace un momento, te confieso que pensé que tu curiosidad obedecía a un tipo de interés de saber si tenía o no dinero—expresé pensando que de esa manera le daría confianza y bajaría la guardia por mi sinceridad, pero logré el efecto contrario, su hermoso rostro esbozó molestia y me habló con una voz que a pesar de su delicadeza sonó dura.
—El dinero no lo es t-todo, importa es la calidad del ser humano. Lamento que usted no lo sepa. Además solo b-uscaba tener un tema de c-conversación con usted—al pronunciar esas palabras me observó desafiante, como buscando que la debatiera. Pero esas no eran para nada mis intenciones. Todo lo contrario, buscaba la manera de apaciguar su enojo para que me diera la oportunidad de devorar esa boca que se exhibía frente a mí como una dulce cereza. Moví mis piernas tratando de encontrar una posición cómoda para aquietar a mi compañerito que había reaccionado ansioso por estar entre las piernas de la chica.
—Claro que lo sé Sophía, por eso te pido nuevamente disculpa por mi reacción, quiero conocerte, estoy seguro de que vamos a llevarnos muy bien—en la cama creo que de maravilla pensé distrayéndome y llevando mi vista a su top que dejaban ver unos voluptuosos senos que me imaginé tocando y probando. Me obligué a volver a la conversación—pues tenemos pensamientos coincidentes. Como somos amigos nuevamente, te contaré de mi vida, soy italiano específicamente de Roma, estoy en Barcelona por algunos asuntos de mi trabajo—respondí sin darle mayores explicaciones, pues estaba negado a dejarle ver mi posición social, me resistía a que fuesen detrás de mí por mi dinero, eso siempre me incordiaba y me causaba gran desagrado, ni siquiera conocer mi estado civil las apaciguaba.
Aunque a simple vista la chica aparentaba inocencia, no debía confiarme, porque las arpías siempre se presentaban así, con un semblante de ingenuidad y de falsa modestia con el cual terminaban engañando a los hombres incautos, pero yo ya no lo era.
Nunca debía olvidarme de eso, lo tenía muy claro, me costó sudor y lágrimas darme cuenta y gracias a eso me convertí en el cínico que ahora era, pero había aprendido la lección hacía mucho tiempo, las mujeres eran seres en quienes no se podía confiar. Por eso mis únicas intenciones eran llevarme a la jovencita a la cama y no volver a dirigir mi mirada hacia ella, después de un buen revolcón que apagara mi fuego y si te he visto no me recuerdo.
Esta pequeña, aunque parecía inocente, lo más probable es que todo fuera un teatro, seguro era astuta y ese rostro que exhibía solo se trataba de una imagen que quería proyectar y aunque normalmente me desagradaban las mujeres que querían aparentar inocencia, no pude evitar sentirme atraído por ella como una luciérnaga a la luz, con una atracción como nunca antes había sentido por una mujer… bueno solo por una, mi querida esposa, pensé con una mueca. Pero no era momento de pensar en ella y menos ahora cuando tenía a una linda chica bastante deseable para pasar el tiempo.
Comencé a hablar con ella de todo un poco sobre todo de arte y allí miné sus defensas, sonreí complacido cuando vi su reacción a mi tema de conversación —Sophía ¿Has ido a Italia? —Empecé a interrogarla.
—Lamentablemente no, pero me gustaría ir un día—habló mientras sus ojos se iluminaban—es un país con una historia muy interesante— expresó sonriente y hasta dejó de tartamudear.
— ¿Cómo lo sabes si nunca lo has visitado? —La interrogué aunque tenía mis leves sospechas de las razones.
—Me fascina el arte romano. Sus manifestaciones fueron influenciadas primero por los etruscos y luego por los griegos. Por supuesto me atrae la arquitectura de la antigua Roma, el coliseo de Roma, el panteón de Agripa, la Basílica de Majencio, el arco de Septimio Sever. Y evidentemente la pintura, debido a mi condición de pintora, es lo que más me entusiasma de la antigua Roma. Mis pintores preferidos son Cayo Fabio, Publio Elio Fortunato, Quinto Pedio, que fue un pintor romano sordo que murió siendo adolescente y sabes que es la primera persona registrada en la historia en su condición —Sophia hablaba con pasión, era como si hablar del tema la llenara y yo aproveché eso a mi favor, contándole de mis experiencias con el arte.
Y así seguimos conversando por horas sin darnos cuenta de que las botellas de vino vacías se fueron acumulando en nuestra mesa. Mientras hablábamos de muchos temas interesantes que a mí también me encantaban, le conté que era un coleccionista de todo tipo de arte, pinturas, esculturas, hasta casas construidas en diversos estilos.
Ella me fue embrujando con su amena conversación, con su sonrisa, me cautivó porque se reía mucho con una expresión limpia, su ingenua mirada me cautivó y cada momento que pasábamos juntos me gustaba más, y lo peor es que estaba creando una conexión con ella la cual me negaba a sentir.
Me imaginaba besándola, recorriendo su cuerpo y teniéndola debajo de mí jadeando y pidiéndome que la poseyera, la excitación de mi pene era incontrolable, cerré los ojos por un momento y me vi devorando sus tetas cuan hambriento.
Cuando abrí los ojos la encontré infraganti mirándome con deseo, se puso nerviosa y en un movimiento brusco de sus manos volcó la copa y la botella, llenando su ropa, mi traje y mi camisa de vino tinto, se puso roja de la vergüenza y profirió una disculpa.
—Lo s-siento —balbuceó ella.
—Tranquila, no te preocupes, estos accidentes pasan—le dije para tranquilizarla porque se veía realmente avergonzada.
Tomé una servilleta y me levanté para limpiarme, pero justo cuando lo estaba haciendo ella también se alzó de su asiento, golpeándome el mentón. Sin darme cuenta proferí una maldición en italiano — ¡Maledizione! —Al ver su rostro desencajado y la preocupación que expresaba me sentí mal por ella, quien no dejaba de disculparse.
— ¡Ay Dios! Lo siento, por favor discúlpeme, le juro que no era mi intención lastimarlo, ¡Qué vergüenza! ¡Lo siento mucho!—seguía diciendo como un mantra mientras extendía su mano hacia mi mandíbula acariciándomela, sus ojos humedecidos más de lo debido, sus lágrimas estaban siendo retenidas por sus pestañas y a punto de brotar.
Sentí lástima por ella. Había vuelto su inseguridad y su actitud asustadiza, no podía permitirlo. Además su mano en mi mentón me hizo sentir un cosquilleo en mi cuerpo, que estaba a punto de hacerme explotar. Sin pensarlo más y para lograr que dejara de disculparse bajé la cabeza y posé mi boca en sus labios, probando de las profundidades de su boca, mientras un colosal incendio se desataba en mí.
"El placer supremo es obtener lo que se anhela". Tales de Mileto.
Estaba sorprendida, jamás esperé que él me besara, pero sin proponérmelo le respondí, porque me había atraído como una fuerza irresistible, me dejé llevar por esas sensaciones que nunca había experimentado y me tenían enteramente dominada.Una parte de mi mente me decía que no estaba bien, que no podía dejarme llevar porque sobre eso era de lo que tanto me habían advertido mis padres y hermanos, pero la pasión que percibía y se acrecentaba en mi interior con impresionante voracidad nublaba mi entendimiento. Nunca nada me preparó para ese mar de sensaciones tan deliciosas.Nick me besó primero suavemente y luego tomó mi labio inferior y comenzó a succionarlo, sorprendida de las corrientes que convergían en mi interior, abrí la boca de lo cual él se aprovech&oac
El dolor tan intenso que sentí cuando se introdujo de una sola estocada en mi interior, sin ningún cuidado hizo brotar mis lágrimas, corriendo descontroladamente por mis mejillas. En ese momento todo el placer que sentí antes y que me hizo experimentar el camino al éxtasis y gritar como poseída, haciéndome conocer la cúspide del placer, se esfumó, solo había un fuerte dolor y una sensación desagradable, no pude evitar dejar escapar un sollozo.Ante mi notorio sufrimiento él se acercó y me abrazó. Me colocó de medio lado y comenzó a acariciar mi espalda al mismo tiempo que susurraba con voz ronca palabras en italiano en mi oído, que aunque no entendía se escuchaban bonitas y hacían no solo que me tranquilizara, sino que provocaban que mi piel se erizara producto de la excitación que me recorría.&m
Estaba ansioso esperando su respuesta, vi su expresión de duda y estuve seguro de que se negaría, pero no iba a permitirlo, lograría que aceptara y ya sabía que arma usar en su contra.Estaba claro que Sophía acababa de descubrir su sexualidad, de hecho la había visto como se admiraba y sorprendía de todo, aún no podía controlar las emociones que generaba el contacto de una persona que le atraía sexualmente. Por ello tenía la seguridad de que con solo tocarla se desharía en mis manos y tenía intención de aprovecharme. Por otra parte, no estaba demás hacer algo para aplacar el ardor que sentía por ella.No estaba dispuesto a que se alejara de mí hasta que estuviera saciado y aburrido de su cuerpo, mientras tanto era momento de disfrutarla y encaminarla más profundamente por el camino a su sexualidad, con el tiempo me a
Salimos del hotel luego de desayunar un par de tostadas y de vestirme con un Outfit, que me pidió en la boutique del hotel, porque la mía había quedado deshecha después de nuestro primer encuentro apasionado, me sonreí de solo recordarlo y hubo partes de mi cuerpo que reaccionaron con excitación ante la sola evocación de esos momentos.Debí meterme prisa porque según Nick estábamos a contra reloj, lo escuché hablar con alguien para atrasar la partida y me causó curiosidad, ¿Sería la persona que nos compraría los boletos? Me pregunté.No obstante, ocupé mi mente con otras cosas como por ejemplo, ir a buscar ciertas cosas a mi casa sin que él me acompañara y aprovechar para enviarle un mensaje de texto a mi madre por WhatsApp para decirle que me iba a quedar donde una de mis amigas que no fuera Mariana, porque si
Estaba confuso, mi interior era un mal de contradicciones, aunque quería que Sophía viniera conmigo, en el fondo deseaba que se negara, que me demostrara que era distinta a las otras. Esa es la razón por la cual cuando la vi llegar al aeropuerto mi actitud se convirtió en beligerante, si soy raro, pero es que esta mujer tenía la capacidad de despertar al mismo tiempo en mí, sentimientos contradictorios. Quería alejarla y a la vez tenerla cerca. ¡Era una locura!En ese momento cuando le reclamé lo de la maleta en vez de resistirse, responderme y oponerse se quedó callada, eso me dio atender que era capaz de todo por complacerme y eso me causó molestia, pero mi día terminó de convertirse en una mierda, cuando subimos al jet y vi su actitud.En ese instante apreté mis dientes enfurecido, la rabia me corroía por dentro, poco había tarda
Estaba totalmente cabreado, como se le ocurría a la descarada esa llamarme para pedirme explicaciones sobre la mujer con quien andaba, reclamándome que supo que la había traído en uno de mis jets y que la cargaba paseando por los museos. Cuando desde hace mucho tiempo lo que hacíamos no le importaba y no era problema del otro. Para nada a mí me interesaba su vida, ella podía hacer y deshacer y eso no era mi asunto, podía cogerse a la mitad de la población masculina de Europa y para mí sería exactamente lo mismo que se follara a uno solo. No podía creer semejante atrevimiento de Camila, definitivamente esa mujer estaba irremediablemente desquiciada.Lo que me preocupaba es que si ella estaba enterada de mis movimientos, muy probablemente alguien de mi equipo estaba sacando información y eso si era algo que no estaba dispuesto a tolerar por nada del mundo y apenas tuviera op
Me quedé fría, totalmente impactada por las palabras de la mujer, sin embargo, me obligué a reaccionar y expresé —. Creo que debe haber un error.La mujer se quedó viéndome con una sonrisa de maldad — . Te aseguro que no existe el mínimo error, esto le pasa a las chiquillas regaladas que se dejan deslumbrar por un hombre por ser mayor que ellas ¿Cómo te llamas? —Me preguntó de manera altanera. Y ante la seguridad que exhibía me sentí intimidada y me puse un poco nerviosa y no dudé en responderle.—Soy S-sophía, pero c-creo que d-debe haber un error—expresé nerviosa, mientras sentía una especie de zumbido en mis oídos, lo que escuchaba me parecía lejano como si yo no estuviese en el mismo sitio.—¿Acaso eres retrasada? —Indagó la
Apenas aterrizamos, fui la primera en levantarme del asiento, caminé de prisa tratándome de apartar del bullicio de la gente, quería estar a solas con mis pensamientos, recriminarme por lo tonta que fui y lamer mis heridas. Luego de aproximadamente quince minutos retiré mi equipaje de la correa. Y caminé hacia una de las salidas para tomar un taxi.Llegué a mi casa, sumida en una profunda tristeza, pensando en que salí queriendo liberarme de la autoridad de mis padres y engañando a todo el mundo y resultó que al final fui yo la burlada. Con pasos lentos subí a mi habitación, tenía esa sensación de derrota que hacía querer convertirme en algo insignificante y que la tierra me engullera y así perder todo rastro de conciencia. El corazón me dolía, al igual que mi orgullo que estaba herido por haberme creído especial para un hombre.&n