En sus pocos años había jurado que no sentiría aquello, menos por un hombre, y muchísimo menos por uno que apenas conocía. Pero lo cierto era que si ella liberaba feromonas "anti-pendejos", Christopher Moe liberaba feromonas "pásame la lengua". Mala sentía un cosquilleo en lo alto de su estómago qu
—¡Pero no la vayas a matar, pobrecita! —¿¡Pero no dices que es venenosa!? —rezongó Chris. —Pues sí, pero si elimináramos a todos los venenosos del mundo perderíamos al noventa y ocho por ciento de la población mundial —replicó Mala y Moe hizo una mueca. —Buen punto, cuando tienes razón la tienes
Insomnio. Esa era la palabra perfecta para describir cómo se sentían y cómo habían parado la noche y sobra decir que la pobre serpiente cornudita nada había tenido que ver con eso. Mala intentaba no dejarse llevar por la calma y la protección que sentía a su lado, y Christopher intentaba regresar
Él levantó la cabeza al escucharla y caminó con cautela hasta el probador. —¿Ya? —No, ¿puedes decirle a la chica de la tienda que venga? —¿Pasa algo? —¡Tú dile! —¡Dime a mí! —¡Esto se atoró! —gruñó Mala y él pasó saliva—. ¡Es cierre del vestido! —Bueno... eso no es gran cosa, a ver date la vu
Chris podía cerrar los ojos y asumir que no pasaría nada, pero por suerte o por desgracia esa no era su naturaleza. Si existía un olfato para los problemas, él debía tenerlo extremadamente desarrollado, por eso cuando vio a Mala tomar un autobús hacia las afueras de la ciudad, decidió seguirla para
Intentaba ser serio, pero aquel puchero en los labios de Mala lo puso de inmediato en modo consentidor y cuando vio que sus ojos estaban brillantes por esas lágrimas que no llegaban a salir, corrió a abrazarla. —Oye, oye, la gente va a pensar que te dije algo malo —murmuró él y se quedó un poco tie
Meterse al baño fue la sensación más deliciosa de ese día, pero salir y encontrar sobre su cama una pijama que era siete veces su talla fue todavía mejor. De todas formas había mucho frío y aquello olía a Christopher por todos lados. Bajó para encontrarlo en la cocina, debatiéndose entre la cena y
La mezcla de los dulces con el vino no tardaría mucho en hacer efecto y para cuando Mala por fin se calmó, tenía los ojos y la nariz hinchados de llorar, y los labios muy rojos de mordérselos. Chris no pudo evitar mirárselos y ella no pudo evitar darse cuenta. —Tú también me gustas —murmuró a él el