Su amigo sonrió de medio lado y lo increpó: —Pues ya que e gusta tanto hablar, cuenta ¿Qué pasó con la tal Malina? Chris bufó con frustración mesándose los cabellos. —Los guardias de seguridad la echaron. Me fui corriendo para tratar de detenerlos, pero cuando llegué, ya se había ido —respondió M
Malina respiró entrecortadamente, porque si respiraba profundo sabía que se bebería el aroma de aquel hombre y posiblemente hasta se marearía. Su cuerpo despedía un calor especial, ese que le habría aflojado las rodillas si no estuviera ya en bastante mala situación con lo de su pie, que no había de
—¡No sé por qué la gente se complica! ¿Al final no corrió detrás del mozo de la champaña? Miró a la muchacha y la vio morderse los labios para aguantar la risa. Moe sabía que ellos eran más parecidos de lo que creía, aunque ella no lo supiera. Un instante después otros invitados lo acapararon y tu
"No es asunto tuyo". "Mantente al margen". "No te compliques la vida" Todo aquello pasó a velocidad de ráfaga por el cerebro de Christopher Moe y aun así decidió descartarlo. —Esto no tienes nada que ver contigo, no tienes que... —intentó defenderse Mala, pero él tiró de ella hacia su cuerpo. —
—Quítate el complejo de Mesías —susurró caminando hacia la puerta—. No hagas que te agradezca nada, porque no podré decirte que no cuando quieras cobrarme, y de verdad que no soportaría eso. Christopher se quedó en shock. De verdad no quería pensar lo peor, pero una chica hermosa como ella no llega
Estaba molesto, no podía negarlo. Él que era un hombre sobradamente controlado, en aquel momento tenía las emociones a flor de piel porque no podía comprender qué diablos le pasaba con aquella mujer. Pero sobre todo le molestaba que ella no hubiera aceptado su ayuda cuando él se la había ofrecido, e
—Coñac —pidió.—¿El mejor de la casa? —preguntó Mala con sorna y Moe asintió dándole la espalda.Tenía un mal presentimiento, como si Malina no le estuviera diciendo toda la verdad, y todo lo que imaginaba alrededor de la vida de la muchacha o de su situación se hizo realidad una hora después, cuand
Moe sintió que el corazón le subía a la garganta. Había entrado en aquella habitación muy orondo, con la mejor disposición para enseñarle una lección a la señorita "Yo no necesito ayuda", y resultó que lo primero que vio fue unos dedos agarrados al marco de la ventana antes de desaparecer. —¡La put