Jamás Kainn había probado una sensación más dulce que la de regresar a casa con su familia. Moe estaba recuperándose bien y Barbara se había quedado con él mientras Kainn llevaba a Elisa de regreso a la mansión. Tenían el cuerpo y y la mente cansados y agobiados por todo lo que había sucedido, pero
—Gracias por esto —dijo con la voz temblorosa por la emoción—. Aunque sabes que no era lo que estaba buscando. Kainn asintió con seguridad. —Precisamente porque no lo estabas buscando, porque no lo has buscado nunca, es que te lo mereces. Y ahora todo será mejor... ¡Y solo tengo una condición para
Alton arrugó el ceño como si no pudiera comprender sus palabras. ¿Un terrario? Sí, un terrario enorme, sellado, y desde fuera el birmano lo miraba como si él fuera un insecto. El aire a su alrededor era cálido, pero aun así había una sensación de opresión y aislamiento. La única iluminación venía de
Kainn no podía esperar más. Ya habían pasado por demasiadas cosas como para detenerse a pensarlo más. La amaba, ella lo amaba, iban a tener dos hijos juntos, ¿qué más había que esperar? —Elisa, ¿te quieres casar conmigo? —preguntó, mirándola a los ojos. —Por supuesto que sí —dijo ella con una sonr
—¡Estás muy coqueto tú! —rio ella. —Es que estoy imaginando nuestra luna de miel. Tú y yo, en una villa blanca de Santorini. Elisa gimió despacio al sentir su boca paseando por la curva de su cuello. —¿Ajáaaaa? ¿Y qué va a pasar en esa villa? —lo provocó mientras sus cuerpos parecían incendiarse
Elisa y Kainn llegaron a Santorini a disfrutar de su luna de miel de dos meses en una hermosa villa con vistas a las cristalinas aguas del Mediterráneo. Pasaron los primeros días explorando la pequeña isla con sus playas de color turquesa y sus hermosos acantilados. Caminaban por el sendero costero
Elisa y Kainn se besaron apasionadamente, sintiendo una atracción indescriptible el uno por el otro. —Tu piel es lo mejor del mundo ¿ya te lo había dicho? —murmuró—. Perfecta para ser besada.... mordida... chupada... adorada... Elisa sonrió al sentirlo vibrar bajo sus caricias. Le abrió la camisa
Con movimientos suaves empezó a entrar y salir de Elisa, mimando cada centímetro de su cuerpo con ternura mientras ella clavaba sus uñas en sus hombros pidiendo más. —¿Más, nena, quieres más? —preguntó el birmano mientras echaba atrás las caderas y se separaba para volver a penetrarla con un movimi