Elisa y Kainn estaban sentados en la cama, observando la lista de preparativos para la boda. Ella tenía la hoja en sus manos mientras se acurrucaba contra el pecho de Kainn. A diferencia de lo que podía creerse, no estaba abrumada por la cantidad de tareas que debían realizar antes del gran día, por
Elisa nunca había estado tan bonita como en ese día. El vestido le quedaba precioso, su pelo estaba recogido en un hermoso moño y su cara estaba maquillada de forma perfecta. Se miró en el espejo y supo que éste sería el día más importante de su vida. Ya todo estaba listo para la boda. La casa esta
Su corazón se negaba a creerlo. Incluso cuando todos decían que las noticias no eran alentadoras, ella no podía creer que Kainn estuviera muerto. Incluso cuando vio cómo remolcaban el Cadillac a medio hundir en el río. —No, no es cierto, no puede ser cierto... —sollozaba quedamente sosteniendo su v
Elisa se volvió hacia él con el corazón lleno de esperanza, pero Moe tenía una condición para seguir con aquello. —Tú no vas —declaró olvidando todo el protocolo. —Pero... —Pero nada. Estás embarazada y tienes que descansar. No les puede pasar nada ni a ti ni a los bebés, porque no quiero que mi
—¡Alton! —exclamó Kainn con rabia, y aquella figura salió a la luz. La última vez que lo había visto había sido en Birmania, escapando de aquella cárcel después de ser acusado de explotación infantil. Aquel hombre era un criminal pero era evidente que Kainn se había confiado al no insistir más en s
Elisa sintió que las náuseas se apoderaban de ella, pero antes de que sus rodillas se aflojaran, Moe la ayudó a llegar al sofá y sentarse. —¿Secuestrado? ¿Están seguros? Pero ¿Cómo... quién...? —preguntó con tono desesperado. Moe asintió con la cabeza, tomando una profunda respiración antes de hab
Elisa estaba agotada. Sentía como si el corazón le pesara una tonelada mientras le golpeaba el pecho, la preocupación por Kainn le pesaba en el alma como jamás había imaginado, lo extrañaba tanto que era casi físicamente doloroso. Las horas se convirtieron en días sin noticias, hasta que Moe por fi
Kainn se despertó sobresaltado, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho y la respiración agitada. Habían pasado otros dos días, ambos llenos de una tensión y una desesperación insoportables. Kainn no tenía nada que comer ni beber, y se sentía débil y con náuseas. Ya eran cuatro en que no p