Jacking se detuvo justo frente a su despacho, necesitaba pensar todo con claridad. No podía permitirse distracciones, por ello debía encontrar la manera de deshacerse de la humana Isis. Recordó que la investigación que había ordenado realizar sobre ella debería haber llegado ya. Al abrir la puerta y entrar, sus ojos se posaron en el libro sagrado que reposaba sobre la mesa. ¿Qué hacía allí? Estaba seguro de haberlo guardado en el cuarto secreto.
Se acercó lentamente con todos sus sentidos agudizados. Podía percibir que alguien había estado allí. ¿Pero quién tendría el poder de tocar el libro sagrado de los Alfas Supremos y con qué intención lo habría hecho? —¿Mat, quién crees que estuvo aquí? —preguntó a su lobo. Entonces se percató de que Mat había estado demasiado tranquilo. Con todo lo ocurrido, solo lo había sentido al convertirse en Alfa Supremo y durante su breve conversación anterior. —Mat —lo llamó al ver que no respondía—, ¿te sucede algo? Si"Humanos", murmuró mientras sus ojos recorrían el informe una y otra vez, incrédulo ante los resultados. La revelación era desconcertante: no había nada intrínsecamente malo con su mitad. El problema radicaba en otra parte: su pureza la hacía vulnerable. Su alma inmaculada y su cuerpo sin mácula la convertían en el recipiente perfecto, un lienzo en blanco listo para ser corrompido. Era precisamente esa inocencia lo que la transformaba en el objetivo ideal para ser poseída por su enemiga. La ironía no escapaba a su comprensión: aquello que hacía especial a su mitad era también lo que la ponía en mayor peligro. Un alma pura, un cuerpo sin mancillar, características que en cualquier otro contexto serían virtudes, ahora se presentaban como potenciales debilidades a explotar. Se dirigió a la clínica para consultar con la bruja Teka-her y Aha, consciente de que ellos poseían mayor conocimiento sobre el tema. Al llegar, le informaron que la pareja se encontraba atendi
Mat yacía junto a la cama de su luna, resistiendo el impulso de acostarse con ella. El sueño erótico había intensificado su deseo, y su aroma lo estaba enloqueciendo. Esta nueva energía le preocupaba. No podía dejar de preguntarse: ¿Por qué una humana tenía el amuleto de Wadjet? ¿Quién se habría apoderado esta vez de su linda Luna? Tan inocente y pura que era. ¡Despierta, Mat!, se reprendió a sí mismo. ¡Recuerda que podría albergar a nuestra enemiga! Los recuerdos lo asaltaron: ¡Isfet, cuánto te amé! ¿Por qué me traicionaste? Pudimos haber sido tan felices... Habría puesto el mundo a tus pies. Si querías poder, ¿por qué no me lo pediste? ¡Te lo habría dado todo! Un movimiento inquieto en la cama lo puso en alerta. Isis lloraba desesperadamente, sumida en otra pesadilla. Aunque se mantuvo distante, observó cómo la luz emanaba de su pecho y la envolvía, sin lograr calmar su llanto. Entonces, escuchó su nombre entre sollozos. Mat, ¿dónde estás? ¡Dijiste que s
Café, “Les Deux Magots”, es el lugar predilecto de Angelina, y de todos los artistas. Se han citado todo el grupo de amigos, al recibir la invitación a la boda de Marrí. La primera en llegar, es Angelina, ya la conocen en el lugar. Por años, siempre se ha sentado en la última mesa, cerca de la ventana. Aquella, que tiene una hermosa vista. Su belleza exótica, siempre le atrae admiradores, pero ella los rechaza a todos. Es alta y esbelta. Su pelo, muy largo y negro como el azabache. De piel cobriza y ojos cambiantes. Unas veces, son azul cielo, y otras, azules casi negros. Pero este color, son muy pocos los que lo han observado, pues, sólo surge cuando está muy molesta. Y con sus amigos, siempre es feliz. Saborea su café, cuando ve aparecer a Antonieta — ¡Angelina querida! —la llama nada más entrar. —¿Alguna vez vas a cambiar de café? Hay otros más hermosos que este. — Hola Antoni, yo también te quiero—. Se levanta, para darle un beso y un abrazo. Su
Todos se adelantan para encontrarse con una mujer que parece salida de un cuento de hadas moderno. Su piel color canela brilla como si estuviera bañada en polvo de oro, contrastando dramáticamente con una cascada de cabello blanco platinado que le cae hasta la cintura en ondas perfectas. Sus ojos, de un gris mercurio poco común, parecen cambiar de tono según la luz, y están enmarcados por pestañas larguísimas y cejas perfectamente delineadas. Viste a la moda, con un conjunto que realza su figura esbelta, y desde el momento en que aparece, sus ojos no se separan de Marcus, siguiéndolo con una intensidad casi depredadora. — Hola chicos. ¿Son los amigos de Netfis? Yo también soy su amiga. Me pidió que me encontrara con ustedes aquí. El avión ya está listo. Tenemos que salir ahora, porque se avecina una tormenta de nieve. Queremos llegar antes de ello—. Ha hablado muy rápido. Todos están extasiados mirándola. Sin reaccionar. — ¡Oh, perdón! Mi nombre es Neithotep. Pero mis amig
Luego de resolver el lío con la mitad de Bennu, se dirigen a la casa del Alfa Supremo. Mientras avanzan, analizan diversos aspectos de la manada, especialmente la boda de su Celta con Netfis. — Teka, ¿Neitophep vendrá para la boda? —pregunta el Alfa. — Sí, viene en el mismo avión que los amigos de Netfis —responde la bruja Teka, sonriendo con alegría ante la mención de su única hija—. La recogerán primero en Roma y luego irán a París por los otros. — ¿Cuántos años hace que no viene tu hija? —continúa indagando el Alfa. — ¡Más de veinte años! —responde Aha, el padre de Neiti—. Desde que se molestó conmigo por no dejarla casarse con aquel cazador. — ¿Era su mitad? —pregunta Jackin, mirando al doctor y antiguo miembro de la manada, Aha. — ¡No! Solo era un capricho de ella. Estudiaron juntos y se enamoraron. Pero cuando él se enteró de que no le permitimos el matrimonio, se fue y la dejó. Al parecer, lo que quería era pertenecer a nuestra manada —cuenta Tek
La sed la despierta, así que baja con su libro a tomar agua. No ha llegado nadie todavía. Se acuesta en el sofá y continúa con su lectura. Está muy agotada. Parece que utilizar el conjuro que le enseñó su padre consume su energía. No sabe cuándo, pero se queda profundamente dormida. Vuelve a revivir el momento en que Jacking la rechazó; le duele tanto que comienza a llorar. Siente unos dedos conocidos pasar por su frente y unos fuertes brazos que la levantan. Tiene que ser un sueño. Hunde su cabeza en su pecho, y ahí está ese agradable y dulce olor que la tranquiliza y la llena de paz. Siente cómo la deposita en la cama, la cubre y se aleja. ¡Quiere llamarlo!, ¡gritarle que se quede! ¡Que no la deje! ¡Que la ame! Pero no puede abrir los ojos; pesan demasiado. Se ve a sí misma tratando de alcanzarlo, corre con todas sus fuerzas. La maleza ahora azota su rostro. Un enorme lobo con cuernos la persigue, sus ojos brillan en la noche. Grita con todas sus fuerzas: —Mat, ¿dó
La luna de la manada Luna Nueva, Amaral, hizo un gran trabajo con el vestido de novia de Netfis; siguió a la perfección el diseño que su hija había creado. El vestido le quedaba fabuloso. Netfis lo mira, ilusionada e incrédula. No quiere que nadie lo vea; será su sorpresa para el día de la boda. Desde lo sucedido en su futura casa por el celo, ha pasado horas entrenando con el beta Amet, ya que en su lobo reencarnó el dios Ammyt y en el humano, el dios Sobek. Por tal motivo, el beta Amet puede dominar a los muertos y el inframundo. Lo acompaña el Alfa Supremo Jacking, por si se descontrola, y su mitad Bennu, para aprender cómo dominarla. Todos le dicen que tiene que controlar sus emociones, pero ella siempre ha sido muy temperamental. Gracias a los dioses, la bruja Teka le ha hecho un trabajo que la ayuda a controlarse. Pero, ¿qué novia no se pone nerviosa con su boda? Todos le dicen que se calme, que todo está bien. Sin embargo, mañana se casa, y sus amigos to
Todos se despiertan por el ruido de las ruedas del avión al tocar la pista del aeropuerto al aterrizar. Miran desconcertados por la ventanilla, sin entender nada del paisaje que observan. Les parece que han pasado muchas horas, y a todos les duele la cabeza; el hambre los está matando. Neiti se pone de pie en la parte delantera y pide que la atiendan. Hacen silencio para poder escuchar. —Amigos, tenemos que hacer escala aquí porque el tiempo está muy malo. Seguiremos cuando la tormenta de nieve lo permita —al ver que todos están agotados, continúa—. Por ello, vamos a descender para tomar un descanso; han sido muchas horas de viaje. —¿Dónde estamos, Neiti? —pregunta Antonieta. —En Australia —responde, haciendo señas para que desciendan. —¡Australia! —exclaman todos a la vez. —Sí, en Australia —se gira ella, sorprendida al escucharlos, y agrega—. Ya casi estamos llegando a nuestro destino. —¿Pero no vamos a España? ¿Qué