EllaParece como si mi hermana hubiera estado fuera con mi bebé durante... horas. Pero en realidad, sé que ha sido, como mucho, media hora. Aun así, mientras los demás rondamos por el oscuro bosque, bebiendo champaña y esperando, no puedo evitar seguir mirando ansiosamente en la oscuridad. ¿Qué los retiene? ¿Por qué no vuelven? "Paciencia, problemilla", dice Sinclair detrás de mí y yo suspiro. Sin mirarlo directamente, vuelvo a apoyarme en su pecho y me llevo la copa de champaña a la boca,
"Ella", dice Roger, sonriéndome y metiendo las manos en los bolsillos. "¿No sabes que es un asunto privado lo que ocurre entre un niño, sus padrinos y la diosa la noche de su bautizo?". "Te juro, Roger", le advierto entrecerrando los ojos, "que si me ocultas esto, te torturaré el resto de tu vida...". Mi cuñado me enseña los dientes juguetonamente, inclinándose hacia delante. "Ay, Ella, pero ¿no lo ves? Ahora tengo el poder de torturarte, ya que tengo la información que quieres, y voy a hace
EllaDos horas más tarde, Sinclair y yo recibimos a nuestros amigos en casa para un desayuno informal con café, o mimosas, según las preferencias, para celebrar el bautizo de Rafe a la luz de la luna. Me doy cuenta de que nuestros invitados están cansados. Después de todo, han estado despiertos toda la noche, pero los ánimos están por las nubes. "Vaya", digo, apoyándome en el pecho de Sinclair con un cruasán en una mano y una taza de café en la otra. Rafe, por suerte, está dormido en su silli
"Por favor, Ella", dice en voz baja, mirando ansiosamente hacia donde está Sinclair. "Lo siento, quizá no debería habértelo dicho"."No", digo, sacudiendo la cabeza y mirándola con una nueva determinación en el rostro. "Necesito saberlo, Isabel. Estoy mucho mejor, necesito hacer este tipo de trabajo. Si Sinclair quiere liderar a esta gente, yo no pretendo quedarme en casa y ser una feliz ama de casa mientras otros sufren. Quiero ayudar". Ella asiente, comprendiendo mis intenciones. "Sabía que
EllaMis invitados me sorprenden quedándose casi hasta el mediodía. Bueno, al menos, algunos de ellos, sobre todo los que empezaron a darle duro a las mimosas cuando volvimos a la casa y luego pasaron al güisqui. Después de dar de comer al recién despierto bebé, vuelvo bostezando a la parte delantera de la casa, donde sonrío al ver que Sinclair se ha aflojado la corbata y está disfrutando de una pequeña charla con Roger y algunos de los otros Alfas. Isabel y James se han ido a su hotel para
"Ella", dice Cora, agarrándome por los hombros y dándome una pequeña sacudida, aunque puedo ver que sus mejillas se sonrojan. "Déjalo". "Está bien", le miento, aún mirándola con el ceño fruncido.Cora suspira y sacude la cabeza. "Estoy cansada, Ella", dice, mirando hacia la puerta y luego de nuevo a mí. "Me voy a casa, pero no quiero irme así. Ha sido una noche estupenda, muy... especial. ¿Podemos decirnos que nos queremos y luego irnos a tomar unas siestas bien merecidas?". "Sí", suspiro.
SinclairSé que es un poco perverso, pero, mientras observo a mi furiosa parejita, mirando con rabia entre mi hermano y yo, y que supero tres o cuatro veces en peso... Maldita sea, pero me pongo un poco duro. Simplemente es tan apasionada, y cuando se pone así todo lo que quiero es agarrarla, llevarla arriba y redirigir esa ira hacia... "Ella", suspira Roger, mirándose los pies. "No sé qué decir". "Claro que no", gruñe ella, volteándose hacia él y empezando a avanzar de nuevo. "Ya basta", gruño, agarrando su brazo, el que no tiene al bebé, y sujetándola firmemente. Se gira y me mira, con un pequeño gruñido en sus labios carnosos, pero cuando ve la frialdad en mi cara y en mis ojos, Ella vacila, solo un poco. Y entonces, ella resopla, cediendo contra su voluntad y su expresión refleja las palabras que envía directamente a mi mente: ‘Está bien. Pero luego me las vas a pagar’. Le sonrío, dejando que sienta un poco de mi excitación en el vínculo. ‘Ay, nena’, respondo, ‘más
Ella Suspiro y extiendo mi cuerpo sobre el de Sinclair, trazando las líneas de su cuerpo bajo su ropa. Cierro los ojos, relajándome, dejándome llevar por la calidez de su cuerpo, disfrutando de tenerlo sano, salvo y cerca, de saber que nuestro niño duerme al otro lado de la habitación. "Pero estás de acuerdo conmigo, ¿no?", le pregunto en voz baja. "Sin bromas". Sinclair se toma un minuto para pensarlo y entonces asiente, con los ojos aún cerrados. "Creo que deberían arreglarlo ellos mismos", me responde en voz baja. "Pero estoy de acuerdo, Ella. Si él no está dispuesto a aceptarla aunque ella no pueda darle hijos... entonces debería dejarla encontrar a alguien que sí pueda". "Gracias, Dominic", le respondo, mi voz apenas se escucha, enviando un pequeño pulso de agradecimiento sincero por nuestro vínculo. Él me envía amor de vuelta. Y entonces ambos nos relajamos, nuestros cuerpos entran en un ritmo más profundo de respiración que nos lleva al sueño. El sueño de re