Ella "Muy bien", dice el médico, entrando en la habitación donde Sinclair y yo descansamos juntos en mi cama de hospital, con la cabeza apoyada en el hombro de mi pareja mientras vemos alguna telenovela del día. Me levanto cuando entra el médico, impaciente por oír lo que tiene que decir. Sinclair emite un pequeño gemido cuando se sienta y pone los pies en el suelo, colocándose junto a la cama para escuchar las noticias. Sé que no está cansado, sino todo lo contrario. Todos estos días y horas
"Médico". La voz de Sinclair es baja, casi no se escucha por la distancia, y me inclino hacia delante para oír mejor. "¿Cuánto le pagan aquí?". El médico se burla y le dice a Sinclair que, francamente, no es asunto suyo. "Ahora sí", responde Sinclair. "Porque sea lo que sea, le pagaré el doble por ser el médico personal de Ella durante el resto de su embarazo. Y el médico de nuestros hijos, en el futuro". Cuando oigo el sonido de las manos chocando en un apretón de manos, sonrío y me recu
Sinclair Me despierto, unas horas más tarde, levantándome de un salto en cuanto me doy cuenta de que Ella no está a mi lado. Hace horas que se había quedado dormida tras una cena sencilla y un maratón de películas. Mientras ella dormía a mi lado, yo había pasado la mayor parte de las últimas horas de la noche respondiendo a la pila de correos electrónicos que se acumulaban en mi bandeja de entrada y observándola dormir por el rabillo del ojo. Pero ahora, cuando abría los ojos por un momento
"De todo", murmura, cogiendo y abriendo un paquete de regaliz. "También por eso no podía despertarte para que me trajeras comida. No sabía lo que quería. Resulta que lo quería todo". Hago una mueca cuando le da un mordisco al regaliz y lo arranca con los dientes mientras me mira con curiosidad. "¿Alguna posibilidad de mover el nido hasta aquí abajo? Sería muy conveniente, con todos estos antojos...". La corto con una carcajada, negando con la cabeza. "No, Ella", insisto. "No puedes mudarte a l
Ella Cuando abro los ojos, Sinclair ya se ha ido, a pesar de que anoche durmió unas cinco horas en total. Se durmió en cuanto su cabeza tocó la almohada cuando volvimos a la cama. Me había tomado un momento para mordisquear una galleta que me había metido en el bolsillo de la bata, pero no me había quedado muy atrás. Ahora me estiro tranquilamente en la cama, disfrutando de la posibilidad de extender las piernas y los brazos sin que ningún hombre lobo gigante me impida hacerlo. Por supuesto
"Oh", digo mientras vuelvo a caer contra las almohadas, con los ojos muy abiertos. "Espera, ¿así que ya no sales con Roger?". "Para empezar, nunca he salido con Roger, Ella", miente, apresurada y avergonzada. Entonces, oigo que alguien la llama desde dondequiera que esté. "Me tengo que ir. Luego te cuento. Adiós, te quiero. Adiós". Miro fijamente la pantalla del teléfono que tengo en la mano mientras se queda en negro. ¿A Cora ya no le gustaba Roger? ¿Y está saliendo con mi médico? ¿Y s
Ella "¡Hola, cariño!". Le digo alegremente a Sinclair cuando aparece en la puerta de nuestra habitación esa misma noche, apoyado en el marco y sonriéndome cansado. "¿Quieres pizza?". Levanto la grasienta caja cuadrada en el borde de mi nido. "Solo queda medio trozo, pero...". Me encojo de hombros, "está muy buena". "No, Ella", responde riendo y entrando en la habitación, sentándose en el borde de la cama. "Esa es tu pizza fría de hace horas. Quédatela para ti". "Respuesta correcta", murmur
"No", tararea complacido, atrayéndome de nuevo contra él con ansia, como si yo fuera algo de lo que no pudiera soportar separarse más que un momento. "Hueles a frituras de maíz". "¿Qué?". Chillo, horrorizada y riendo al mismo tiempo. "¿Huelo a frituras de maíz?". "¿Por qué te sorprendes?", se ríe entre dientes, echando un vistazo a las dos bolsas vacías en la mesilla de noche. "Llevas todo el día con ellas...". "Dios mío", gimo, cubriéndome la cara de vergüenza y dejándome caer sobre sus b