El Rey y La Enana

Morgan

Estaba cómoda en mi cama, descansando cuando de pronto siento una mano que amasa mi pecho y tira de mi pezon. Otra mano acaricia mi clítoris. Era un sueño tan prometedor, hasta que sentí como una gruesa y dura erección se clavaba entre mis gluteos y escuche:

-mi muñequita linda, no tienes idea de lo feliz que es despertar junto a tí-sonaba cerca de mi oído la voz de Sasha, quien seguía acariciandome.

-Sasha... -dije y él me embistió desde atrás y deje de pensar, una vez más.

Alrededor de las nueve de la mañana, cuando la manada ya estaba en pie, yo, la luna estaba desayunando, frente a una sonriente Ardara en la cocina.

-¿que?-dije con muchas ganas de tirarle algo por la cabeza así borraba esa sonrisa.

-me gusta verte así Morgan, creo que a todos nos gusta-respondía mi amiga.

-¿así como?-pregunte y tome otro sorbo de café, hoy debería llamar al rey.

-feliz, radiante, él te hace bien Morgan, creo que nunca te he visto tan radiante-respondía Ardara, pero antes de que diga algo,
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