POV: Amaia.El miedo que cala mis huesos ya lo reconozco, ha sido mi eterna agonía desde que Audrey llegó a mi vida. No solo por las situaciones y condiciones en las que vivía, sino por el mundo en el que me muevo.Ser bailarina de un club no es lo que se dice sencillo. Aunque sea un club VIP, hay más cerdos ricos que pobres, así que no estoy exenta de riesgos en ese sentido. No sé de qué forma pude sobrevivir hasta ahora, evitar las intenciones de Richard y no dejarme arrastrar por la corriente que se lleva a todas las demás. Tal vez la fuerza de voluntad ha sido siempre mi hija y si ella me necesita, no puedo romperme. No puedo dejar que me rompan.Y ahora, mientras le confieso mi mayor miedo a Adam, al hombre que llegó a mi vida en este mundo que tanto odio, siento como si dejara salir un secreto que nadie sabía.—A Audrey no le pasará nada. Jamás.Me giro para verlo. Su perfil perfecto se ve serio, aterrador incluso. Y una calma me sobrecoge cuando entiendo que siente lo que yo: u
POV: Amaia.Amanecer en los brazos de Adam es lo mejor que me ha sucedido en mucho tiempo. Sentir el calor de su pecho contra mi espalda, su respiración pausada contra mi oreja, definitivamente, es algo digno de querer experimentar a diario. No necesito abrir mis ojos ni mirarme a un espejo para saber que en mi rostro se muestra una de las sonrisas más sinceras, de esas que dictan la felicidad del corazón.–Buenos días, cariño. —Su voz ronca hace cosquillas en mi oreja, hace vibrar mi cuerpo y, además, provoca que su erección matutina se sienta aún más imponente.Me remuevo contra él, siento la presión de su dureza contra mi trasero y no me importa para nada que mi cuerpo duela de mil formas deliciosas. Adam es un espectacular amante y aunque la noche haya sido larga, no me haría mal un poco más de amor matutino.—Buenos días —tartamudeo una respuesta cuando la mano que se apoya en mi vientre, baja hasta zonas escondidas debajo de la sábana que nos cubre a ambos.Sus dedos largos palp
POV: Adam.En cuanto Audrey escucha la palabra helado, sus ojos brillan con felicidad, me toma de la mano y se deja llevar por mí, como si fuera algo normal, algo que está bien.Y no puedo dejar de mirar a Amaia cuando eso sucede, porque sé que sus ojos estarán inundados y un temblor en su labio me avisará de que está aguantando un puchero. Cuando lo confirmo, me doy cuenta todo lo que he aprendido sobre ella estos pocos días.Amaia es todo sentimiento. De cualquier naturaleza, pero el que sea, será igual de intenso.Lo mismo su odio al bailar, que su amor ahora. Todo es visible si buscas bien en sus ojos, si pretendes enfocarte en algo más que el verde esmeralda de su mirada.Salimos los tres juntos y se nos va la mañana complaciendo a la pequeña más comprensiva de todas. Entre helados y paseos por el parque, llega el mediodía y tenemos que regresar. Me tomé este tiempo libre, porque ambas merecen toda mi atención, pero en la tarde tengo que ir a la oficina y ponerme al día con algun
POV: Amaia.Miro mi reflejo en el espejo y ya no veo mi felicidad, tampoco la siento. Lo perfecto de las últimas horas termina siendo solo un recuerdo lejano, cuando el peso de mi verdadera rutina se abre paso.Mis ojos verdes ya no están brillantes y en parte lo agradezco. Prefiero que Richard vea mi desilusión a que le enoje mi despreocupación para con sus anteriores amenazas. Años trabajando para él me han dejado claras las formas en que él satisface sus caprichos. Hasta hoy, había podido evitarlos, sus amenazas nunca habían llegado tan lejos, hasta hace poco, cuando mencionó por primera vez a Audrey.Mi vestido ajustado y corto dista tanto con el que llevaba ayer, que unas lágrimas se forman en mis ojos. Sin embargo, respiro profundo y me obligo a calmarme, todavía no me encuentro con Richard y menos, con lo que es el club en general. No sé lo que me espera y tampoco quiero darle un segundo pensamiento. Sé que debo estar preparada para todo, es lo único que sé. El problema está en
POV: Amaia.Cuatro horas. Solo cuatro horas han pasado desde que Richard me dio el ultimátum. Cuatro horas que puedo declarar como las peores de toda mi vida. Me desespera pensar en mi hija y en la amenaza latente, en el maldito chantaje en el que me metieron. Mis manos no han dejado de temblar desde entonces. Un dolor lacerante se abre paso en mi pecho y me recuerda, a cada segundo, todo lo que está en juego. Adam no va a creerme, no lo hará. La actitud de Jessie cuando fue a darme el aviso y lo que justamente yo le comenté antes, lo harán dudar. Y ese es uno de mis mayores temores ahora, ¿cómo lo convenzo?, ¿cómo le digo que todo se acabó cuando recién empezaba? Tendría que actuar muy bien, como una perra sin sentimientos, una trepadora como la que le advirtió su madre, para persuadirlo y alejarlo de mí. Pero no me creo capaz de algo así, de dañar a la única persona que se ha ganado mi respeto, mi admiración y mi amor, en los últimos años.Miro a mi alrededor y suspiro, el cuarto
—Marge, por favor, no salgan de la casa —ruego, mirando a los ojos entristecidos de mi amiga—. No confío en Richard, no…no sé de lo que es capaz con tal de tenerme en sus manos. Bajo la cabeza para evitar que Marge vea la lágrima silenciosa que rueda por mi mejilla. Pero dos de sus dedos se apoyan en mi barbilla y con toda la dulzura que puede, insiste en levantarla otra vez. —Todo va a estar bien, yo no voy a salir de la casa y tampoco le abriré a nadie —promete y ahogo un suspiro que pudiera pensarse que es de alivio, pero no lo es. Más bien, agotamiento. —Voy a buscar a Adam, necesito resolver esto de una vez…—Él no va a creerte. —Su afirmación solo empeora mis ganas de llorar. —Lo sé —respondo, con un sollozo. Ese es mi mayor miedo, no me va a creer. Y decirle lo que está pasando…no sé si sea una opción. No quiero arriesgarme. No quiero cometer un error y arrepentirme.—Solo piensa mejor tus opciones, Amaia. No todo está perdido, si le pides ayuda, en vez de hacer caso a la
POV: Amaia.Los párpados me pesan y aunque quiero abrir los ojos, no puedo hacerlo. Muevo mi cabeza de un lado a otro cuando algunas voces llegan a mí y siento la necesidad de pedir ayuda; aunque no tengo clara la razón. No alcanzo a escuchar lo que dicen y cuando trato de hablar, llamar la atención de quien sea que se mantiene cerca, mi lengua se enreda y solo se oye un gimoteo extraño.Las voces se detienen.Mis latidos se aceleran cuando la oscuridad y el silencio repentino me abruman. Trato de moverme, de hacer algo más que sacudir la cabeza sin parar, pero mis extremidades no me responden. Mi respiración se vuelve superficial y mi pecho empieza a doler, un ardor que me quema desde dentro. Quiero gritar, creo que lo hago, pero tampoco me escucho.«¿Por qué demonios no puedo escucharme? ¿Qué me pasa?».Me esfuerzo un poco más para abrir los ojos, como si ese solo gesto fuera una tarea titánica. Logro abrirlos, pero no del todo. Flashazos de luz se filtran y ese reflejo, me hace gru
POV: Amaia.No sé cuánto tiempo ha pasado, cuando escucho pasos del otro lado de la puerta. Todo mi cuerpo me duele, pero no dudo un segundo en que debo levantarme y prepararme para lo que sea me espera ahora. Siento mis ojos hinchados y la garganta la tengo tan seca que dudo pueda hablar siquiera.Me alejo lo más que puedo, regreso a la cama y me siento a duras penas en ese colchón duro que debe estar asqueroso. Ahora que mis pensamientos se extienden un poco, miro a mi alrededor y trato de ubicar en dónde estoy. Todo sigue a oscuras, no he buscado ni siquiera un interruptor para encender las luces, si es que existe. Pero el haz de luz que penetra por debajo de la puerta, permite que al menos sea visible la ubicación de los muebles que hay dentro.«Esto parece la habitación de un motel barato».Me recorre un escalofrío y trato de evitar el castañeo de mis dientes cuando no puedo evitar pensar en las razones por las que me trajeron aquí. Me abrazo a mis rodillas otra vez, cuando mi me