Más ajustado —le pide Estefanía al modista.
Siento que el aire se escapa de mis pulmones. No sé cómo, pero cuando llegué a mi oficina Estefanía ya estaba dentro. Me dejó con la boca abierta, ya que se las arregló para entrar en ella sin que nadie se diera cuenta.
—Ya, por favor —suplico e intento respirar.
—¡Dios mío, cariño, tienes que adelgazar un poco! Ninguno de los modelos te cierra en el estómago —comenta el diseñador, asustado.
—¿Cómo quiere que cierren si son unas tallas menos que la mía? —balbuceo y los observo.
—Está bien —suelta Estefanía de mala gana—. Tráigame vestidos de talla 5.
—Ay, no. ¿Es en serio, Estef?
—Sí. Paolo, tráeme vestidos de la talla 5.
—Ay, está bien. Enseguida te los consigo, querida.
Él chasquea sus dedos y una de sus empleadas sale en busca de los vestidos.
—Estefanía, ¿no crees que es muy pronto para buscar vestidos de novia?
—No, querida cuñada. Mientras más pronto, mejor
—¿cómo sigue Miranda?Edmon sale de la habitación donde está ella.—El médico dijo que son heridas superficiales y que en unos tres días ya le dolerán menos —responde con aflicción y tristeza—. Con una crema médica sus cicatrices sanarán. Ya mi padre fue por ella.Es un alivio que solo sean heridas leves, pero está más preocupado por Mía. Ella parece que está en trance. Al reaccionar y ver lo que hizo, ssufrió una crisis nerviosa demasiado fuerte, así que la llevo a mi habitación para que el médico le dé un calmante después de revisar a su hermana. Cuando el médico sale, me pide que lo lleve con Mía, y así lo hago. Entramos y Mía se aferra a mi hermana. No deja de temblar. Verla en ese estado me angustia tanto, pues nunca me imaginé verla así de mal. Edmon entra, besa a su hermana en la frente y le sonríe para luego tomar la mano de mi hermana, sacándola de la estancia.—Le pido que se calme. Si no lo hace, será peor su crisis nerviosa.—¿C-Cómo me
—Todo está listo, señor Hoffman.Mía y yo bajamos del jet, no sin antes cubrir sus ojos para que no vea en dónde estamos. Le pido a todos que no digan nada sobre el lugar que visitaremos. Llegamos al auto y entramos en él. Lo pongo en marcha para llegar a nuestro primer destino.—Gabriel, ya es mucho misterio el tuyo —masculla.Desea saber en dónde estamos.—No comas ansias. Si solo esperas un poco más, verás a dónde te llevo.Acelero más el auto para llegar a tiempo. Tomo mi celular y busco en llamadas recientes hasta encontrar el número que llamaré.—¿Está todo listo? —Afirman—. Bien. En media hora estaremos ahí.—Gabriel, me estás asustando.Trata de quitarse la venda negra, pero se lo impido.—Cálmate, Mía. No seas paranoica, ¿quieres? —me burlo al saber que piensa otras cosas—. Te dije que es una sorpresa. Confía en mí, ¿o es que no lo haces?—No.Su respuesta no es la que esperaba. No tengo ni
—¿Acaso no puedo venir por ti para presentarte ante mi familia? —Me observa de arriba abajo—. Sabes… —se acerca y me toma de la cintura— si no fuera por mi promesa, te quitaría este vestido y te haría mía.Besa mi cuello.—Su cumplido es un deleite para mí, señor Hoffman. —Echo mi espalda hacia atrás—. Es mejor que salgamos.Me aparto de él para cerrar la puerta con seguro.Me ofrece su brazo, el cual acepto con mucho placer.—No pasa nada —susurra al verme nerviosa.Llegamos a las escaleras y empezamos a bajarlas. Me sorprendo. Hay mucha gente reunida aquí. Ahora entiendo por qué es tan amplia esta mansión. Todos se vuelven para vernos mientras bajamos. A lo lejos, logro ver a mis padres, a Edmon y a Raquel.—Hola, Mía. —Estefanía besa mi mejilla.—Hola —saludo, asombrada.Según me dijo Gabriel, ella estaba de viaje en París.—Te ves fantástica. Sabía que te quedaría fenomenal.Me escruta y camina a mi alr
—Señorita Mía, su hermano pide verla.—Dile que pase —le respondo a mi secretaria y dejo de presionar el botón del teléfono.A los pocos segundos, Edmon entra por la puerta. Me sorprende verlo tan feliz. A mi mente viene la posibilidad de que haya vuelto a su noviazgo con Estefanía.—¿A qué se debe tanta felicidad?Se sienta frente a mi escritorio.—Volví con Estefanía.Esboza media sonrisa y entrelaza sus dedos para sostener su nuca.—Lo supuse, dado que después de tu ruptura siempre estabas molesto.—No es cierto.—Oh, sí. Es lo que nuestros padres me comentaron. También me baso en lo que vi durante mis vacaciones.—¿Tan obvio era? —Arquea una ceja.Me río. Él es el único en la familia que no puede disimular sus sentimientos. Tampoco parece tener sentido del humor, al igual que mi futuro esposo.—Esposo… —musito entre risas.Antes ni siquiera pensaba en esa posibilidad.—¿De q
<MÍA>—¿Segura de que te sientes mejor ahora?Reparte besos en mi cuello.—Lo estoy. Ya suéltame.Me río por las cosquillas que me provocan sus besos.—Y pensar que antes…—¿Antes qué?—No, olvídalo.Lo miro de forma interrogante. No me quiso decir lo que piensa. A lo último no le doy importancia y me alejo de él para terminar de arreglarme para ir a trabajar.—Por cierto, Gabriel.—Dime.—¿Sabías que el 25 de febrero habrá una subasta de joyas?—Estefanía me comentó sobre eso, pero lo olvidé. También me preguntó si nosotros iríamos.—Hace tiempo que no voy a una. ¿Quieres ir? —Agarro mi cartera.—Contigo iría hasta el fin del mundo.Me abre la puerta, muy caballeroso.—Ajá, sí, como no —me burlo.Estoy segura de que oyó esa frase en la televisión.Nuestra relación va mejorando, y es algo que aún no puedo creer. Siempre me imaginé que compartirí
<GABRIEL>Entramos de inmediato a la casa victoriana que nos han regalado para recostar a Mía y hacerla reaccionar. Me preocupa su palidez, ya que ella nunca ha sido así.—Llamemos al médico —suelta mi madre, preocupada.—Lo mejor es llevarla al hospital —acota la mamá de Mía y saca un pequeño bote de alcohol con algodón de su bolsa.Mojo el algodón con el alcohol para luego pasarlo por su nariz. Mía despierta con lentitud.—¿Qué me pasó?Se queja y se sienta.—Te desmayaste afuera, hija. ¿Estás bien? Últimamente te he visto muy pálida. Si quieres, vamos al médico para…—No, no, no, mamá, estoy bien, solo he olvidado tomar mis vitaminas.Esboza una sonrisa para calmarnos.No sé, pero se me hace extraño. Vivimos juntos y jamás la he visto tomar pastillas de ningún tipo.—Bueno, entonces vamos a casa. Ya habrá más tiempo para que conozcas nuestro futuro hogar. —La ayudo a levantarse.Mis
Tenía que averiguar a toda costa si en verdad Antonio hizo lo que dijo. Es la única forma de saber si el hijo que espera Mía es de él o mío. Está también la opción de hacer la prueba durante el embarazo, pero debo esperar hasta los siete u ocho meses y Mía apenas tiene dos mesesA veces Mía está muy distante conmigo. Eso empezó a pasar hace dos semanas cuando salió del hospital. No me gusta su actitud, pero todo es culpa del bastardo de Antonio. Si él no le hubiera dicho nada, ella estaría trabajando como lo hacía antes. Lo peor es que estar encerrada tanto tiempo en el departamento le afecta, ya que ni siquiera quiere jugar sus videojuegos.Hablé con mi hermana. Ella aparta tiempo y la visita. Entretanto, yo trabajo. La acompaña mientras no estoy, aunque no ayuda mucho, de modo que le propongo a Estefanía que le hable a Mía sobre sacar una marca de fragancia con ayuda de Marcelo. Quizás así se ayudará a sí misma—Gabriel, llegaste —articula mi hermana y me mira desde la cocina.—¿Qué
Le pido a Gabriel que deje las cosas como están sobre la paternidad de mi bebé, que es mejor esperar a que nazca para saber sus rasgos faciales. Él aún se empeña en averiguar si es verdad lo que Antonio dijo, pero le digo que lo olvide y que se dedique más a nuestra relación.Por más que trato de conciliar el sueño en la noche, no logro hacerlo al pensar que todo este tiempo Antonio siempre me vio la cara de estúpida. Aún recuerdo ese día que le grité a Gabriel que elegía a Antonio. En ese entonces era tan joven e ingenua que creí en ese amor falso que el hermano de mi mejor amiga me juraba tener. No dejo de pensar en qué hubiera pasado si hubiera elegido a Gabriel esa vez. Tal vez ahora estuviéramos casados y con hijos. Es imposible dormir si pienso en las decisiones equivocadas que tomé en mi vida por precipitarme. Me doy la vuelta en la cama para ver al hombre que una vez creí que jugó conmigo; su rostro está libre de imperfecciones, a excepción de su barba, la cual le da esa mascu