Lo quiero todo

Virgínia

Pero antes de llegar al portón de mi casa, Murilo ya estaba caminando a mi lado.

"Voy a ayudarte a hacer las maletas", explicó cuando lo miré sin entender.

Realmente no había pensado en eso, pero habría imaginado que alguien tan rico e importante como Murilo no se ofrecería para hacer algo tan mundano como empacar las maletas de otra persona.

Me alegré de buen grado por su disposición y juntos comenzamos la tarea de organizar todo lo que necesitaría llevar a su apartamento.

"¿Qué estás haciendo?" pregunté horrorizada.

Murilo tenía la gaveta de mis bragas abierta y sostenía una de ellas en sus manos, mirándola con evidente admiración.

"¡Deja mi braga!" tiré de la que estaba sosteniendo y cerré la gaveta con un movimiento brusco.

"¿Estás segura de que esta prenda que tenía en mis manos es realmente tuya, Virginia?" preguntó con diversión.

"Me gustan las bragas más grandes porque son ideales para algunas ocasiones", expliqué a regañadientes.

"Aquello no era una braga más grande.
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