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Capítulo 9: Valiente ¿Yo?

Otro día más de ir a mi empleo, en fin me levanto como siempre temprano a la misma hora. No suelo poner alarmas para que me despierte es como que ya el cuerpo se acostumbra.

Ayer fue un día que nunca olvidaré en mi vida, pase uno de los momentos diría yo más vergonzosos aunque siempre he tenido pero el de ayer superó hasta mis propios expectativas. Comprendí que va hacer más difícil trabajar con Eduardo no sé si lo que dijo ayer fue de broma o es la verdad, el asunto aquí es que se me está haciendo demasiado difícil comprenderlo.

Pero bueno hoy mi atuendo consiente nuevamente en una falda tubo un poco ajustada con una blusa de color rosa clara y unas zapatillas de tacón alto negra. Me veo en el espejo y me gusta mi ropa en el día de hoy, bien formal y lo mejor me siento cómoda. A mí no me gusta mucho ponerme vestidos ciento que no va con mi tipo de cuerpo. Es como que necesito siempre algo que marque mi cintura y un vestido para trabajar no lo creo o al menos eso me parece a mí, aunque me esté equivocando.

Salgo de mi departamento rumbo a mi trabajo y como siempre en todo el transcurso me pongo a escuchar música a volumen bajo. Escucho que suena mi teléfono, lo tomo y verifico quién podrá ser a esta hora.

—¡Hola!—respondí poniéndolo en alta voz.

—Buen día mi cafecito—susurra Daniel y de seguro tiene una gran sonrisa. Cómo le gusta verme molesta—. ¿Cómo amaneciste?—pregunta en un bostezo.

—No me llames así, no me gusta. Y estoy bien rumbo al trabajo ¿Y tú?—pregunté muy concentrada en la carretera.

—Me levanté ahora y dije; porque no llamar a Vanesa tengo mucho sin hablar con ella—dijo suspirando.

—No exageres, por favor—murmuré rodando los ojos.

—Si es la verdad. Pero claro tú nunca me crees—reveló como sin nada—. Estaba pensando en darme la vuelta por la empresa así te veo y aprovecho para pasar a saludar—indicó muy emocionado.

—Daniel estás de vacaciones ¿Cómo se te ocurre ir prácticamente todos los días? Piensa un poquito sí—dije lo más obvio y aprovechando de que no hay tanto tráfico.

—Eso no importa mujer. Voy por ti a comer y no acepto un no como respuesta mi chula—dice y cuelga el teléfono.

No me queda más que respirar profundo y continuar manejando para llegar temprano a la empresa.

No me desagrada la idea de que Daniel esté últimamente muy cerca de mí al contrario siempre es grato tener amistades así de locas y ocurrentes. Pero a veces pienso que las mayorías de las cosas que dice son ciertas en gran parte sobre mí. Pero bueno, eso es cosa de una linda amistad ¿No?

Entro al garaje de la empresa y antes de entrar verifico que todo esté bien con mi atuendo pero también que no se me quedé nada importante en el auto porque a veces suelo olvidar muchas cosas y me daría mucha pereza volver de nuevo para acá. Prosigo mi camino con un tanto de rapidez.

Directamente saludo a varias personas que están también en sus puestos de trabajo y continúo mi camino hacia el ascensor más cercano para dirigirme a mi oficina. Le doy gracias a Dios que Eduardo no esté por estos lados porque así estoy más calmada y lo más importante concentrada en lo mío que es trabajar, trabajar y trabajar.

Entro a mi oficina y de seguido Karen entra justo conmigo.

—¿El señor no ha llegado?—le pregunté enseguida y dejando mis pertenencias aún lado del escritorio.

—Sí, está desde muy temprano trabajando pero fue por un café—respondió sonriente—. ¿Necesitas algo? Decirte que las hermanas del jefe vienen para hablar contigo sobre las distribuciones del café y todo lo relacionado con ello—me explica y me pasa unos folders con varias hojas dentro.

—Perfecto eso le iba a preguntar a él. Gracias—dije respirando profundo y leyendo lo que me había pasado anteriormente.

—Como ya tengo conocimiento sobre eso pues te eche una mano hay e hice un pequeño diagrama con las distribuciones principales... Sólo tienen que ver cuáles de ellos quieren confirmar el producto—agregó tomando asiento.

—Mucho mejor, entonces yo me encargo de llamar a todas las sucursales para preguntarles directamente—respondí muy atenta—. Sabes, eres la mejor compañera. Tú y yo nos vamos a llevar de maravilla—murmuré en un apretón de manos.

De repente mi querido jefe entra sin tocar la puerta, cómo todo él. Nos mira confundido pero no quita su mirada de mí.

—Señorita Solano le recuerdo que es muy temprano para que esté estableciendo conversaciones con Rodríguez. Porque me imagino que no es de trabajo—dice con total autoridad pero claro si es el jefe de los jefes ¿No?

Ya empezamos, es una de las cosas que más detesto en el área de trabajo esas suposiciones.

—Disculpe señor pero antes de entrar tiene que tocar la puerta—confieso mirándolo directamente—. Y si no se había fijado estamos conversando de trabajo ¿Necesito algo?—finalice de los más cordial posible.

Él me mira bastante sorprendido y cruza sus brazos sin aún decir nada. Mientras Karen está en la silla con los ojos abiertos de par en par es más que decir lo asombrada que está.

Estoy segurísima que no me ha dicho nada porque Karen está aquí, ni me quiero imaginar la verdad.

—¿No necesita nada señor?—vuelvo y le pregunto ordenando los documentos que me había pasado Karen para tratar de calmar mis nervios.

Sin embargo mi amado jefe sólo asiente con la cabeza y esposando una gran sonrisa como de burla o desafiante. Todo de él me confunde.

—Perdone señor pero Vanesa no quiso decir eso. Le pedimos una disculpa y no se va a volver a repetir—interfiere Karen respirando profundo y mirándome directamente con los ojos abiertos.

¡Qué cobarde! Es obvio que soy la única perjudicada y miren estoy aquí hablando hasta por los codos.

—Yo no tengo porque disculparme ¿O sí? Así como usted exige que se cumplan las reglas pues yo le pido que cumpla las mías dentro de mi área de trabajo—expuse muy segura—. ¿No es así señor Lara?—pregunté directamente y recalcando la palabra señor recordando la otra vez lo que pasó.

Las cosas claras a tiempo resuelven muchas discusiones. Pero creo que él no lo está tomando nada serio el tema porque continúa con su estúpida y hermosa sonrisa. ¿Ahora soy payasa o qué? Es que a veces pienso que es tan infantil.

—Señorita Solano a su oficina...—es lo único que dice mi jefe y sin despegar su contacto visual de mí.

Ahora creo que estoy en un grave problema estoy segura que está muy enojado se ve en sus faciales. ¿Qué hago ahora? Eso me pasa por estúpida y confiada.

Karen va hacia la puerta y antes de salir pronuncia un suerte por lo bajito. Mientras yo no me queda nada más que respirar profundo y esperar, sólo esperar.

—Ahora quiero que me vuelva a repetir todo lo de ahorita señorita Rodríguez—murmuró caminando muy lentamente hacia mi escritorio.

Sólo puedo tragar saliva... ¡En qué me metí! Solo a mí se me ocurre.

—Muy dispuesta cuando hay más personas he—susurro mirando todo mi cuerpo—. Me dan unas ganas de...—deja lo que iba a decir y solo respira profundo.

¡Ah caray!

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