André a media pista me toquetea de forma indecente.Y ¡joder! como me gusta; tanto, que el coño me late de ganas porque sea otra parte suya la que irrumpa en mí. Como él lo sabe, no detiene el baile, ni su tacto abandona mi piel.— ¿Dónde está Amber? –cuestiono.Dejo caer mi cráneo en su pecho y el movimiento de caderas no cesa.— Encabronada...–dice a mí oído.Y mantiene la pose en donde con la espalda toco su pectoral.— ¿Por qué?— Por tú causa. Siempre eres tú la que nos separa...— No yo no soy; eres tú que me amas y no puedes ocultarlo...— Va a ser que sí –acepta.Sonrío por ello con suficiencia.Entonces, a la par de muchos, o casi todos, nuestro baile se detiene. Como si una corte militar fuese a desfilar, quedamos fijos en nuestros sitios mientras la pista entera se baña de verde. O mejor dicho, del Duende.Cada pantalla en lo alto le pertenece al momento que, estudiante por estudiante, voltea a un lado pregustando qué rayos está pasando. Al contrario nuestro, los Directivos
Mientras disfruto de un masaje de espalda en compañía de mamá, Paola me habla.— Señorita le ha llegado una invitación...— ¿Una invitación? –pongo en duda.Lo es, y Paola, la asistente de mamá nos lee de qué se trata.La excelentísima Duquesa Elvira Hasting de Mosconi. Invitándome a su gala en honor a la fundación que ella patrocina, esta noche, en su mansión.— ¡Cariño! –se alarma mamá– No me habías dicho que eras la novia de un Duque— No lo soy...— Pero si Paola ha dicho...a ver Paola entrégame esa nota –la pide para leer– «Yo, la excelentísima Duquesa Elvira Hasting de Mosconi, invito a Amelia West, novia de mi queridísimo nieto André Luciano Giancarlo, Duque de los Mosconi, a honrarnos con su presencia esta anoche, en la gala de honor a los treinta y cinco años de creada la fundación que patrocino» ¿Entonces cariño? Ahí –puntea– dice "novia"— Ya hemos roto.Me reservo contarle tanto detalle.— ¿Por qué? –se apena.— Él tiene a alguien más— ¡Pero cariño cómo dejaste que sucedi
Cuando acaba el discurso la que sonríe es Amber.Eso no me gusta y menos tener que ir hasta el mismo balcón de antes. Con la diferencia de que ahora nos acompaña André. Curioso. Viendo a su novia entre interrogantes silenciosas y a mí con recato. En suma, ambos conocemos que previamente la becaria me grabó. En esa fracción de segundos que me dio la espalda, no tonteaba con el móvil; ella ponía a correr la grabadora.Y ahora reproduce por ende el audio que oímos los tres:— « ¿Qué me darías si esta noche me tiro a tu Anlugi?»— « ¿No eres tú la millonaria? –recuerda– ¿Qué quieres?»— «Que lo dejes»— Creo que se deben una charla –expone.Sin embargo, no hay mucho que André y yo nos podamos decir. Más allá de reproches. Por ende; él prefiere ir detrás de Amber una vez ella se retira. No obstante, camino para jalarle un codo.— ¡Basta, Amelia! ¡Basta! –recalca– No es así –niega–, no de ésta manera...— ¡¿Y cómo carajos, pues?! –chillo al destilar unas lagrimitas de impotencia.André me d
En la enorme sala de la mansión, Beck Becker y yo, Amelia West, bailamos a través del sentimiento que implica el tango: tristezas en cosas del amor. Insatisfacción, y el inevitable deseo sexual que nos ronda pero sin tocarnos.Es por ello que sus labios raspan la curva de mi mentón pero no llega mi boca. Ni luego, cuando entiendo más del baile, mis pies que zigzaguean en derredor de su cuerpo se arriman a sostener sus caderas. Rozan al subir y al bajar, sin más que el aferro de mis manos. Mi cuerpo se deja llevar por él y los gestos de sus manos, sin embargo, mantienen el control propio con que se enarbola. Da giros abruptos que me hacen tocar el suelo y acercarme dolorosamente a él. Me sitúa en diagonal haciendo que fluctúe entre movimientos compañeros de del vaivén que marca la pista y que afianzan nuestras miradas, sin que una escape de la otra. Para enlazarnos en vueltas como pinceladas que arriban a una cargada al final.Luego me devuelve al suelo yendo un poco sofocada.Pienso e
He vuelto al dormitorio de Calen para comprobar que mis plantas no han fallecido.— ¿Ves? –le saco en cara– Podían sobrevivir aquí.— ¿Eso crees? –porfía– Que ingenua, Sirena. Yo las cuidé— ¡¿Tú?! –no le creo y giro para encararlo.— Técnicamente. Pagué a una de las señoras de servicios para que las cuidara hasta que volvieras.— ¿Entonces sabías que iba a volver?— Por supuesto –sonríe. .Le doy un vistazo de resinación.— Bueno, en tal caso, gracias. ¿Ya has desempacado todo? Puedo ayudarte.Me ofrezco; él niega.— No fui a casa –cuenta mientras se tumba en la cama–. No hay nadie allí, por tanto iba a estar aburrido.— Ya entiendo.— ¿Qué tal tu mamá?— Ella está bien...gracias por preguntar.— ¿Le hablaste de mí? –averigua.— ¿No podía?— No me respondas con preguntas.— Sííí –enfatizo también con mis ojos–, claro. Le dije: hay un chico todo engreído que se llama Calen Sanders. Ella me dijo: ¿y qué tal? ¿Te gusta? Y yo le dije: me arrebata...— No soy engreído.— Lo que tú digas..
— Calen –inicio– antes me...yo estuve pensando mucho en eso de tus pesadillas y quizá a ti no te interese contarme pero...si voy a ser honesta quiera saber por qué son. ¿A qué se deben? Escucha: por muy horrendo que sea...yo seguiré aquí.Lo real es que ello comenzó a rondarme la mente luego de ver la última grabación que Xavi nos enseñó: ahí Beck sostenía que Calen sentía culpa por algo que ha ocultado desde la niñez a su padre. Él dijo: «... en qué condiciones murió tu madre...»— Dime algo por favor...dime al menos: "no es tu asunto" –enfatizo–. Algo.— Sí quiero decirte.— Vale –espero.— Las pesadillas empezaron con la muerte de mamá pero luego se iban mezclando con recuerdos más actuales, con culpas que tengo sobre mis hombros. Con cosas en las que no quiero involucrarte pero entiendo que de mamá quieras saber. Me he sentido culpable desde que murió pero con el tiempo he aprendido que no lo soy. Yo solo era un niño chiquito al que su madre manipuló para suicidarse— Calen...–asp
De regreso al dormitorio West conduce llevando sus ojos al camino pero la mente a otro sitio. Xavi en el asiento de atrás bufa sin parar a través de sus respiraciones sonoras.Yo extraño demasiado a Calen y no paro de recordar momentos vividos con él.Nuestro amigo se queda en su dormitorio; West nada más entra por la puerta del nuestro se dirige a la jaula de su cotorra. O no. No es a la jaula, sino a una esquina de donde toma una caja. La miro interrogante y cuando ella topa sus ojos con los míos, entonces le cuestiono:— ¿Qué es eso?En realidad mi cuestionamiento interno es: ¿por qué ha ido tan de prisa hacia él? Como en acto predeterminado.— Es un regalo de Beck.— ¿Un regalo de Beck? ¿Por qué él te habría de regalar algo a ti?— ¿Celosa? –escupe con saña.— No obvio no. Solo...entre ustedes ¿Qué? –indago– ¿Ha ocurrido algo más que un simple desnudo?— Dejémoslo en que podrían haber pasado muchas cosas más aparte de ese simple desnudo. Y no es que no quiera estar con él; es que
Xavi entiende que hemos terminado la lectura cuando ve la hoja caer sobre mi regazo. Por unos segundos no atinamos qué decir. Vemos al suelo y él a nosotras. — Ella tiene razón –habla West–: no fueron los malos. Quizá la alteración del momento la llevó a eso pero...solo se defendieron ¿o no? — Por supuesto lolita.— Claro que sí. Ahora toca actuar. Debes llamar a Sberna.— ¿A quién? — Xavi, Beck le dejó un regalo a West –cuento– diciéndole que no lo abriese hasta que él se lo ordenara y hoy antes de irse en las patrullas lo ha hecho. Es un móvil que su padre le dio a él. ¿Entonces? Yo no sé ustedes pero creo que esta carta, ese móvil...es una especie de ayuda que Micaela y Beck les están pidiendo. Que aunque parezca que no, sí deben hacer algo. En los segundos de silencio mientras ellos piensan yo me siento decepcionada. De Calen. Pues Mica bien dice que no me iba a contar, cosa que hasta cierto punto entiendo pero ¿Por qué no me dejó algo así como Beck o Micaela? ¿Tan poca fe me