¡Grieta! ¡Grieta! ¡Grieta!

El sonido de los azotes resonó en todo el lugar. Su espalda ya se había convertido en una papilla de carne y sangre en este punto, y no quedaba nada de su piel allí. Aun así, su expresión sugería algo diferente; su sonrisa mientras se estremecía y convulsionaba de placer era extremadamente espeluznante. A medida que más sangre goteaba sobre el altar, una tenue aura de color rosa oscuro comenzó a brillar. La sangre fresca fluyó a lo largo de las tallas del altar hasta la estatua maltratada en el centro. El resplandor rosa intenso se reunió en la estatua y convergió para formar una sombra nebulosa.

La sombra se aclaró un poco para revelar a una joven doncella con un cuerpo esbelto pero curvilíneo, y en sus manos había un látigo de víbora. Tenía la piel gris claro decorada con tatuajes carmesí y cabello largo y ondulado que le llegaba hasta las nalgas. Las sombras de dos víboras se entrelazaron desde sus tobillos hasta sus muslos, luego convergieron en su delga