CAPITULO 47

El monje era una persona bastante discreta y no habló con nadie en el camino. Caminó en silencio junto con el escuadrón de comerciantes, rechazando las ofertas para llevarlo a caballo o en un carro. No obstante, pudo seguir su ritmo y no se sintió cansado, muy probablemente debido a su excepcional resistencia.

Cuando el escuadrón de comerciantes se detuvo para pasar la noche en la noche, no solicitó una tienda de campaña y no inició un incendio; todo lo que hizo fue sentarse con las piernas cruzadas y quedarse quieto.

El segundo día de su viaje había pasado en paz. Aparte de encontrarse con el maestro de los puños, no ocurrió nada digno de mención.

Cuando Aren se despertó al día siguiente, el monje todavía estaba sentado en la roca. Algunos guardias mercantes murmuraban entre ellos mientras señalaban al monje, mostrando expresiones de asombro y sorpresa. A pesar de que todos se habían sometido a un duro entrenamiento para convertirse en guerreros, su entrenamiento no era tan
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