Myriam observó al desnudo lobo que estaba frente a ella pasmado y sin lograr reaccionar y tomó la decisión de hablarle para hacerle actuar.

- Eres un sueño, cariño – dijo observándolo de pies a cabeza – pero no puedo estar con un lobo que se intimida con mi presencia.

Myriam volteó para irse, pero Alan reaccionó y tomó su mano.

- No estoy intimidado, hermosa – dijo con gran seguridad – Eres una loba muy impaciente… estoy totalmente impactado con tu hermosura. Después de creer por tanto tiempo que estabas muerta, eres para mi como una visión divina de la diosa. Ven aquí, ya no puedo esperar para hacerte mía.

La sostuvo con fuerza entre sus brazo y la besó con pasión, Myriam se entregó a su deseo y rodeó su cuello con sus brazos. Alan hundió su rostro en los pechos de Myriam y recorrió su muslo con sus manos, totalmente deseoso de ella.

- ¡Ey! – gritó Darius – Alan, es mi hermanita… llévala a tu casa y has las cosas como corresponden.

- Ay, hermano… - dijo Myriam, algo molesta por